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El síndrome François Hollande

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SociedadPolítica

Se celebra el Día de la Mujer con datos estremecedores de asesinatos a mujeres y sueldos inferiores a los de los hombres.

Sin embargo, a día de hoy, aquellos hombres cuyas mujeres tienen más éxito que ellos, sufren cada vez más el síndrome François Hollande. Según la revista Bloomberg, Ségolène Royal –la mujer del Primer Secretario de los socialistas franceses, Hollande- es la única candidata a las elecciones presidenciales francesas que puede hacer frente al que con mayor probabilidad será el candidato del centro-derecha, Nicolas Sarkozy. Ella tiene frescura, voluntad e inteligencia. Su encanto y confianza han conquistado a los votantes franceses, pero además, le ha robado el protagonismo a su pareja, François Hollande, quien también soñó alguna vez con la carrera hacia el palacio del Elíseo.

De repente, todo cambió para él: la sonrisa de su elegante mujer, ex ministra y diputada, así como unas cuantas fotos de ella en bikini, resplandecen ahora en las portadas de las revistas de papel couché. Los titulares anuncian una nueva “Ségomania”. El orondo y en cierta forma incómodo Hollande debe de sentirse ahora como un viejo “elefante”, tal como los franceses llaman a sus burócratas más polvorientos. ¿Se convertirá “Monsieur Royal” en uno más del nada prestigioso club de maridos olvidados (junto con Denis, el marido de Margaret Thatcher y K-Fed, el de Britney Spears)?

Sic transit gloria mundi (así se escapa la gloria de este mundo)

Aun así, cuando se trata de mujeres que tienen más éxito que sus maridos, Hollande no está solo. Los hombres, como los zapatos de lunares, están pasados de moda. Claro que la política europea sigue dominada por el sexo masculino. La canciller alemana, Ángela Merkel, más ciento cincuenta parlamentarias suizas, son excepciones. La política europea está dominada por hombres y la media de mujeres parlamentarias es de un 35% en las asambleas nacionales, según los estudios del gobierno británico.

Las condiciones del mercado de trabajo son desfavorables para ellas. Existe un techo de cristal que todavía impide a la mujer conseguir los trabajos “de nivel C”: puestos cuyos títulos comienzan por la letra J de “Jefe”. Según un estudio realizado por el Servicio de Investigación de Implicación Ética, menos de un 10% de los ejecutivos franceses, alemanes e ingleses eran mujeres en 2004 (la supremacía del cromosoma Y es aún más fuerte en Italia y España, donde los niveles C masculinos alcanzan el 95% del recuento total). Además, en cualquier otro trabajo, la mujer europea gana de media un 15% menos que el hombre.

Sin embargo, las tendencias están cambiando. Se dice que muchas de las mujeres que trabajan están mejor educadas, son más laboriosas y se comunican mejor que sus homólogos masculinos. Según el semanario The Economist, los hombres son mejores sólo en aquellos trabajos donde se requiere una buena coordinación entre las manos y los ojos (estupendo para cazar animales salvajes con flechas y lanzas). Los chicos son buenos también rotando figuras de tres dimensiones mentalmente. Pero claro, eso los ordenadores lo hacen mejor.

¿Quién trae el pan a casa?

Cada vez más mujeres se convierten en cabezas de familia. En Francia y EE UU, un tercio de las mujeres ganan más que sus maridos, según los estudios de la revista francesa L’Express. Dicho esto, la concepción anticuada sobre el rol del hombre aún engancha. Los hombres, más que las mujeres, tienden a ver sus trabajos y salarios como prueba de su utilidad.

Si los roles tradicionales se cambiaran, algunos hombres podrían sentirse castrados y en cautividad. Debra Burell, psicoterapeuta y fundadora del consultorio Mars and Venus en Nueva York, explicitó a este medio que “los hombres se sienten mal cuando no tienen éxito e intentan sobre-compensarlo siendo más exigentes o necesitados en casa”. Así como los hombres se vuelven caprichosos e incapaces de adaptarse, sus parejas reaccionan con amargos enfados. “La mujer se siente resentida, en especial si no se encuentra con ‘lo que firmó’ y se refiere a su marido con desprecio y falta de respeto”. Harriet Pappenheim una experimentada terapeuta de la pareja y autora –junto a Ginny Graves- del libro For Richer or Poorer – Keeping Your Marriage Happy When She’s Making More Money (Para ricos y pobres – Cómo estar felizmente casado cuando ella es quien trae el pan a casa), añade que “puede ser costoso para las mujeres, en especial cuando tienen hijos. Si su trabajo les impide emplear el tiempo necesario con los suyos, las mujeres pueden volverse algo resentidas contra su propia pareja”. No se lo digamos a Ségolène Royal: ¡tiene cuatro hijos!

Aunque las mujeres les pagan la cena en el restaurante o les piden que preparen el desayuno, Hollande y compañía aún pueden consolarse con algo: que una vez sus mujeres lleguen a lo más alto, seguirán el ejemplo de sus predecesores. Como profetiza la trepidante columnista del diario The New York Times y autora del best-seller ¿Son necesarios los hombres? (Ed. Antoni Bosch, 23.35€), Maureen Dowd: “Por fin tendremos nuestra ración de jefas corruptas y presidentas adúlteras. Y dirigiremos el mundo, sí, pero a la manera de los hombres, claro está”.

Translated from No more Mr. Royal