El Rasputin europeo: La guía definitiva para la Euro-crisis
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cafébabel ESGrecia: La madre de la democracia y el Olimpo de la irresponsabilidad fiscal. He aquí el por qué de que el problema europeo sólo pueda compararse con el infame sacerdote ruso Rasputin, que fue envenenado, disparado cuatro veces y golpeado, hasta que al final murió ahogado. Y por qué ya no es el resultado final lo que importa.
La Unión Europea ha llevado a cabo dos grandes tareas desde su concepción. Por una parte, sirvió para unir a un continente que no tenía rival en su proclividad para la guerra. Por otra, lo ha hecho de forma que ha llevado a sus aproximadamente 500 millones de ciudadanos a niveles desconocidos de confusión política y la consecuente apatía. Lo que no está claro es si los políticos de la UE pretendían que su sistema fuera oscuro para obtener más autoridad, o si fue un ineludible sacrificio. En cualquier caso, el resultado es una puerta giratoria de conflictos dogmáticos, a través de los medios sociales tradicionales, y que se basan libremente, en su mayoría, en la comprensión económica y política del tema que tienen entre manos. El fiasco financiero en Grecia no es una excepción.
En lo que se ha convertido en el tema más hostil dentro de la UE desde su formación en 1951, la Unión se enfrenta a la decisión de tipo económico más dura hasta la fecha: ¿Quién tiene el poder para hacer qué? Pero además de la complejidad de los problemas económicos de Grecia y la complicada configuración de la propia UE, al menos dos nuevos jugadores han emergido como tomadores de decisiones desde 2010: El FMI y el BCE. Con ambas entidades involucradas en tratar con un país como Grecia por primera vez, cada uno aportó sus probados (o no) remedios para intentar evitar el fallo de la economía griega. La cuestión dejó de ser si "salvar" a Grecia y su gente o no, para tratarse del tipo de relación que todos los ciudadanos de la UE seguirían teniendo con la Unión como resultado de sus decisiones. Echemos un vistazo a cómo se desarrolló esta situación.
El desarrollo económico de Grecia en 9 puntos:
Entre 2001 y 2008, el índice de crecimiento del PIB griego subió a un muy buen ritmo del 4%, antes de desplomarse hasta su peor posición del -8.86% en 2011.
Abril-Mayo de 2010: Los inversores privados en deuda griega fueron reemplazados por prestamistas oficiales del Estado, un proceso cuestionable que contradecía el Tratado de Maastricht y que, según los informes, fue impulsado por el presidente francés Nicolas Sarkozy y su ministra de Finanzas en aquel momento, Christine Lagarde.
Más tarde, los bancos privados de Grecia, Francia, Alemania y Estados Unidos, que hicieron apuestas con la deuda griega en este orden decreciente, fueron reemplazados por la UE a través de la llamada "Troika" (el FMI, el Eurogrupo y el BCE). La deuda fue reestructura del sector privado al público.
Durante los cinco años siguientes, 344 billones de euros en fondos fueron transferidos al Estado griego a cambio de la implementación de duras "medidas preventivas". Entre otras cosas, estas incluían un nuevo sistema de tasas así como un sistema de ajuste en cinco fases, que rebajó la emisión de deuda un 32% en 2014.
Enero de 2015: Grecia elige al partido de izquierdas Syriza, que promete resistirse a las medidas dictadas por la UE.
Junio de 2015: La fecha límite para el pago de intereses a la UE se acerca sin que Grecia presente señales de pagar.
El Fondo Europeo para la Estabilidad Financiera declara la bancarrota de Grecia el 3 de julio de 2015.
Grecia lleva a cabo un referéndum para aprobar la recepción de un nuevo paquete de ayuda de 7,5 billones de euros con más medidas de austeridad. El resultado de la votación del 5 de julio resulta estar en contra de estas medidas, con la victoria del "no" con el 61% de los votos frente al 39% del "sí" (aunque Tsipras afirmó que era un voto esencialmente simbólico para ver si seguía contando con el apoyo del pueblo).
El Consejo Europeo recibe al primer Ministro Tsipras, que aporta una nueva propuesta para Grecia (prácticamente ignorando el resultado del referéndum) para obtener un rescate de 86 billones de euros. Tsipras vuelve a Grecia con un paquete de medidas que han sido comparadas con el Tratado de Versalles.
Cada uno para sí y ninguno para todos
Lo que los economistas como Joseph Stiglitz llamaron un "seriamente criticable triumvirato" (formado por el Eurogrupo, el BCE y el FMI) ha alcanzado resultados cuestionables a través de métodos aún más cuestionables. Mientras el desempleo alcanza máximos históricos y la gente se manifiesta, no es el momento de celebrar una ligera mejora en los resultados financieros para apaciguar a los acreedores.
Una de las grandes preocupaciones siempre ha sido que los interlocutores en las negociaciones no sean capaces de ponerse de acuerdo para cooperar, pues al final cada uno sirve para una función diferente. Cada uno llega con su propia medicina, para intentar vendérsela al hospital (la Eurozona), y se niega a aceptar el hecho de que puede haber efectos colaterales si se le suministran al paciente drogas conflictivas. Durante todo ese tiempo no quedó claro que todos luchan por el mismo objetivo de curar al paciente. Economistas y sociólogos independientes como Jürgen Habermas se han referido repetidamente al hecho de la falta de consideración que se tiene sobre el bienestar del pueblo griego en comparación con el pago de la deuda.
Puesto que cada acreedor tiene sus propias y estrictas condiciones de pago para ser cumplidas, al final acabamos con un puñado de demandas astronómicas, que no son bien comunicadas a los acreedores públicos ni a los demás. Ha sido sólo en discusiones recientes cuando hemos visto emerger compromisos que antes no habían sido tenidos en cuenta. Es fundamental que seamos conscientes de esas discusiones y de su trasfondo.
La Troika
El FMI, dirigido por la antes mencionada ex ministra de Finanzas francesa, Christine Lagarde, es el jugador más fácil de explicar en esta adivinanza. Cuando la UE aceptó reestructurar la deuda griega en manos públicas, el FMI fue asignado a una economía de la zona Euro por primera vez. Mientras que el FMI ha obtenido desde su fundación un éxito discutible en proporcionar cash flow a Estados cercanos a la bancarrota, siempre impuso las mismas medidas para asegurar su devolución. "Cientos de condiciones, algunas pequeñas, otras grandes, muchas irrelevantes, algunas buenas, otras claramente equivocadas, y la mayoría obviando los grandes cambios que realmente eran necesarios", fue la evaluación de Stiglitz. Para continuar con la metáfora anterior del paciente, llamar al FMI para solucionar asuntos económicos es comparable con pedirle a un farmacéutico que cure al paciente. Este bombeará elementos dentro del sistema, pero no necesariamente los adecuados.
Pero por encima de todo está el hecho de que Grecia era muy diferente a los pacientes habituales del FMI, puesto que está incluida en una unión monetaria con algunas de las economías más grandes del planeta y tenía un PIB y una disparidad en su deuda que el FMI no estaba acostumbrado a gestionar. Después de pedir en 2011 que se alcanzara un presupuesto proyectado del 3,5% para el 2018, este número cómicamente alto fue reducido al 1% en 2015. El PIB sí creció positivamente el año pasado por primera vez desde que empezó la crisis, aunque con un acusado crecimiento del desempleo y el hundimiento de la productividad como reacción.
Aunque el reciente crecimiento del PIB griego es un buen signo en general, el desempleo y la producción en depresión son ya un problema sistémico, no sólo social. El problema aquí es que el sistema entero propuesto por el FMI no es capaz de lidiar con unas proporciones de deuda como las de Grecia. La sobrevaloración previa a 2008 y los préstamos post-2008 han puesto a Grecia en una situación única de propagación de la deuda al PIB. Según Lagarde, la única forma viable que tiene el Estado para luchar contra la insolvencia a largo plazo es proporcionarle una condonación de la deuda. Un método drástico e impopular, pero efectivo.
El Eurogrupo, la parte del Consejo de Europa formada por todos los Ministros de Economía de los Estados miembros de la zona Euro, liderado por Wolfang Schäuble, se ha opuesto firmemente a una condonación de deuda para Grecia. Como representante de la economía más importante de Europa, Alemania, Schäuble ya está luchando para aprobar de forma interna toda esta política para Grecia. Como en Suecia o Reino Unido, el creciente desacuerdo de los ciudadanos sobre que se concedan más rescates a Grecia usando el dinero del contribuyente ha pasado de ser un asunto internacional a uno nacional, mientras los medios estigmatizan al evasor de impuestos griego. Por ser el único cuerpo de la Troika directamente elegido, el Eurogrupo sigue siendo el más poderoso, aunque también el más volátil de los tres, debido a la opinión pública.
Las dos razones por las que el Eurogrupo no puede aceptar una condonación de la deuda son las mismas por las que no se consideró seriamente el Grexit. En primer lugar, la retórica idológica de "solidaridad europea a cualquier precio" declara la responsabilidad de todos los Estados miembros de mantener la moneda en los buenos y los malos tiempos. La condonación de la deuda enviaría una señal equivocada a los inversores y los acreedores. La segunda razón es la inminente estabilidad financiera. Un Grexit o condonación también podría enviar un mensaje erróneo al resto de la Eurozona, siguiendo la lógica de "si Grecia obtiene la condonación, por qué no también Portugal, España, Irlanda, etc".
El BCE, como cualquier banco central, se preocupa precisamente por eso. La más fácilmente criticable y no electa institución de la UE tiene la función primordial de mantener las cuentas de la Eurozona en orden. Con una moneda relativamente nueva, el BCE ya tuvo que probar su fiabilidad antes de que la crisis azotara la Eurozona. De hecho, antes de la crisis, el BCE apenas había saltado a los titulares. Ningún político pudo preveer el papel que tomaría después del colapso financiero mundial en 2008. Como poco se ha asegurado una posición en la toma de decisiones.
Después de 2008, Europa fallaba en más lugares además de Grecia. El BCE fue invitado a jugar una posición más poderosa en el cambio de los tipos de interés (alcanzando el minúsculo 0,15% en 2014). Se pusieron en marcha una serie de mecanismos junto con planes para una unión bancaria que aseguraría que ningún Estado o "sistema bancario" dejase de pagar su deuda con la Eurozona. Una política ambiciosa, y también socialmente conflictiva.
El problema con el BCE es que sólo se preocupa por asuntos financieros, no ha sido democráticamente elegido y acoge en su mayoría a gente de la industria financiera privada. Como consecuencia, la desconfianza pública en su buena voluntad ha crecido de manera natural en la UE.
La salida de la Euro-crisis
Mientras muchos podrían legítimamente argumentar que el asunto es demasiado complejo para estar en mente de todo el mundo, se acabará convirtiendo en el desarrollo más importante desde la fundación de la Unión Europea. La manera en la que la UE distribuirá el poder y gestionará este problema también decidirá cómo se manejará la inminente crisis de refugiados así como cualquier otro asunto. Por eso es importante entender cuáles son las instituciones y grupos de interés involucrados en el tema.
Está claro que el mayor enemigo de la discusión racional son las afirmaciones populistas y las políticas extremistas, que han experimentado un aumento en todo el continente. La transparencia es sustituida con polémicas sobre la propia campaña política. El asunto griego dará un vuelco hacia la debacle de la inmigración y pondrá de manifiesto la vulnerabilidad del "ser" europeo. Ya hemos visto a los grupos ultra derechistas como el Frente Nacional francés conseguir un 25% de los votos en las elecciones al Parlamento Europeo en 2014 (consiguieron 24/74 escaños frente a los sólo 3/74 en 2009), aprovechándose de la ignorancia general que rodea a la complejidad de la política europea.
Mientras tanto, en otros lugares, estamos asistiendo a movimientos masivos de protesta y progreso, especialmente entre la población más joven, que piden o bien más transparencia o bien un cambio. Los mayores, que vienen de la generación Erasmus, no piden que se disuelva la idea de Europa, sino que se convierta en algo más claro para todos. En lugar de dividir a los partidos entre "buenos" y "malos" europeos, los políticos son llamados a romper la arraigada ideología de economía nacional. La forma absoluta de argumentación sólo ha llevado al enfrentamiento entre la UE y sus ciudadanos. Este discurso debe empezar pronto, a no ser que queramos lo que Hans-Werner Sinn llamaba "el dogma de la infalibilidad e irrevocabilidad de los políticos europeos en cada paso hacia la integración, hasta chocar con la realidad".
Translated from Europe's Rasputin: The definitive guide to the Euro crisis