El fantasma de Chernóbil sobrevuela Bielorrusia
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eduardo s. garcésMientras que el presidente bielorruso, Lukashenko, se aferra al poder, la catástrofe se está convirtiendo en un arma política tanto para el gobierno como para la oposición.
Un informe de la ONU de septiembre de 2005 que apostaba por la estimulación del desarrollo económico del área de Chernóbil se ha convertido en el detonante de un nuevo enfrentamiento entre gobierno y oposición. Lukashenko lo ha usado para reforzar su reiterada pretensión de devolver la vida y la actividad a la zona afectada (aproximadamente un 25% del territorio bielorruso). La estrategia del nuevo gabinete se basa en un grandioso plan para revigorizar la región propiciando amplias inversiones y oportunidades económicas.
El optimismo de Lukashenko sobre el futuro del área afectada no cuadra muy bien con las dimensiones actuales de la catástrofe. Según las cifras del gobierno, hay 11.242 personas padeciendo algún tipo de enfermedad relacionada con Chernóbil y son mas de 115.000 los desplazados. Según las estimaciones del gobierno, el coste total de la catástrofe de Chernobil asciende a 235.000 millones de euros.
Las intenciones de Lukashenko de hacer regresar a las personas y la actividad económica a la región no están meramente basadas pensando en los ciudadanos. Desde el punto de vista económico tendría acceso a más recursos y a más capital, desde el político, Chernóbil le brinda la oportunidad a Lukashenko de desprestigiar a Occidente y, por asociación, a la oposición pro occidental.
Occidente no es lo mejor
Este es un tema especialmente relevante para Lukashenko tras su dudosa reelección en los últimos comicios. La UE le acaba de imponer un veto de entrada a sus colaboradores más próximos. Como consecuencia, Rusia ha amenazado con elevar el precio del gas. Puede que Lukashenko intente recuperar algo de su prestigio político perdido a través de la manipulación política de Chernóbil.
Paradójicamente, para conseguir esto, las autoridades han aumentado los llamamientos para intensificar la colaboración con Occidente para afrontar las consecuencias del desastre, lo que permite a Lukashenko señalar el doble juego de Occidente y decir: “cuando más os necesita Bielorrusia, decidís imponernos sanciones y distanciaros del proceso de recuperación de Chernóbil".
Este desprestigio contra Occidente se usa para desgastar a su vez a la oposición; fue él quien dijo: “La oposición ha insistido en que Occidente ayudaría, pero no ayuda a nadie”. Un desprestigio que también posibilita que Lukashenko se sitúe como el único salvador de Bielorrusia.
Los hijos de la radiacción
La confrontación política eclipsa incluso la rehabilitación de los niños afectados por la catástrofe. En el pasado, la mayoría de ellos se sometían a tratamiento en el extranjero por organizaciones y congregaciones occidentales, pero hace poco Lukashenko se ha dado cuenta de que una nueva generación de votantes influenciados por los valores occidentales podrían representar una seria amenaza a su mandato sin fin. Lukashenko ha tachado públicamente los programas de rehabilitación en el extranjero de trama de adoctrinamiento occidental para corromper las mentes de los jóvenes bielorrusos. Quizá prefiera que se hubieran quedado en sus casas para desarrollar alguna incapacidad física y no una mental durante los veranos en Italia o el Reino Unido.
En un sentido más amplio, el propio Lukashenko ha sido el responsable de frustrar cualquier ayuda procedente de Occidente. Son varias las organizaciones occidentales que han encontrado que sus leyes e impuestos draconianos crean un sistema con el que es imposible trabajar. La rehabilitación de niños en el extranjero es un campo en el que Occidente ha desarrollado cierta experiencia y podría haber ofrecido más ayuda. Pero Lukashenko, en su afán por alejar las ideas occidentales de las mentes de los niños bielorrusos, ha impuesto tantos impedimentos, que ahora sólo aquellos que padecen efectos secundarios extremamente severos tienen permitido salir al extranjero.
¿Ir de luto o protestar?
Para la oposición, Chernóbil también representa un tema clave. Desde el principio, la mayoría de los partidos en la oposición se opusieron a los planes de Lukashenko de repoblar la zona afectada. Poco a poco, Chernóbil se ha convertido en uno de los temas predilectos para protestar contra el régimen. Atacar a Lukashenko desde el punto de vista económico es prácticamente imposible. Bielorrusia, para ser un Estado autoritario con una economía controlada por el Estado, está haciendo un muy buen papel, con un crecimiento medio en 2005 superior al 9%.
Por ello, la oposición frecuentemente enlaza Chernóbil con otros temas, desde el punto de vista social al de sus dimensiones ecológicas. En palabras de Anatoly Lebedko, líder de la oposición: “Bielorrusia ha sufrido dos desgracias, Lukashenko y Chernóbil, ambos están ligados y podemos decir que hubo un Chernobil nuclear y otro político”. Lo que quiera exactamente decir con esto no es trascendente; comparar a Lukashenko con Chernobil es políticamente rentable, la tosca metáfora hace vibrar las emociones de la gente.
El aniversario de Chernóbil el 26 de abril se ha convertido en la fecha tradicional para la mayor manifestación de la oposición en el país. “La Marcha de Chernóbil”, como es conocida la manifestación, simboliza la cúspide de la actividad opositora en Bielorrusia. La marcha de este año aprovechará el momento que la oposición generó durante las elecciones presidenciales de marzo por lo que se centrará en la posibilidad de democratizar el país más que en guardar el luto por la tragedia.
De todos modos, si realmente quieren tener éxito en Bielorrusia, deberían complementar las críticas hacia los planes de Lukashenko con sus propias estrategias sobre cómo Bielorrusia puede convivir con Chernóbil. Si no lo hacen, incurrirán en el mismo error que Lukashenko: sacar una tragedia de contexto y convertirla en una herramienta de promoción electoral.
Translated from Chernobyl's ghost in Belarus