Participate Translate Blank profile picture
Image for El cómic: una viñeta de precariedad

El cómic: una viñeta de precariedad

Published on

Creative HomeCreativelatest

Cada vez se venden más cómics, pero los salarios de los autores no crecen al mismo. No importa el país o la especialidad, este no es el año en el que los artistas y los autores europeos podrían permitirse vivir en Moulinsart, aquel lujoso castillo del capitán Haddock. En el Festival Internacional del Cómic de Angulema, hablé con autores y editores para entender cómo es la realidad de la producción de cómics, tanto en Francia como en el resto del mundo.

"2020, année de la bande decimée! " (año de la banda diezmada). Con ese juego de palabras han rebautizado artistas y autores profesionales el année de la bande dessinée (año del cómic), el eslógan del festival del cómic que se anuncia en los carteles que se ven por las calles de Angulema, al sur de Francia. Es la 47ª edición del FIBD. Los autores buscan así denunciar la precaria situación económica y social en la que dicen encontrarse.

Ni el frío de enero ni las tortuosas calles de la ciudad impidieron que los seguidores se reunieran en la capital internacional de la viñeta. El mercado europeo del cómic está viviendo una edad dorada; nunca le había ido tan bien. En Francia, las ventas de cómics y novelas gráficas aumentaron un 16% en 2017. Sin embargo, casi una tercera parte de los autores franceses viven por debajo del umbral de la pobreza. Así que no es de extrañar que el segundo día en el festival cientos de autores profesionales cerraran sus puestos, dejaran de firmar autógrafos, y fueran a manifestarse a la plaza Hergé.

"La obra está protegida por derechos de autor, pero los autores no lo están".

Tras la manifestación me encuentro con Samantha Bailly, una escritora francesa. Autores de cómics y libros se congregan en el Magic Mirror, una gran carpa de colores rodeada de vidrieras y con una bola de discoteca colgando del techo, para hablar acerca de su situación y su futuro. Samantha Bailly es también vicepresidenta de la Liga francesa de autores profesionales, un sindicato que pretende que mejore el estatus profesional de los artistas y autores. "La obra está protegida por derechos de autor, pero los autores no lo están", me explica. Pide al Estado reconozca la situación jurídica de artistas y autores como una profesión. "Hoy en día se nos considera como los propietarios de la obra, pero no se nos garantiza ningún derecho social durante su creación. Eso es explotación. Deberían pagarnos cuando trabajamos, no sólo por el producto final".

De eso va el informe Racine, encargado por el ministerio de cultura francés. Publicado unos días antes del festival, no deja lugar a dudas de la degradación económica y social que viven los artistas y autores franceses. Propone 23 recomendaciones para construir una verdadero grupo profesional y defender los derechos de los artistas.

La industria cultural sufre, y los autores aún más

Según el informe del sindicato nacional de editores francés, los ingresos anuales del sector de los tebeos, cómics y mangas fueron de 277 millones de euros en 2017. El del cómic es el único subsector, junto con las obras de documentación, en haber experimentado un alza respecto al año anterior. Sin embargo, más de la mitad de los autores franceses no llegan a ganar el salario mínimo y más del 30% viven por debajo del umbral de la pobreza.

"En Finlandia no hay una producción industrial del cómic, tal y como ocurre en Francia o en Bélgica".

La precariedad de los artistas y autores no es exclusiva de Francia. "Las razones varían en cada país, ¡pero lo que nos une es que todos los autores de cómics somos pobres!", bromea Ville Ranta, autor de cómic finlandés. Si bien en Francia los derechos de autor suponen de media un 7,2% de los ingresos, en Finlandia llegan al 20%. Pero el mercado francés y el finlandés no tienen nada que ver. "En Finlandia no hay una producción industrial del cómic, tal y como ocurre en Francia o en Bélgica. Los artistas finlandeses son pobres porque las ventas son mucho más escasas. Ni siquiera se puede mejorar la situación económica pactando con los editores porque ellos tampoco ganan casi nada".

Desde la sección de autores internacionales del festival, me explican que los grandes editores franco-belgas tienen bien guardado "el tesoro de Rackham el Rojo". Son ellos quienes producen cómics de forma masiva en Europa y aumentan cada vez más las tiradas. Algo que el resto de editoriales no se puede permitir porque el público no compra. En Italia, las ventas de cómics y de novelas gráficas aumentan (18% en 2019), pero la gente no tiene la misma cultura del cómic que en Francia o en Bélgica. No está tan diversificado, principalmente son los niños y los jóvenes quienes leen los grandes títulos, lo que no es suficiente para desarrollar un mercado local.

Para Michele Foschini, de la editorial Bao Publishing, el mercado italiano aún no es bastante maduro. En su opinión, el exceso de lanzamientos de cada año es más bien un obstáculo, ya que hace que las obras roten muy rápido en los escaparates. Así que habría que publicar menos, con el objetivo de que las obras estén "más tiempo en las tiendas" y animar a los lectores a comprar. Cuanto más éxito tenga una obra, más recibirá el autor: "El porcentaje de ingresos por derechos de autor comienza al mismo nivel en Italia y en Francia, alrededor del 8%. Sin embargo podría elevarse al 10 o el 13% si concentráramos nuestras fuerzas en menos títulos".

Ann Jossart trabaja en la editorial de habla neerlandesa Oogachtend, que publica en Países Bajos y Bélgica. Su autor estrella, el flamante Brecht Evans, gana más dinero con su editor francófono (Actes Sud) que con el neerlandés. "Bélgica es la cuna del cómic: Tin Tin, Bob y Bobette, Los Pitufos… Sin embargo, vivir del cómic es muy duro, o imposible, sobre todo cuando eres joven. Muchos t¡ienen que combinar otros para poder vivir. Tengo un autor joven, Stephan Louwes, que trabaja cuatro días por semana en un Carrefour".

Las burbujas se rompen y los ánimos se desvanecen

"Seguiremos con nuestro arte, pero necesitaremos un trabajo adicional con el que subsistir. Pensamos en muchas cosas: trabajar en la dirección de escuelas, de documentalistas, de carteras, vendiendo entradas de cine… En todo caso, es imposible que podamos vivir un día de nuestro trabajo como artistas. Hace mucho tiempo que dejéamos de soñar con eso". En medio de la manifestación de la plaza Hergé, Dalia yJuliette se muestran resignadas. Es su último año como estudiantes en la Escuela Europea Superior de Imagen de Angulema afirman que son solo un puñado los estudiantes quen encuentran salidas tras estudiar arte. Juliette no se hace ilusiones: "No tenemos un impacto directo en la vida de la gente, hacer huelga no cambiaría nada" . Ellas se han movilizado más bien por el resto de profesionales que hacen huelga. Reparten folletos amarillos fluotescentes en los que piden que se destine el 25% de la venta de una obra a un fondo para huelgas. Los panfletos pueden verse por todo el festival y sobre todo en el espacio Nuevo Mundo que congrega personajes del mundo del cómic más alternativos, tanto franceses como extranjeros.

Marie-Lou y Chloé, unas futuras autoras algo más optimistas, también se manifiestan. Sin embargo, ellas reprochan a las escuelas de arte que no informen a sus estudiantes sobre sus derechos y las becas que existen. Por lo general, son los autores quienes tienen que arreglárselas por su cuenta para encontrar información sobre este tipo de becase. Y el papeleo desanima a más de uno: crear un portfolio lleva tiempo, para después esperar un resultado demasiado incierto y recibir unas cantidades más bien mediocres. Para Samantha Bailly, "habría que aumentar el importe de las becas francesas".

Este sistema de becas, en cambio, está muy bien establecido en los países escandinavos. En Finlandia, por ejemplo, hay subvenciones del Estado o fundaciones privadas que duran varios meses, por no decir años, y por las que no se pagan impuestos. La gran mayoría de becas se reserva al teatro o a la música clásica, pero no dejan al cómic de lado. En Finlandia, incluso tiene su propio presupuesto dentro de las becas estatales. Es gracias a esta ayuda que Ville Ranta ha podido trabajar durante cinco años en su novela gráfica. Estas bolsas son necesarias para los pequeños artistas ya que constituyen la mitad de su salario. Sin embargo, solo acceden a ellas ciertos autores que ya son profesionales. "Tienes que crear un primer libro mientras que tienes un trabajo complementario. Hace falta tiempo para crear ese libro y las editoriales no nos dan ese tiempo", lamenta Chloé.

Otra posibilidad son las residencias de artistas. Los autores pueden alojarse y comer gratis entre tres y seis meses, y en ocasiones incluso tienen material a su disposición. El problema es que a los autores no se les pagan por el trabajo que producen. Además, a menudo esto implica mudarse lejos de casa, y una inversión psicológica y financiera. También tienen que desarrollar proyectos relacionados con la región, intervenciones y presentaciones, lo que deja poco tiempo para escribir.

"Estas residencias se diseñaron para crear, no para que una persona se transforme en animador cultural", denuncia Samantha Bailly. Añade que es muy difícil para las mujeres acceder a las becas. "Sociológicamente, las mujeres profesionales comienzan a acceder a las becas con alrededor de cuarenta años. Así que a menudo tienen hijos, y en nuestra sociedad es ella también la que lleva la carga psicológica. ¿Qué clase de persona puede dejar a su familia durante seis meses? No es para nada realista". Para las jóvenes autoras manifestantes, "esto no es un plan de vida".

Un grupo de autores obstinados se resisten a las grandes editoriales

En paralelo al festival, algunos autores jóvenes han decidido crear su propio festival certamen, Spin-Off, dedicado a la autoedición. En su cuarta edición, reúne a más de ochenta microeditoriales internacionales: autores que se autoeditan o pequeños editores que controlan todo el proceso de creación. Todos los beneficios se los lleva el artista, pero los gastos también corren de su cuenta. Además de tener que financiarse a sí mismos, los artistas son polifacéticos: trabajan como autores, editores, impresores, vendedores...

"Me encanta la libertad que me da la autoedición, pero no se puede vivir de ella".

Merieme Mesfioui es la confundadora Spin-Off. Ella también es muy polifacética: es diseñadora gráfica, ilustradora y autora de cómics. "La idea es mostrar una programación complementaria a la del FIBD. Mezclan artistas que todavía son estudiantes con profesionales que llevan trabajando más de veinte años. También hay colectivos en Serbia, Argentina, Taiwán y Corea del Sur. La idea es mostrar toda la riqueza creativa que puede ofrecer este pequeño nicho de mercado. Me encanta la libertad que me proporciona la autoedición, pero no se puede vivir de ella".

La microedición puede servir de trampolín para los jóvenes autores que pueden darse a conocer a las editoriales más importantes. Pero hay que asumir un montón de funciones distintas.


Foto de portada: Ilustración de Bianca Dall’Osso. Descubre todos sus trabajos en su cuenta de Instagram.

Lee también: La historia europea, en cómic

Translated from La bande-dessinée : une bulle de précarité