Dos películas rememoran el pasado comunista
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Alejandro García-Córcoles CarrascalHan adoptado la siguiente doctrina: “Del pasado, hacemos cuenta nueva”. En la República Checa como en Rumanía, el debate público sobre el comunismo es casi inexistente. Dos películas proyectadas en la Berlinale, una rumana y otra checa, intentan de nuevo despertar la conciencia ciudadana sobre el asunto de la policía política
Se hacían llamar ‘Stasi’ o ‘Securitate’: los órganos de seguridad y de represión de los estados comunistas de Europa Central y del Este cautivan actualmente al público del festival internacional de cine de Berlín gracias a Kawasakiho Ruze, (Kawasaki Rose, 2009) del checo Jan Hrebejk y Portretul Luptătorului la tinerete (‘Retrato de un luchador de joven’, 2010) del rumano Constantin Popescu. Un pasado todavía difícil de abordar en países donde cada ciudadano tuvo, un día, el dilema moral: ayudar al régimen y permanecer, o resistir a las injusticias del poder y desaparecer. Tratar este tema en el cine es describir la rutina de una sociedad post-comunista y reunir una de las cosas más universales: la elección existencial de los individuos.
En el maquis
Las dos cintas proponen perspectivas diferentes. Portretul luptătorului la tinereţe pone en escena la resistencia anti comunista en la posguerra. Su existencia no se ha hecho pública hasta 1989, cuando el muro del silencio erigido por la Securitate se desmorona con el comunismo. Sigue la historia de jóvenes estudiantes idealistas, en torno al líder Ion Gavrilă Ogoranu, que puso al maquis para combatir al régimen totalitario y evitar que se consolidara. La resistencia espera una intervención de los aliados occidentales contra la Rumanía comunista, que no llega nunca. La Securitate tortura a los suyos hasta la muerte, emprendiendo una persecución constante. Los años pasan y el combate continúa, pero la esperanza desaparece lentamente. Una pregunta atormenta todavía al espíritu de Ogoranu: “ ¿Y tú papá, qué vas a hacer?”
Kawasakiho Ruze se hace cargo en este momento. Él describe la historia de Pavel Josek en la República Checa post-comunista, un psiquiatra disidente a quien el pasado de informador de la StB, el servicio secreto checo, se reaparece. Debe hacer frente a las miradas acusadoras de los suyos, incluyendo a los más jóvenes, que no comprenden su historia. Josek explica las concesiones que ha aceptado hacer: “Tomar un café con una prostituta está moralmente aceptado, en cambio seguirla a una habitación de hotel es inmoral, el problema con la StB es que tuve la impresión de tomar café cuando ya estábamos en la habitación”, dice el personaje, que no sabía si era malo o bueno.
Trabajo de memoria
Dando a Ogoranu y a sus compañeros su estatus heroico, desmontando, pétalo por pétalo, el camino de un disidente, Popescu y Hrebejk quieren dar más sentido al pasado para estar más tranquilos de cara al futuro. En Rumanía, no todos los archivos de la época comunista han sido totalmente publicados. Sólo unas pocas voces, como la de Teodor Maries, figura de la revolución de 1989, aluden a un trabajo de memoria y a la publicación de todos los archivos. Pero su lucha está considerada por la mayoría como inútil y condenada al fracaso, porque la sociedad ha cambiado desde 1989. Los ideales de la Revolución de Terciopelo, como la revolución contra Ceaucescu han perdido su relevancia en las sociedades sin puntos de referencia, que piensan en el futuro y olvidan hacer un trabajo de memoria.
Translated from A la Berlinale, deux films convoquent les témoins du communisme