DISPUTAS TERRITORIALES EN GEORGIA: LA «FRONTERIZACIÓN» REVELA HERIDAS AUN ABIERTAS
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Alma Martín JuanMientras la clase política se esfuerza para dominar el juego de la realpolitik, el sentimiento colectivo de injusticia permanece ignorado a ambos lados de la frontera.
La semana pasada, el gobierno de EEUU declaró su «preocupación» por la demarcación de las fronteras de Abjasia y Osetia del Sur, y destacó la inquietud producida por los obstáculos a los que se enfrentan los habitantes de las zonas fronterizas. La declaración fue una respuesta a la preocupación creciente del gobierno de Tiflis por lo que significa para el futuro de la región la «fronterización» de Abjasia y Osetia del Sur. Aunque es dudoso que las declaraciones alteren los hechos sobre el terreno, el hecho de que apenas se mencionara el impacto humano de la disputa fronteriza es notorio. Durante los últimos veinte años, los expertos han debatido diferentes estrategias para resolver el desacuerdo sobre las repúblicas independizadas de facto de Georgia. Sin embargo, entre las Resoluciones del Consejo de Seguridad y las negociaciones de alto nivel, las voces de los que viven en el conflicto paralizado han quedado sofocadas.
Mientras la clase política se esfuerza para dominar el juego de la realpolitik, el sentimiento colectivo de injusticia permanece ignorado a ambos lados de la frontera. En el transcurso de una fresca tarde de otoño en uno de los muchos cafés que pueblan Tiflis, la conversación se dirigió inevitablemente a Abjasia. «Me encanta Abjasia, es un sueño para mi, tengo una casa allí, pero nunca he ido», me dijo una joven con emoción. Sus palabras se quedaron grabadas en mi memoria. A la temprana edad de 22 años, esta chica era demasiado joven para recordar la guerra en Abjasia 20 años antes, aunque podía narrar las privaciones que pasaron sus padres como si ella misma las hubiera sufrido. Para muchos georgianos que nunca han visitado Abjasia, el territorio es una bella tierra mítica, arrancada del pecho de su madre por un vecino tiránico.
Esta región «exótica», conocida por los georgianos como una de las zonas más bellas del país, es un lugar difícil de visitar para ellos. Desde luego, viajar por territorios en disputa puede suponer una serie de contratiempos logísticos, y a los que viven cerca se les suele requerir una gran cantidad de documentación. El gobierno de Georgia considera a Abjasia una república autónoma dentro de Georgia, mientras que los abjasios se mantienen firmes en la afirmación de su independencia como estado. Tras el conflicto armado entre Georgia y Rusia en 2008, Rusia reconoció formalmente la independencia de Abjasia y Osetia del Sur. Hasta ahora, sólo Nicaragua, Nauru, Venezuela y Tuvalu se han unido a Rusia en el reconocimiento, un hecho del que el gobierno autónomo de Abjasia culpa a los gobiernos occidentales. Tanto los rusos como los abjasios acusan a EEUU y muchos estados de la UE de haber adoptado una postura hipócrita al reconocer la declaración unilateral de independencia de Kosovo en su escisión de Serbia, y negar el reconocimiento a Abjasia y Osetia del Sur. A pesar de las quejas, la postura del gobierno georgiano a favor de Occidente y sus buenas relaciones diplomáticas continúan asegurando la falta de apoyo internacional a las regiones separatistas dentro del país.
LO PERSONAL Y LO POLÍTICO
Aunque resultaría simplista afirmar que la única herramienta útil para resolver la situación es la educación a favor del entendimiento mutuo y la comunicación, el impacto potencial de este tipo de actividades ha sido muy subestimado en Georgia. La clase política olvida con demasiada facilidad que los resultados políticos suelen ser producto de las emociones. Las personalidades que adornan el mapa de la política, con sus ideologías conflictivas y visiones del mundo, tienen bastante más influencia para determinar el resultado de un conflicto de la que a muchos les gustaría reconocer. Al ignorar el lado humano y psicológico de un conflicto tras el fin de la matanza, creamos el marco idóneo para la insatisfacción continua en ambos bandos. No basta con dejar que las generaciones pasen para que cicatricen las heridas, porque como hemos visto en Yugoslavia, no hace falta mucho para reabrir heridas de generaciones anteriores y manipular los traumas del pasado con fines políticos y económicos. Antes de que se obtenga reconocimiento internacional y las misiones de control puedan volver a casa, los políticos de ambos bandos tienen que afrontar el dolor colectivo, el luto y la aflicción que todavía sufren sus ciudadanos.
Para muchos georgianos, la guerra en Abjasia todavía es una gran parte de su realidad. Se estima que 25.000 personas fallecieron en el conflicto, y que 300.000 se vieron obligadas a huir por no pertenecer a la etnia abjasia. Muchas de estas personas todavía viven aisladas en viviendas comunitarias construidas específicamente para desplazados internos y se esfuerzan por integrarse totalmente en la sociedad georgiana. Incluso en la capital de Georgia, Tiflis, es habitual oír historias tristes sobre parientes y seres queridos perdidos, y las palabras «Amo Abjasia» se extienden por los muros de la ciudad en forma de grafiti como un recordatorio conmovedor de todo lo perdido.
GUERRAS CIVILES SIN FINAL A LA VISTA
Como señaló tan acertadamente el sociólogo caucásico Georgi Derlugian, un conflicto estancado no es más que una guerra civil sin concluir. El 26 de agosto de 2013, Vladimir Putin envió un mensaje de enhorabuena a los líderes de Abjasia y Osetia del Sur para celebrar el quinto aniversario del reconocimiento de su independencia por parte de Rusia. El presidente ruso prometió continuar proporcionando «apoyo y asistencia totales» a ambos territorios, una promesa cuyo cumplimiento se facilitará con los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014, organizados por Rusia en la vecina Sochi. Como era de esperar, el gobierno de Georgia también sigue decidido a valerse de su influencia diplomática para reintegrar estas regiones como sus propiedades, una meta totalmente incompatible con la realidad actual sobre el terreno. Pero a medida que el juego continúa sin un final a la vista, lo único peor que el punto muerto de las tensiones sin resolver es la perspectiva de llegar a una solución mediante el resurgimiento de un conflicto.
Translated from Georgia's disputed territories: 'borderisation' Shows emotions still raw