Diez años después, ¿sigue siendo la revolución tunecina un sueño imposible?
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Amanda Maruny PazEl 14 de enero de 2011, el presidente Ben Ali huía del país tras otra noche más de disturbios. A sus espaldas quedaba todo un pueblo sublevado tras 23 años de poder absoluto. Diez años más tarde, el islam político se ha extendido en la sociedad tunecina, afectando a algunos de los nuevos derechos conquistados. En ocasiones aclamado por su modelo democrático, y en otras atrapado por sus viejos demonios, es momento de que Túnez haga balance.
«¡El pueblo quiere la disolución del Parlamento, el pueblo quiere la caída del régimen!»
El viernes 18 de diciembre, la plaza del Bardo vibró al ritmo de las proclamas, que cada vez se oían más alto. La manifestación, promovida por la UGTT (Unión General Tunecina del Trabajo), reunió a varios centenares de ciudadanos y asociaciones con el objetivo de «defender un Estado civil (frente a un Estado religioso), condenar la violencia, la instrumentalización de la religión y la explotación de la pobreza». La protesta responde a la agresión física, diez días antes, contra tres diputados del bloque democrático por parte de los integrantes de Al Karama (una coalición parlamentaria extremista afín a Ennahdha, un importante partido político demócrata islámico). Entre las víctimas figuraba Samia Abbou, una diputada conocida por sus apasionadas intervenciones en la Asamblea de Representantes del Pueblo (ARP). Acudió a la manifestación, pero prefirió permanecer en un segundo plano. Todavía no se había recuperado por completo del violento incidente que tuvo lugar en el mismo parlamento tunecino, que dejó unas imágenes algo sangrientas.
Aquel día, en plena reunión de la Comisión de la Mujer en el Parlamento, la violencia verbal adquirió tintes más graves. El origen de la discordia reside en el discurso del diputado de Al Karama, Mohamed Affès, que calificó a las madres solteras de «putas o mujeres violadas». También atacó a los defensores de los derechos de la mujer: «Para ellos, los logros para las mujeres son las madres solteras, las relaciones sexuales fuera del matrimonio, el derecho al aborto, el libertinaje, el adulterio y la homosexualidad».
Según el informe anual sobre derecho tunecino de la ONG Al-Bawsala, el clima de violencia que impera en la ARP se ha cebado especialmente con las mujeres del ámbito político desde la última legislatura en 2019. «El diputado Affès nos tiene acostumbrados a la estigmatización de las mujeres porque toma como base la Sharia (estricta ley islámica que aplican algunos países musulmanes)», dijo el diputado demócrata, al tiempo que lamentaba una «falta sistemática de sanciones» y el incumplimiento de la ley. El año pasado, el presidente del Parlamento, y número uno de Ennadha, Rached Ghanouchi, violó el reglamento del Parlamento con su decisión de posicionarse respecto a la cuestión libia, sabiendo que la postura del gobierno tunecino imponía la neutralidad respecto a Libia.
A la cabeza de la comitiva, miembros de la sociedad civil, como Wafa Khouaja, del colectivo Mujeres y Liderazgo, hicieron oír su voz. «Queremos una igualdad real, no en apariencia. Queremos hacer realidad los derechos que ya aparecen en la ley pero que no se han hecho efectivos debido a la corrupción en los distintos organismos del Estado, algo que ha debilitado sus instituciones». El comportamiento del presidente del Parlamento y líder del partido Ennadha ha sido señalado por un grupo de diputados que critican su pasividad y su actitud de dejadez ante los excesos de algunos cargos electos.
A pocos metros se encontraba un grupo de jóvenes del Colectivo para la Legalización del Cannabis (COLEC, por sus siglas en francés) que coreaban lemas contra la Ley 52, en vigor desde 1992 y que prevé «penas de prisión de uno a cinco años y multas de entre 1.000 y 3.000 dinares para todo poseedor o consumidor de estupefacientes». Se trata de un tema que ocupa el primer puesto en los debates sociales y políticos en Túnez desde la revolución de 2011, que incrementó las reivindicaciones relacionadas con las libertades individuales.
Sin embargo, ese día la policía no acorraló a los activistas pro-cannabis sino a los que pertenecen a Falgatna («Basta ya» en español), un movimiento feminista interseccional cuya misión es luchar contra el Estado patriarcal y su «tratamiento laxo de los delitos sexuales y sexistas».
Lucha constitucional disfrazada de religión
Yosra Frawes enciende un cigarro en el lujoso barrio de Mutuelleville, al norte de Túnez, en las instalaciones de la Federación Tunecina por los Derechos Humanos. Con el pelo teñido de azul, los labios pintados de color burdeos y unas gafas negras, la presidenta de la Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas (ATFD, por sus siglas en francés) es una figura importante de la sociedad civil tunecina. Nació en Djedeida, una pequeña ciudad rural a 23 kilómetros de Túnez, donde el «cometido de las niñas es ir a trabajar a las 5 de la mañana en campos que no son suyos». En la actualidad, esta activista por los derechos humanos es abogada. Eligió este camino tras asistir a un debate organizado por la ATFD sobre los estereotipos de género en las telenovelas tunecinas en 1994. «Vi mujeres diferentes a las que veía en mi entorno. Mujeres que fumaban, que no tenían por qué tener el pelo largo o rubio y, sobre todo, que eran críticas con el régimen de Ben Ali». Seis años después, Yosra Frawes llamó a la puerta de su propia familia para que firmaran una petición de igualdad de género en las herencias. «Casi nadie estaba de acuerdo. Decían: "¡Bah, las mujeres demócratas, las vendidas a Francia, las que tienen una agenda occidentalista!"», comenta sobre esta petición, que para ella significó un divorcio con el marco de referencia religioso y que «la condenó como mujer».
Su sistema de referencia es como el del Código de Estatuto Personal, promulgado en la independencia de Túnez en 1956. Con el objetivo de establecer la igualdad entre hombres y mujeres en varios ámbitos, este documento rompe con la poligamia, el matrimonio infantil y la posibilidad de divorcio extrajudicial.
Basándose en esta referencia legal, Béji Caid Essebsi, expresidente y fundador del partido liberal Nidaa Tounes, revela su propuesta de proyecto de ley que establece la igualdad en las herencias el 13 de agosto de 2018, con motivo del Día de la Mujer. Y supone una modificación del Código de Estatuto Personal a los sesenta y dos años de su creación. La idea fue bien acogida por las Naciones Unidas y el presidente la consideró una oportunidad única para marcar su presidencia con una reforma histórica. Sin embargo, los parlamentarios prefirieron retrasar el proceso por las reticencias de una parte de la sociedad y el proyecto de ley acabó fracasando.
Para Yosra Frawes, la emancipación de las mujeres no será posible hasta que no se modifique el marco legal del Código de Estatuto Personal. «Los hombres tienen más derechos en la tutela de los hijos. Además de ser discriminadas en la herencia, las mujeres también son discriminadas en el matrimonio, ya que tienen que pagar una dote para casarse. Si se paga una dote, ella no puede oponerse a la consumación del matrimonio». Fuente de jurisprudencia en Túnez, la ley coránica establece que la mujer hereda la mitad de lo que corresponde al hombre del mismo grado de parentesco. Beji Caied Essebsi no pudo rebatir este principio, al igual que su predecesor Habib Bourguiba, que gozaba de gran legitimidad tras haber encabezado el movimiento por la independencia de Túnez.
«La planificación familiar se encuentra en un estado lamentable»
Desde que el partido islamista recuperó su posición como primera fuerza política del país en 2019, la activista de los derechos humanos teme que vuelvan a ser un estado religioso. Una «regresión» que afecta sobre todo a las mujeres. «Desde que el Ministerio de Sanidad está bajo el mando de Ennahdha, la planificación familiar se encuentra en un estado lamentable. Estamos presenciando un descenso vertiginoso del uso de métodos anticonceptivos». Por último, cabe decir que: «Hay una política de Estado en camino» respecto al aumento de los nacimientos recogido en un informe del Instituto Nacional de Estadística.
Sospechas sobre la financiación
«Dos cafés, por favor». Néji Bghouri, cliente habitual de Queen, uno de los innumerables cafés que se han abierto en la ciudad de Ennasr en los últimos veinte años, hace su pedido. Presidente del Sindicato Nacional de Periodistas Tunecinos (SNJT, por sus siglas en francés) hasta el pasado mes de septiembre, lidera, al igual que Yosra Frawes, una lucha ideológica contra el islam político. Después de vivir bajo una capa de plomo durante 23 años, los medios de comunicación tunecinos eclosionaron tras la revolución. Como resultado, Túnez cuenta ahora con 85 periódicos, 44 emisoras de radio y 17 canales de televisión. «Sin embargo, no hay diversidad de contenidos. El Estado no ha reformado los medios de comunicación públicos. Es el mismo modelo de negocio que hay en todas partes», señala el periodista. Diez años después de la marcha de Ben Ali, la libertad de expresión ya no se cuestiona. La injerencia política y económica en los medios de comunicación está a la orden del día con la detención, el 24 de diciembre, de Nabil Karoui, antiguo candidato presidencial y accionista del canal de televisión privado Nessma. Sin embargo, este dominio político sobre un medio de comunicación está prohibido por el Decreto 116 sobre la libertad de comunicación audiovisual.
«No podemos hablar de libertad de prensa ni de democracia cuando hay injerencias políticas en los medios de comunicació», dice Néji Bghouri. Según la Alta Autoridad Independiente de Comunicación Audiovisual (HAICA, por sus siglas en francés), esto se traduce en una opacidad financiera característica de varios medios de comunicación privados. «Desde 2012, los medios de comunicación funcionan sin publicidad y sin limitaciones financieras», revela Hichem Snoussi, miembro de la HAICA. «Radio Zitouna no tiene licencia, pero factura unos 300.000 dinares al mes y su financiación es sospechosa». Según él, la infiltración de capital en los medios audiovisuales viene del extranjero. «Parece que Zitouna paga en moneda extranjera y no desde Túnez. No hemos encontrado ningún rastro de que se hayan transferido fondos según la normativa vigente. El canal está protegido por Ennahdha. Ahora bien, ¿de dónde sale el dinero?».
«No podemos hablar de libertad de prensa ni de democracia cuando hay injerencias políticas en los medios de comunicación»
Al igual que Hichem Snoussi, Néji Bghouri considera que la batalla por la libertad de prensa no terminará mientras los medios de comunicación estén en connivencia con las autoridades políticas. El 7 de diciembre, el diputado y propietario de Radio Coran, Said Jaziri, y sus partidarios bloquearon la sede de la HAICA para impugnar la decisión, tomada unos días antes, de cerrar su emisora. La emisora estaba en una situación ilegal y ya había sido sancionada por la HAICA en enero de 2020 por incitar al asesinato del ministro de Agricultura. «Hay que proteger a los miembros de la HAICA», dijo Hichem Snoussi sobre su institución, calificada de «enemiga de Dios» por Said Jaziri. Néji Bghouri obtuvo protección en 2013 tras recibir amenazas de muerte.
Diez años después del inicio de la revolución, la democracia tunecina está debilitada por una parálisis política asociada a las dificultades socioeconómicas. De hecho, los derechos básicos están consagrados en la Constitución de 2014, pero no todos evolucionan a la misma velocidad. Yosra Frawes llega a la misma conclusión sobre la igualdad de género. «¿Has visto alguna vez a una mujer en el servicio de correos? ¿Alguna mujer que trabaje en la STEG? (Compañía Tunecina de Electricidad y Gas)». Según el último informe nacional sobre género, existe una diferencia del 25% entre los salarios de hombres y mujeres en la contratación. Según ella, esta situación se debe a las múltiples ofertas de trabajo que exigen haber cumplido el servicio militar, un «criterio que excluye a las mujeres».
Más allá del desafío yihadista y su ola de atentados mortales en 2015 y de una degradación social y económica sin precedentes, lo que parece estar en juego es la identidad civil y democrática. Según Hichem Snoussi, es un juego de doble o nada en el que Túnez no tiene ningún futuro «fuera del Estado civil y democrático».
Foto de portada: Ghofrane bel Hadj Aissa
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Translated from Révolution tunisienne : dix ans après, un rêve toujours condamné ?