Dame una bicicleta y veré el mundo
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Raquel SevillaPablo e Ilze recorren el mundo, y lo hacen en bicicleta. Gastando menos de 3 euros al día, han pedaleado más de 25 000 Km y cruzado 25 países desde que dejaron el Reino Unido, hace tres años. Pablo cuenta su historia a Cafébabel, sentado en una playa de Malasia.
Pablo despierta en una playa de portada de revista, en la costa oriental de Malasia. Sin billete de avión en el bolsillo; le ha bastado su bici para llegar allí. Desde que dejó Londres, hace tres años, ha pedaleado más de 25 000 kilómetros. Junto a Ilze, una joven letona que conoció en sus primeros viajes por Europa, ha atravesado 25 países sobre dos ruedas: el Camino de Santiago en España, los Alpes, los Balcanes, Grecia, Turquía, Irán, Kirguistán, China, Tailandia... Sin una fecha de regreso fijada, ahora corren el mundo en sus bicis.
La vida de Pablo cambió en 2011, cuando dejó su trabajo como camarero en Asturias, en el norte de España. Su plan era opositar. «Tenía algunos ahorros, pero nunca había viajado, y pensé hacer un par de viajes aprovechando los vuelos baratos que había entonces». En esos viajes, conoció a otros viajeros que le inspiraron para seguir explorando el mundo. Un viaje de dos semanas se ha convertido en siete años de vida nómada.
Pablo empezó a hacer autoestop, buscar alojamiento en Couchsurfing -web que conecta a personas que ofrecen alojamiento gratuito- y utilizar otros recursos alternativos que le permitían correr el mundo durante largos periodos de tiempo y sin gastar mucho dinero.
Después de un año viajando por Europa en autoestop, conoció a Ilze, que se convertiría en su compañera de ruta. Se conocieron en Letonia y quedaron en volver a verse en Polonia. Desde allí, pensaban hacer autoestop hasta Croacia. De coche en coche, acabaron en Budapest, donde Ilze pensaba tomar su vuelo de vuelta; pero lo perdió por un par de horas. Pablo explica en su blog: «Le pedí que hiciera autoestop conmigo hasta Riga. La respuesta no tardó en llegar: sí, de acuerdo. Una vez en Riga no me llevó más de dos semanas convencerla de que dejara su trabajo y siguiera viajando conmigo por Europa, Marruecos, el Sureste asiático...».
Tres años después, en 2014, decidieron coger sus bicis y empezar un viaje de un mes por Inglaterra y Escocia. «La bicicleta te da mucha libertad en cuanto a los caminos que puedes tomar y las cosas que puedes llevar, como una tienda o utensilios de cocina.- explica Pablo- También puedes llevar un equipaje más pesado, necesario para viajar en invierno.»
Dos años en bici llevaron a Pablo e Ilze a China. En ese tiempo, gastaron menos de tres euros al día; ninguno en hospedaje. «Sólo pagamos alojamiento una vez: en Uzbequistán; porque era necesario para registrarse [en la aduana]», nos cuenta Pablo.
Pasaban las noches en sus tiendas o en las casas de los que les invitan en el camino. Este último año, desde su llagada al sudeste asiático, están gastando un poco más porque se están permitiendo algunos pequeños lujos, como salir a comer, tomar batidos y dormir en alojamientos de pago.
«La gente es muy abierta y hospitalaria», cuenta. En Irán, por ejemplo, «un día cualquiera, te levantas y se te acerca alguien con comida. Cuando vas en bici, la gente te saluda y te llama para darte comida o hacerse una foto contigo. Llega un punto en que tienes que decir: lo siento, quiero pedalear un poco.»
«Cuando paras, si hay alguna casa cerca, la gente llega y te ofrece una sandía o un melón y te invitan a pasar a su casa, con aire acondicionado. Si aceptas la invitación, a veces harán que te quedes uno o tres días. Llegan más miembros de la familia, te dan de comer y te piden que te quedes. Si no lo evitas, una de cada cuatro personas que te saludan te ofrecerá pasar la noche en su casa.»
No obstante, incluso tres euros al día pueden suponer una buena suma al cabo de un tiempo. Pablo dice que, para ganar algún dinero extra durante el camino, ha dado clases de fotografía y de español. En China, donde pasaron un año, llegó a entrenar a un equipo de baloncesto.
Viajar no es lo mismo que ir de vacaciones
«Cuando emprendas tu viaje a Ítaca,
pide que el camino sea largo,
lleno de aventura, de conocimiento.»
Así comienza Ítaca, el famoso poema de Kavafis. Así es, más o menos, cómo ve Pablo su aventura, según explica en su blog: «viajar es la experiencia de ir de un lugar al siguiente, y lo que sucede en el camino; no solo lo que ves cuando llegas a tu destino.» Pasó un año en China y lleva un mes en Tailandia. No tiene muchos planes para el futuro: «tener planes te ata y te impide ir a lugares y descubrirlos», dice.
Después de un descanso en Europa para ver a sus familias, a las que no han visitado en más de tres años, Pablo e Ilze quieren pedalear hasta Singapur y tomar un barco hasta Indonesia. Allí, «buscaremos un barquito que nos lleve a Australia a cambio de echar una mano a la tripulación.» El siguiente paso será llegar a Nueva Zelanda. «Intentaremos encontrar otro barco y atravesar el océano Pacífico; en un viaje directo o de isla en isla; ya veremos. Si no, cogeremos un avión hasta América y viajaremos por el continente de norte a sur.»
Si tienes ganas de hacer algo parecido, Pablo ofrece montones de consejos en su blog, The Crazy Travel; desde cómo escoger una buena bicicleta hasta cómo acampar en cualquier lugar, o cómo pagar al mismo precio que los lugareños cuando estás lejos de casa.
En el futuro, quizá podamos leer todas sus historias en el libro que está escribiendo. Quiere describir las tradiciones que ha conocido en el camino, las conversaciones interesantes que ha tenido y los lugares que ha descubierto: «un pedacito de la vida del nómada.»
Translated from Give me a bike so I can see the world