Conversaciones en la Jungla de Calais
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Cristina Lizarbe RuizEl voluntariado no consiste solamente en donar tus posesiones materiales o en construir orfanatos en la otra punta del mundo. A veces, puede ser tan sencillo como tener una conversación.
Conocida como "la Jungla", el campo de refugiados de Calais, en el norte de Francia, es actualmente hogar de unas 7.300 personas provenientes África, Asia y Oriente Medio, que intentan hacer el corto, pero peligroso, viaje a través del Canal de la Mancha para encontrar trabajo en Reino Unido. Después de escuchar muchas de sus historias en las noticias, Adela, una estudiante de 23 años de Sheffield, Reino Unido, decidió el pasado junio que quería hacer algo para ayudar.
"La verdad es que no sabía cómo llegar hasta allí", admite. "Obviamente, no podía meterme en un campo de refugiados yo sola… Encontré esta organización llamada Care4Calais, que trabaja en un almacén a unos 15 minutos en coche de la Jungla".
Adela en Sheffield, y en su voluntariado en Care4Calais. Mueve la flecha para ver las imágenes.
Como todas las pensiones de la zona estaban llenas, Adela acabó pasando seis días en un camping cercano, donde a sus dueños no les hacía mucha gracia la existencia de la Jungla. "No se nos permitía contar qué era lo que estábamos haciendo allí. Hace, más o menos, un año, algunos de los voluntarios a largo plazo se alojaban en el camping. Cuando los dueños supieron por qué estaban allí, los echaron".
El trabajo de Adela como voluntaria se dividía en dos tareas principales. Las mañanas las pasaba organizando las montañas de ropa donada. Las tardes las dedicaba a dar clases de arte o de inglés, y a repartir paquetes de ropa y de comida a aquellos que los necesitaban. El número de donaciones le sorprendió: "Las donaciones son de muy buena calidad, todo el mundo en el campamento camina con zapatillas y chándals de Nike".
De hecho, las cosas que Care4Calais rechazaba solían enviarse a otras partes del mundo. "Lo encontré extraño, porque todas estas cosas ya habían recorrido una larga distancia hasta Calais y luego la gente tendría que pagar más para llevarlo a Siria o, en algunos casos, de vuelta a Inglaterra para algunas organizaciones de beneficencia nacionales".
Por las tardes, Adela era profesora voluntaria de inglés en la Jungla, aunque se dio cuenta rápidamente de que muchas de aquellas personas estaban sobrecualificadas. "Algunos de ellos hablaban un inglés increíble, eran médicos, profesores, y creo que simplemente necesitaban hablar. Estaban muy aburridos allí. En la Jungla, no se trata de sobrevivir; ya tienen suficiente para sobrevivir. Se trata de mejorar su calidad de vida".
Por supuesto, a diferencia de muchos campos de refugiados, la Jungla es sobre todo un lugar a medio camino del destino final. Para la gente que ha pasado por grandes dificultades para llegar a Calais, la meta en Inglaterra debe de resultarles terriblemente cercana.
"El último día, conocí a un hombre. Le pregunté: ‘¿Qué es lo que haces cuando no vienes a las clases de inglés?’. Dijo: ‘Me levanto por la mañana, intento cruzar la valla y la policía me detiene. Después de comer vuelvo allí y trato de cruzar la valla otra vez, la policía me detiene y regreso al campamento. Y luego, por la tarde, lo vuelvo a intentar. Tres veces al día, cada día que he pasado aquí, voy hasta la valla y trato de cruzarla para llegar a Inglaterra.’ Era muy triste, porque estaba muy decidido a ello, pero incluso si consigue llegar a Inglaterra, lo más probable es que lo cojan y lo devuelvan aquí".
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Este artículo forma parte de nuestra serie The Other Side of Summer, con la que contar historias de personas extraordinarias que sacrifican su verano para echar una mano a los demás.
Translated from Conversations from the Calais Jungle