Colonialismo ¿Hay alguien Inocente?
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eduardo s. garcésPasado colonial y culpa histórica podrían generar cierto deber de cooperación al desarrollo hoy en día. Pero ¿qué pasa con países como Polonia que han sido colonizados y conservan su propio esqueleto en el armario?
Recuerdo cuando estuve en India, la gente por la calle gritaba a mi paso: !Inglés, Inglés!. De nada servía explicares que yo era polaco: para ellos todos los europeos son iguales. A menudo me vi envuelto en discusiones anticolonialistas donde mis interlocutores a duras penas entendían que durante los últimos 200 años la historia polaca se ha parecido mucho más a la de cualquier colonia que a la de los imperios colonizadores.
Obligación de ayudar
Gran Bretaña, Francia, Alemania y otras potencias Europeas fueron los “Chicos malos” del colonialismo. Se llenaron los bolsillos y de paso los museos, con los bienes robados a sus colonias y ahora se dan de bruces con las acusaciones por las atrocidades cometidas. Para estos países, la cooperación al desarrollo no es sólo una forma pragmática de estabilizar ciertas regiones para mantener la paz en Europa, sino también una responsabilidad histórica. Pero, ¿cuál es la situación en los nuevos miembros de la UE? Yo, en mis clases de Historia, jamás estudié nada sobre un pasado colonial polaco. Para los Polacos, la pobreza en el tercer mundo es algo muy distante, dejando aparte la (según algunos, cristiana) obligación humanitaria de ayudar. Los polacos no encontramos ninguna razón moral o histórica para prestar ayuda al desarrollo. Está claro que no hemos tenido nada que ver con la explotación de colonias, por lo tanto no tenemos ningún tipo de responsabilidad moral para con la pobreza de los estados postcoloniales; los países del Este y de centroeuropa son “inocentes“.
O eso pensaba. Qué sorpresa me llevé cuando leyendo un articulo del periódico liberiano The Weekly Mirror, publicado en 1936, hallé lo siguiente: “Y ahora Polonia, que hasta 1914 ha sido un territorio colonial repartido entre tres potencias y a la que se le ha permitido llevar a cabo la Ley Wilson sobre autodeterminación, necesita sus propias colonias fuera de Europa, en África; (...)un antiguo siervo (...) quiere llegar a señor en un país africano”. Esa fue la reacción de Liberia ante los asentamientos polacos en su país en 1934. Disgustado por el artículo, el cónsul polaco en Liberia le preguntó a Varsovia por las directrices a seguir “en caso de que estos escuálidos excesos (los artículos antipolacos) por parte de estos negratas pseudocivilizados y pseudodemocraticos se vuelvan a repetir”. Varsovia exigió que se pusiera fin a esa campaña antipolaca, y obtuvieron como respuesta que en Liberia nadie podía restringir la Libertad de expresión. Los colonos polacos tuvieron que abandonar el país, como ya habían hecho años atrás en Angola, sitio descrito por una expedición polaca como altamente conveniente para crear asentamientos: “En Angola (...) los blancos no hacen ningún trabajo físico, de eso se encargan los negros”. Al final, los portugueses frustraron los planes polacos de comprar Angola, y los colonos se vieron forzados a abandonar el país.
Magadascar como potencial precursor de Israel
En efecto, la idea de un imperio polaco de ultramar estuvo muy viva durante el periodo de entreguerras. Por ejemplo, la Liga Marítima y de Colonias que aspiraba a que Polonia se convirtiese en un poder colonial, reclamaba para Polonia el 10% de las antiguas colonias alemanas. Tras diez años, en 1937, se completó un programa colonial polaco, que incluía propaganda sistemática, así como becas para los científicos interesados en temas relacionados con la colonización, o créditos para aquellos que estuvieran listos para arriesgarse y establecerse en África. Se consideraba que las colonias eran la panacea para todos los problemas, incluso para el problema judío. En 1936, el gobierno polaco llegó a la conclusión de que la única solución efectiva para zanjar la tensión en las relaciones Polaco-Judías consistía en mandar a todos los judíos a Madagascar, convirtiendo así la isla en la nueva Palestina. En esos tiempos, Madagascar aún era colonia francesa, y tan pronto como comenzaron las negociaciones con el gobierno francés, París se vio sumergida en una campaña antipolaca. Los periódicos se llenaron de titulares como “¿Magadascar colonia polaca? Jamás”, o “No queremos a los judíos polacos”. Así que fracasamos de nuevo.
Ni tan siquiera la escalada bélica de 1939, ni la amenaza de guerra hicieron que Polonia despertase de su sueño colonialista. Varsovia ordenó a sus embajadas en Washington y Londres que averiguasen qué partes de la Antártida no habían sido aún ocupadas por nadie para que Polonia lo hiciera. La guerra comenzó pronto y las tornas cambiaron de nuevo, Polonia tuvo que luchar por no convertirse en colonia de otros.
A pesar de que sería imposible equiparar el imperio Británico con el infructuoso amago colonial polaco, sería injusto negar que nosotros (los polacos) también hemos intentado aprovecharnos de los países más débiles. La diferencia entre Polonia y las potencias que mantuvieron verdaderos imperios coloniales no es moral, Polonia también quiso tener su propio imperio, pero falló. La disparidad reinante en el mundo actual ha evolucionado a partir del comportamiento europeo durante los últimos siglos, y en consecuencia, todos los europeos compartimos la responsabilidad sobre la situación actual del planeta. Aún así, la cooperación al desarrollo no debería estar motivada exclusivamente por la culpa histórica, sino por solidaridad y por apoyarnos mutuamente. No obstante, tampoco debemos olvidar el aspecto moral de nuestro pasado colonial común.
Fuentes: "Liga Morska i Kolonialna 1930-1939" de Tadeusz Bia©as
"Nowa encyklopedia powszechna PWN" de Wydawnictwo Naukowe
Translated from Colonialism: is anyone innocent?