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Chechenia: ¿qué hace Europa?

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Nueve años después de la segunda invasión rusa, violencia, destrucción y radicalismo religioso progresan en Chechenia. Un desastre humano agravado por la inhibición europea.

“Chechenia ya no figura en el orden del día”, declaraba en mayo pasado

un responsable ruso con ocasión de la cumbre entre Rusia y la UE. Seis años después del comienzo de la segunda guerra de Chechenia, ¿acaso la situación en esta pequeña república del Cáucaso se ha normalizado hasta el punto de poder obviarse en las relaciones que mantienen Europa y Rusia? En realidad, Chechenia sigue siendo un problema muy grave que merece por parte de los 25 mucho más interés del que le dedican en la actualidad.

¿Dónde está la normalización?

Una relativa calma se ha restablecido y la “normalización” ya no es un tema recurrente en el discurso ruso. Observadores independientes certifican la existencia de síntomas positivos: aumento del comercio, una mayor movilidad territorial y reconstrucción de edificios.

Se trata de una evolución que no hay que menospreciar tratándose de una sociedad muy pobre ni olvidando el estatuto particular que como región rebelde frente a la tutela rusa, posee Chechenia.

Durante la última década, se ha visto ciertamente arrasada por la guerra, la ocupación y la violencia. Los dos periodos de guerra total en 1994 y 1999, y la lucha armada que mantienen las fuerzas federales y los combatientes chechenos han provocado alrededor de 100.000 víctimas civiles –el 10% de la población de Chechenia-, decenas de miles de heridos y de desplazados y la devastación de todo un país. El Comité Internacional de Cruz Roja calculó que en 2003 el 60% de la población del centro y del sur de l país apenas lograba satisfacer sus necesidades alimenticias. Grozny todavía conserva el aspecto de un campo de ruinas.

Indefensión y radicalismo religioso

Además de los enfrentamientos militares, las decenas de mles de soldados rusos que ocupan Chechenia y los miembros del FSB (servicio secreto ruso) –sustituidos cada vez más por milicias chechenias pro rusas– siguen cometiendo graves violaciones de los Derechos Humanos: según varios informes de Amnistía Internacional, los secuestros de civiles seguidos de torturas y asesinatos, el comercio de personas o de órganos y los pillajes sistemáticos son legión. Son actos que quedan impunes: en esta zona sin ley, sometida a lo arbitrario y a la violencia, es raro ver iniciarse una investigación policial, y todavía más difícil es que llegue a buen término. Un informe abrumador de la Federación Internacional de los Derechos Humanos (FIDH) publicado en 2002 señalaba con el dedo acusador este “sistema organizado de terror e impunidad”.

Por otro lado, en esta sociedad tan desequilibrada y desgarrada desde hace diez años, el Islam radical progresa en el seno de su población empobrecida y muy castigada. La lucha contra el colonialismo ruso y la exacerbación religiosa que opone unos a otros a los señores de la guerra respectivos han contribuido con creces a catalizar esta radicalización. Los jóvenes chechenos son especialmente sensibles al discurso wahabita importado a la región durante los años noventa. Aunque esta corriente sea minoritaria frente al sufismo –versión mística del Islam tradicionalmente mayoritaria en la región-, alimenta el evolución de los rebeldes chechenos hacia el terrorismo más radical, como se puso de manifiesto en el secuestro de la escuela de Beslan en septiembre de 2004. Los recientes enfrentamientos en Naltchik, la capital

de la vecina república de Kabardino-Balkaria demuestran que la

oposición armada al poder ruso tiende a extenderse por el resto del norte caucásico.

Europa frente a Chechenia

La postura de los principales Estados europeos en relación con la cuestión chechena

Se caracteriza por su gran discreción. Si bien la Corte Europea de Derechos Humanos (CEDH) condenó en febrero a Rusia, los 25 jamás han adoptado sanciones en su contra y apenas se han limitado a emitir tímidos reproches. Sin embargo, el caso checheno ilustra bien toda la distancia que existe hoy entre Rusia y los principios de respeto de los Derechos Humanos, de protección de las minorías y de la democracia defendidos por la UE. Por encima de las justificaciones oficiales acerca de esta postura –la necesidad de preservar un estrecho diálogo con Moscú amenazada por una eventual crítica firme-, también existen motivos económicos: Rusia representa un mercado de creciente importancia y dispone de materias primas muy codiciadas, como el gas y el petróleo. Dicho esto, el peso económico de Rusia no deja de ser limitado, así como la dependencia energética europea respecto de ella.

Las razones de orden diplomático también poseen su importancia: al conservar su escaño como miembro permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, Rusia dispone de una ventaja esencial en el tablero diplomático mundial. Aunque no todo es de color negro: la cooperación entre la UE y Rusia ha prgresado bastante en los últimos años. Entre los cuatro “espacios comunes” que componen el acuerdo de asocaición y cooperación firmado en 1997, el concerniente a la libertad y a la justicia permite un debate continuado sobre Derechos Humanos y en especial sobre la cuestión chechena. Es más, la importante ayuda humanitaria aportada por la Comisión europea debería proporcionarle a la UE el derecho de inmiscuirse más en la cuestión de Chechenia.

Translated from Tchétchénie : que fait l'Europe ?