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Berlín: “¡Esto está lleno de modernas de m*****!”

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Florinda Silbato

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Berlín vive una ocupación. Considerados una especie social en vías de multiplicación, el moderno —y, por supuesto, la moderna— están levantando la aversión de los autóctonos de Neukölln, el barrio de moda de la capital alemana que oscila entre proteger esta tendencia o resistirse frente al invasor.

Do not fuck with us”, puede leerse en letras mayúsculas en la puerta de entrada. A la izquierda, una bandera de Grecia mal puesta cae sobre un altavoz polvoriento. A la derecha, las ventanas empañadas están acribilladas de pegatinas anarquistas. En la sala de fumadores, los clientes juegan a las cartas a la luz de una vela mientras que un tullido demasiado borracho se tambalea delante de una pancarta: "OccupyNeukölnn". Bienvenido al bar de Matthias Merkle.

El diablo viste de Zara

El Freies Neukölln (en castellano, Neukölln libre), que recuerda las horas más sombrías de la resistencia, simboliza uno de los búnkeres del barrio que todavía se enfrenta a la invasión de adolescentes con bigote. Rodeado por las cafeterías que proponen leche de soja y bocadillos de aguacate, el dueño del bar de 42 años ha decidido vengarse. Matthias ha publicado un vídeo en el que acosa a los modernos en bicicleta. Y los insulta. Durante los tres últimos meses, en Neukölln o Kreuzberg (barrios del sur de Berlín), docenas de cafés y tiendas que se tenían por modernas han sido atacadas con huevos, piedras o cócteles molotov. En las paredes, cerca de las ventanas rotas, insultos: “Ahora los turistas solo tienen que congelarse”, “Fucking artists”, etc.

De izquierda a derecha, insulto dedicado a los turistas relacionado con el “fisting”, “Gais, nazis y modernos, ¡idos a la mierda!” y el emblema de los antifascistas.

“El odio a los modernos se ha convertido en una especie de sentido común en Berlín”, explica tranquilamente Janek Korsky. Este trabajador social de 30 años y origen bávaro se ha convertido sin duda en el opositor más firme a las ocurrencias de Merkle y compañía. En 2010, creó junto con varios amigos comunistas una organización destacable: Hipster Antifa Neukölln. Con la cabeza rapada y sudadera, Janek está bastante lejos de ser un moderno: “Solo hemos utilizado el nombre para provocar a quienes iban demasiado lejos”, apunta. Resulta curioso que la gente que está paradoxalmente en la misma opinión política que él —extrema izquierda— provoca que el entrevistado rechace fotos y evite revelar información biográfica. “Quienes dicen ser de izquierda, pero llevan a cabo acciones violentas que encierran racismo pueden ser peligrosos”.

“Los modernos son indicadores de un cambio”

Según Janek, el debate supera con creces el concepto comodín del aburguesamiento (gentrification) y procede de una verdadera cuestión social: “Los anarquistas y los comunistas veían en los barrios como Neukölln la expresión de un compromiso artístico y activista de vanguardia. Ahora, los modernos han sustituido a los okupas y pasan de los temas políticos porque lo que les interesa es, ante todo, ellos mismos”. La alergia a los modernos puede apreciarse más allá de páginas Tumblr rebosantes de hiel. Además, la especie social es desde hace poco el objeto de estudio de un profesor estadounidense, autor de un ensayo sociológico en 2010: What Was The Hipster? A Sociological Investigation.

En las columnas de The New York Times, Mark Greif proclama que para comprender el problema podemos leer a Bourdieu (La Distinction, 1979): una forma de decir que amar u odiar al moderno es, ante todo, una cuestión de gusto. Esta es la opinión de tres jóvenes que han subido a Internet un clip de tres minutos para describir el puro moderno berlinés. Joel, Maya y Jan —de 21, 19 y 22 años respectivamente— están sentados en el interior de un café molón de los que hay tantos en Kreuzberg. En la mesa, paquetes de cigarrillos liados y un vaso de zumo de naranja natural que el trío va a compartir durante la entrevista. Alrededor, una efusión de vaqueros de pitillo, camisas de cuadros y bolsos de tela.

Posan delante de un bar apodado “El barco ebrio” (“Le Bateau ivre” de Rimbaud): los modernos no solo cuidan su estilismo, sino que también cultivan las letras.

“Queríamos subrayar que la gente de nuestra generación tiene una tendencia a ser creativo y a hacer del arte algo sofisticado”, empieza Maya, cuyo sueño es formar un grupo de rock progresivo. “También hemos observado el debate alrededor de los modernos en Berlín para darnos cuenta de que a veces se ha tomado demasiado en serio”, suelta Jan, un rubio alto cuya mecha atontada traiciona su pertenencia social a primer golpe de vista. Joel se queda a gusto: “Para mí, los modernos son indicadores de un cambio. Y la gente se siente ofendida por una evolución que no controlan”.

Modernos en serie

Dicho esto, una cuestión persiste. ¿Por qué Berlín atrae todo el odio de Europa respecto a los modernos? La respuesta puede encontrarse en un restaurante americano de burritos situado al este de la capital. Con fondo minimalista, Nate Blanchard habla a voz en grito: “Come on, ¡no es la primera vez en la historia que la juventud intenta identificarse con algo nuevo! El problema es que Berlín se ha visto invadida de modernos”.

Gerente en American Apparel: lugar de peregrinación para los modernos.

El año pasado, este estadounidense decidió irse de California para instalarse en Alemania y disfrutar todo lo que la capital puede ofrecerle: alquileres baratos, conciertazos, buenas borracheras, etc. Ahora, con 22 años, es gerente en American Apparel y responde “of course” cuando le preguntamos si se considera un moderno. En verdad, Nate pasa de todo. “Este debate no es más que una moda”. En realidad, este tipo de desapego es raro en Berlín. Inútil dedicarse a entrevistas a pie de calle en Neukölln: nadie asumirá este término que todavía es peyorativo. Y además, si hay una característica que define a un moderno, aquí o en cualquier lado, es que se empeña en decir que no lo es.

Seas lo que seas, has de saber una cosa: el moderno da dinero. Entre los eventos organizados en torno a la juventud más criticada de su generación, se encuentran unas olimpíadas modernas que reunieron a más de 6.000 visitantes en el pasado mes de julio. Además, varias empresas emergentes promocionan festivales falsos para estimular su reputación en Internet (hipster es uno de los términos más buscados en Google).

Organizadores de las olimpíadas para modernos, trabajan para la asociación Kultmucke.

Así pues, el odio hacia el moderno vive sus días de gloria en Berlín. Toda la ciudad está ocupada por una especie social en vías de multiplicación. Eso sí, un bar resiste todavía al invasor. Incluso si la vida no siempre es fácil. Después de haber ignorado todas nuestras solicitudes de entrevista, Matthias Merkle se recluirá —según la leyenda— en un jardín de la ciudad para ocuparse de su huerto ecológico. Mierda de aburguesamiento...

Este artículo forma parte de Orient Express Reporter II, una serie de reportajes sobre los Balcanes que ha sido desarrollada por cafebabel.com entre 2011 y 2012. Este proyecto ha sido cofinanciado por la Comisión Europea y cuenta con el apoyo de Allianz Kulturstiftung.

Fotos: portada, (cc) colinlogan/Flickr; texto, © Matthieu Amaré, © cortesía de la página en Facebook de Hipster Antifa Neukölln. Vídeo: (cc) PolyeyedPhantom/YouTube.

Story by

Matthieu Amaré

Je viens du sud de la France. J'aime les traditions. Mon père a été traumatisé par Séville 82 contre les Allemands au foot. J'ai du mal avec les Anglais au rugby. J'adore le jambon-beurre. Je n'ai jamais fait Erasmus. Autant vous dire que c'était mal barré. Et pourtant, je suis rédacteur en chef du meilleur magazine sur l'Europe du monde.

Translated from Berlin : mon voisin, le hipster