Barrios marginales de Atenas: ¡disimulen, parezcan griegos!
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Inmaculada Pérez ParraUna crisis puede exacerbar el sentimiento de “ellos contra nosotros”, especialmente cuando hay elecciones a la vista. Medio millón de inmigrantes indocumentados* convierten a Grecia en uno de los tres países europeos (junto con España e Italia) que constituyen el primer punto de entrada para los solicitantes de asilo.
Mientras reina un sentimiento general de desconfianza, los partidos de extrema derecha aprovechan para explotar el “fuera los extranjeros”.
El barrio de Tavros en el sudoeste de Atenas, un sábado a las 5 de la madrugada, es un mundo paralelo al local que acabamos de dejar: la cuarta noche de un evento organizado por “Tocando en la calle en Atenas”, en el Spirit Bar en Psyri, para celebrar el multiculturalismo de las calles griegas. Un trayecto de taxi más tarde (durante el que el taxista nos advierte de que escondamos nuestros bolsos y de que “pensemos con la cabeza y las piernas”), encontramos a los solicitantes de asilo que cada sábado antes del amanecer hacen cola para presentar sus papeles a la policía. La semana pasada, la policía abrió sus puertas a las 6:30; hoy, nos perdimos el espectáculo. Dejaron entrar a los primeros 20 a las 4 de la madrugada. La masa dispersada espera al primer autobús para volver a casa, guardando sus frágiles documentos: el permiso sellado de residencia por 30 días y una solicitud de asilo en la que se piden fotos de pasaporte y nombre y profesión de los padres.
Reggae y blues
El problema de la inmigración en Grecia empezó hace dos décadas, después de la ola de migración legal de los vecinos. “Los albanos salieron del régimen salvaje de Hoxha y se mezclaron con facilidad en la sociedad y la economía griegas en poco tiempo”, recuerda el arquitectoKonstantinos Labrinopoulos. Él se mudó a un barrio de más categoría en el distrito Kolonaki desde Psyri, un barrio antes de moda, después del aumento de la violencia cerca de Omonia, uno de los tres barrios centrales que forman el triángulo del centro de Atenas, junto con Montsirakis y Syntagma. “Al principio de la década empezaron a llegar iraquíes, afganos, bengalíes y paquistaníes. Muy diferente a lo que conocíamos”. Sin embargo, la mayoría de los inmigrantes no quieren quedarse en un país golpeado por la crisis con un sistema que mezcla emigrantes con solicitantes de asilo.
Cerca de Tavros, tres congoleños llevan haciendo cola dos días sin éxito, viviendo a base de agua. Hablan con vivacidad. “Necesito los papeles para ver a mi hermana que tiene 22 años”, dice Coco, señalando con la cabeza la cárcel que está en frente. Los hombres caminan juntos, resignándose contra el frío, cuando oyen lo que contamos sobre cómo está el clima, puntualizando la exquisitez de la legislación de la UE: un solicitante de asilo debe permanecer en el primer estado miembro al que haya llegado. Hay sed de información. Mientras miembros de Amnistía Internacional fotografían la herida de un hombre y luego se ven rodeados por la multitud cuando vuelven a sus coches. Muhadin pregunta por qué aparecen “estos medios” cuando no cambian nada; lleva aquí ocho semanas. Tiene 26 años, es de Bangladesh y querría mudarse a Dinamarca. Caminamos por el largo pasillo de atrás de la prisión, la policía acampa dentro de 3 o 4 coches, fumando en la oscuridad, la luz de su oficinita detrás de ellos. “Volved la semana que viene. No os habéis perdido nada, se terminó”, dicen algunas voces.
Redada en el supermercado
“Grecia solía ser y aún es una sociedad muy cerrada, debido al nacionalismo y a la religión ortodoxa dominante’, dice Thanassis Kurkulas, quien una vez fuera candidato del partido de extrema izquierda Syriza. Estamos en el “paraíso”, bromea, en referencia a Six Dogs, un bar con terraza con árboles poco iluminados y filas de bancos de madera y hamacas a lo largo de tres terrazas de arena. Mientras hablamos, un grupo de neonazis asaltan el departamento de matemáticas en el suburbio de Zografou. El profesor de Ingeniería Informática blande su mechero mientras enciende un cigarrillo tras otro y cuenta que fundó esta escuela dominical independiente para inmigrantes en 2004. Ahora tiene 500 alumnos y 150 voluntarios; sus oficinas están en un “barrio peligroso” de Aghios Panteleimonas. “En los últimos dos años han venido menos inmigrantes; al menos el 90% se va a causa del desempleo”.
El 29 de marzo el Ministerio de Protección al ciudadano anunció que alojaría a 30.000 inmigrantes ilegales, según la verdadera hospitalidad griega, en más de 30 “centros de recepción” en todo el país montados en edificios militares en desuso. El Partido Comunista rápidamente los bautizó como campos de concentración”. Ese día, en Omonia, un equipo de televisión filma una redada de inmigrantes ilegales. Desde la otra esquina se prepara una pequeña protesta de griegos por sus puestos de trabajo. Parece concurrida, pero no tensa. Un grupo de policías, sin darse cuenta, me dirige al centro comunitario afgano, gestionado por Yunus Mohammadi desde 2007. Él fue una de las once personas que consiguió asilo en 2004 de las 6.000 que lo habían solicitado. 'Tardé un mes en cruzar Paquistán, Irán y Turquía como refugiado político en 2001”, recuerda. “Cuando llevaba aquí dos días conseguí un trabajo. La comunidad griega era mucho más hospitalaria entonces”.
Incluso Yunus, que trabaja en un hospital, expresa su deseo de volver a casa. “Me gusta Grecia, pero no quiero la ciudadanía”. Se lamenta por la falta de información. “Intentamos enseñarles a los griegos que nuestra religión no es Al-Qaeda ni terrorista; no escapamos por eso”. Aunque desde el mostrador de fuera, Wazi explica cómo dejó Kabul después de que su padre fuera asesinado por “trabajar para infieles”. Hace nueve meses, este chico de 22 años cargó con el cadáver a través de la frontera montañosa con Turquía hasta Atenas. “Temblaba por llegar al trabajo hoy”, comenta Wazi sonriendo, refiriéndose a los “secuestros policiales” que tienen lugar a pocos metros.
Vótame
En septiembre de 2011, un afgano solicitante de asilo dos años mayor que Wazi fue asaltado en Aghios Panteleimonos. Solo con mencionar el primer juicio griego por crímenes de odio desde 1999, recordarán al griego que fue asesinado a puñaladas cuando llevaba a su mujer embarazada al hospital en mayo de 2011. Historias así alimentan el éxito del partido ultranacionalista, Amanecer Dorado, que consiguió un escaño en el consejo municipal en 2010. El 50% del electorado “traicionado” por los partidos de coalición, Pasok y Nueva Democracia, “partidarios de la troika”, votarán por este partido neofascista que necesita el 3% de los votos para entrar en el Parlamento.
En el autobús con los solicitantes de asilo me resisto a un intento de robo de un hombre al que no le veo la cara, cerca de la estación de metro de Omonia
La advertencia final es que ni la mayoría de los griegos ni los inmigrantes saben que una vez en Grecia, tienen que quedarse hasta la repatriación. “Dicen que me deportarán”, murmura Muhadin. “¿Es verdad?” Los griegos que saben están rabiosos por la Regulación Dublín II, que estipula que los estados miembros deben evaluar las solicitudes de asilo solos y devolver a los inmigrantes indocumentados y a los refugiados a Grecia si los detienen en otros países de la UE. En el autobús con los solicitantes de asilo me resisto a un intento de robo de un hombre al que no le veo la cara, cerca de la estación de metro Omonia. En ese repente desesperado, antes del amanecer, no pude notar si era griego, un inmigrante ilegal o qué.
* Fuente: Aliampe, Fundación Helénica para Política Europea y Asuntos Exteriores
Muchas gracias al equipo de cafebabel Atenas, Elina Makri y Giorgos Kokkolis.
Este artículo forma parte de Multikulti on the Ground 2011-2012, una serie de reportajes sobre el multiculturalismo realizados por cafebabel.com en toda Europa.
Fotos: portada © Colin Delfosse; texto, outoffocus.be y plaza Omonia (cc) 612gr/ flickr/ 612.gr
Translated from Inner-city immigrant-city Athens: look Greek, look lively