Antiguo mensajero de la RDA nos cuenta cómo era el contrabando de personas durante la Guerra Fría
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Eztizen Sánchez Montes¿Cómo era ayudar a tu familia a escapar el regimen comunista de la RDA y arriesgar la vida por gente que soñaba con un futuro mejor en el extranjero? Cafébabel habló con un exmensajero de una organización clandestina que ayudaba a la gente a cruzar el Muro.
Sacar a gente ilegalmente de un país comunista parece algo sacado de una película, especialmente si el país era famoso por infundir miedo en los corazones y mentes de sus ciudadanos a través de la policía secreta. Pero no es ficción, sino lo que ocurrió durante los 40 años de reinado de la RDA. De 1949 a 1989 existieron muchas organizaciones clandestinas que intentaban hacer lo imposible al ofrecer a la gente la oportunidad de ser felices y construirse una vida para sí mismos fuera de la sombra de un gobierno dictatorial.
Dedicarse al contrabando durante la Guerra Fría
Klaus Hafner tenía 41 años cuando su prima Anna le llamó, una doctora que vivía en el Berlín comunista y cuyo padre era un político ferviente, lo suficientemente poderoso en el Partido Comunista como para poder mover los hilos entre los altos cargos. Pero mover los hilos para que alguien abandonase la RDA era impensable, aunque fuese su propia hija, y eso que no tenía problemas en conseguir un pasaporte de Alemania Occidental para irse de vacaciones a Suiza. Sabiendo de la tensa relación entre Anna y su padre, Klaus reservó plaza en un vuelo a Berlín Oeste sin saber bien qué quería decir su prima con que necesitaba verle "urgentemente".
Cuando Klaus llegó al apartamento de Anna en Berlín Oriental, su prima le contó que tuvo un affaire con su tutor de tesis doctoral de la universidad, pero que alguien del departamento le reveló que había huído a Alemania Occidental. Anna esperaba que Klaus pudiese localizarle y, si fuese posible, descubrir cómo había escapado para poder hacer lo mismo y reunirse con él. Por supuesto, seguir a su amante no era la única razón por la que quería dejar Alemania Oriental. Estaba agobiada por las sospechas constantes de su padre, que creía que no era leal a la causa comunista, y temía que le reportase a la Stasi (Ministerio para la Seguridad del Estado).
"Cuando volví a Alemania Occidental empecé a buscarle inmediatamente. Sabía que era profesor, así que busqué en los registros de todas las universidades del país. Finalmente le encontré en Tübingen y le llamé". El profesor Meier le reconoció al instante, ya que Anna le había hablado de un primo que tenía en Alemania Occidental. Invitó a Klaus a Tübingen y este aceptó, comenzando así su carrera clandestina en contrabando de personas.
"El profesor Meier me puso en contacto con una organización clandestina que sacaba a gente de la RDA y la llevaba a Alemania Occidental. A partir de ese día tuve que llevar una doble vida. Mis padres eran los únicos que sabían la verdad y estaban preocupadísimos de que me pasase algo." ¿Pero qué puedes hacer cuando tu propia familia te pide ayuda? Después de entrenar durante semanas, se convirtió en mensajero. Primero Klaus tenía que memorizar los mensajes, porque si se interceptasen cartas o documentos, éstos podrían ser rastreados hasta la organización o meterle en problemas.
La euforia del éxito
Klaus volvió a Alemania Oriental y entregó sus primeros mensajes. "Le dije a Anna que Fritz (el profesor Meier) estaba bien. Le conté dónde vivía y que le ayudaríamos a cruzar la frontera. Esto le dejó más tranquila, y por cómo me miró supe que estaba emocionada. Pero le dije que había una condición: su marido y su hija tenían que venir con ella. Esto no pareció gustarle tanto, pero lo entendió. Entendió que si solo
se iba ella, su marido y su hija se verían en serios problemas. Pensándolo bien, quizá debería haberle dicho algo cuando vi que no estaba nada preocupada, pero teníamos problemas más importantes". Después le explicó el código que tendría que descifrar por teléfono cuando le llamase para confirmar la huida. "Italia" significaba "Leipzig", el número de semanas se refería al día del mes y el día del mes que le dijese haría referencia a la hora. Ya le había dicho en persona en qué lugar de Leipzig debería estar y que debía llevar un ramo de rosas para que la persona de la organización que la recogería supiese que era ella a quien buscaba.
"La llamé un par de semanas más tarde. Al principio tuvimos una conversación normal para asegurarnos de que, si había alguien de la Stasi escuchando, no sospechase nada. Luego le dije que estaría en Italia 6 semanas desde el 14 de junio, visitando a un amigo. Así supo que debía estar en Leipzig el 6 de junio a las 14 horas en punto". El 6 de junio Klaus fue a casa de su hermana, donde su prima le llamaría si conseguía cruzar a Berlín Oeste. La llamada fue breve, pero eufórica. La hermana de Klaus cogió el teléfono para recibir la noticia, y cuando Klaus vio la enorme sonrisa en su rostro sintió un escalofrío y se le llenaron los ojos de lágrimas. Lo había conseguido. Ayudó a su familia a huir de una dictadura comunista.
La otra cara de la moneda
Sin embargo, con el tiempo, la situación empeoró. En pocos años Anna consiguió un gran éxito en Alemania Occidental. Al fin y al cabo era doctora, así que ganaba mucho dinero. Se compró un BMW y comenzó a desarrollar un aire de superioridad que quizá no habría tenido si se hubiese quedado en Alemania Oriental. Esto dañó sobre todo a su hija, Claudia, alguien que durante esos años de desarrollo necesitaba una madre que la cuidase. Un día Klaus fue a dar un paseo con Claudia. "Le pregunté qué tal estaba, cómo le iba en la escuela. Las típicas preguntas que haces a alguien a quien hace tiempo que no ves. Y me contó que no aguantaba a sus padres, que su madre nunca estaba en casa y su padre era un calzonazos. Me dijo que quería volver a Alemania Oriental. Le pregunté por qué le gustaba tanto la RDA y me respondió que allí la gente era más comunitaria y comprensiva".
Dos semanas más tarde, la joven desapareció. Klaus recibió una llamada de teléfono del padre de Claudia, preguntándole si sabía dónde estaba. No dijo nada sobre Alemania Oriental, pero tras su conversación, supuso que estaría intentando volver allí. Pocos días más tarde encontraron a Claudia muerta en un motel de Berlín Oeste. Nunca había bebido ni una gota de alcohol, pero esta vez se bebió una botella entera de vino y un bote de pastillas que le había robado a su madre. "Nunca supe por qué lo hizo, pero supongo que aunque quería volver a Alemania Oriental, sabía que no podía. El gobierno la habría secuestrado y habría obligado a sus padres a volver al país. Al fin y al cabo, muchos doctores huían de la RDA por aquel entonces, y el gobierno habría hecho cualquier cosa por una doctora como Anna. Pero Claudia tampoco podía soportar la idea de volver con sus padres, así que estaría totalmente desesperada". Claudia no tenía más que 20 años y nunca vio la caída del Muro de Berlín.
La felicidad de la Reunificación
La historia de Klaus es una entre muchas, y muestra las dificultades que se sufrieron durante la división de Alemania. Pero sirve como recuerdo de que los gobiernos dictatoriales de cualquier tipo pueden afectar de por vida a personas que simplemente quieren llevar una vida feliz y gratificante. Anna no podía vivir con la culpa de pensar que, habiéndose dejado llevar por la avaricia y la ambición, quizá fue ella la razón de la muerte de su hija. Se ahorcó. Klaus no comentó cómo le afectaron estos suicidios, pero sí dijo que sentió una gran felicidad cuando Alemania se reunificó. "Me alegro de que nadie más tenga que pasar por ese sufrimiento en la Alemania actual".
*Todos los nombres han sido modificados para proteger la indentidad de los implicados.
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