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Yo y el cuarto de baño

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Haidé Canós

LifestyleDossier Selfie de fin de año: yo, yo y yo

En un mundo en el que la preo­cu­pa­ción por uno mismo con­vier­te el fu­ne­ra­l de un gran hom­bre en pre­tex­to para au­to­re­tra­tar­se, nos cues­ta en­con­trar un sitio de culto en el seno del cual el ego alucine. Sin em­bar­go, una ha­bi­ta­ción cotidiana del "yo" ayuda a unos cuan­tos miles de in­di­ví­duos des­mo­ro­na­dos a re­afir­mar­se y amar­se.

No vamos a es­con­der­lo, es­ta­mos en fa­mi­lia. De todos modos, en cier­ta me­di­da siem­pre lo hemos es­ta­do. Desde que al­guien con­si­de­ró que du­char­se tras una puer­ta ce­rra­da era una buena idea, soy re­ci­pien­te de una li­be­ra­ción nar­ci­sis­ta inigua­la­ble. Hoy en día, de­ci­mos que el mundo es cada vez más pro­pen­so a la ad­mi­ra­ción por uno mismo, que cada día que pasa es una feria a los egos de más, que todos se pres­tan al "yo"...

Cui­da­do, Ego

Po­si­ble­men­te sea ver­dad. Fa­ce­book nunca había al­ber­ga­do tan­tos es­ta­dos per­so­na­les, tan­tos ál­bu­mes crue­les de fotos va­ca­cio­na­les lla­ma­dos "Hola París" ni tan­tos men­sa­jes de sa­tis­fac­ción sobre ré­gi­menes de pan­de­re­ta. Hoy Ins­ta­gram inun­da la red con las sel­fies más bo­ni­tas, con todas esa per­so­nas que fo­to­gra­fían su ros­tro con las mis­mas ganas que mos­tra­rían si se co­mie­sen un plato de ma­ca­rro­nes con queso. Lo sien­to, pa­re­ce un poco reac­cio­na­rio, pero me gus­ta­ría sub­ra­yar que la "au­to­con­tem­pla­ción" es un fe­nó­meno his­tó­ri­co y que si hay que con­fiar a algún bió­gra­fo el re­la­to de los he­chos de las per­so­nas que se miran de­ma­sia­do el om­bli­go, ese soy yo.

No lo de­ci­mos bas­tan­te, pero es una lo­cu­ra hasta el punto en el que hoy en día una "vuel­ta de llave" (o dos) puede res­guar­da­ros del mundo ex­te­rior trai­cio­ne­ro, frío e in­sen­si­ble a la afir­ma­ción de uno mismo. Ade­más, al otro lado del re­tra­to es­te­reo­ti­pa­do y que es­te­reo­ti­pa nues­ta so­cie­dad, soy (vedlo vo­so­tros mis­mos) vues­tra prim­era ju­bi­la­ción, la cé­lu­la de oxí­geno que, al ce­rrar la puer­ta, os au­to­ri­za a poner en su sitio cua­les sean vues­tros líos men­ta­les o ese pe­que­ño me­chón de pelo fuera de lugar. Nos ins­pi­ra­mos, nos mi­ra­mos, nos ha­bla­mos, a veces nos e­cha­mos agua a la cara, pero lo im­por­tan­te, joder, es que exis­ti­mos. A me­nu­do los cuer­pos se dejan caer, se aguan­tan con­tra el muro de apoyo y se des­li­zan por lo largo de éste para acu­rru­car­se y fi­nal­men­te re­ve­lar el color de los sen­ti­mien­tos que ve­ni­mos re­pri­mien­do desde hace 8 horas. En ge­ne­ral, el mo­men­to en el que lla­ma­mos a la puer­ta es cuan­do de­ci­mos que ya vamos. Y que va mejor.

BHL, pho­tos­hop y pajas

Cu­rio­so juego de es­pe­jo el que se en­cuen­tra en la ac­ción entre un vasto campo so­cial dónde uno se mira los piés y una pe­que­ña ha­bi­ta­ción donde uno se des­lo­ma para mi­rar­se de fren­te. Mirad, el otro día una gran cha­val, Vi­ta­li Klits­cho, es­ta­ba allí con las manos una a cada lado del la­va­bo para can­tarse cosas cara a cara. Re­co­noz­cá­mos­lo de una vez por todas, ese es­pe­jo se ha con­ver­ti­do en la pri­me­ra de las aten­cio­nes on­to­ló­gi­cas, y di­se­ña un poco cada día vues­tro fiel re­fle­jo. Mu­chas per­so­nas, con­ven­ci­das de que todos los seres hu­ma­nos deben pasar por allí al menos una vez al día, dejan en él sus sua­ves y ca­lu­ro­sos men­sa­jes es­cri­tos con pin­ta­la­bios rojo. Esos mis­mos men­sa­jes que en los años 90 en­qui­va­lían a los men­sa­jes de texto de hoy. Re­fle­xio­nad de­te­ni­da­men­te y de­cid­me cuan­tos actos nar­ci­sis­tas, de fren­te arru­ga­da modo BHL con mo­rri­tos, ha­béis hecho de­lan­te del es­pe­jo. Di­fí­ci­les de con­tar ¿ver­dad?

En­ten­ded bien una cosa: la manía de to­mar­se fotos "a dis­tan­cia de brazo" no és más que el pro­lon­ga­mien­to fur­ti­vo de una pre­pa­ra­ción fo­men­ta­da den­tro de mí. Por­que esa re­tahí­la de me­cho­nes bién co­lo­ca­dos, ese pe­go­te de la­bios pin­ta­rra­jea­dos y esa ca­ri­ta tan bien pues­ta, solo son el re­sul­ta­do de una pose ex­tre­ma­da­men­te es­tu­dia­da de­lan­te del es­pe­jo. ¿Cómo po­dría­mos sa­tis­fa­cer­nos de tal ex­po­si­ción viral si no es­tu­vie­ra de an­te­mano re­pe­ti­da, así como do­mi­na­da fuer­te­men­te por ac­ce­so­rios au­to­eró­ti­cos sin los que nues­tro ava­tar no sería más que una pá­li­da re­pro­duc­ción de esas fotos gua­rras que ex­hi­ben a mo­de­los sin ma­qui­llaje en las pla­yas? Es­cu­chad, el nar­ci­sis­mo es un plato pre­co­ci­na­do. Y tanto con una pa­la­bra, como con mil, siem­pre me he con­si­de­ra­do como el Pho­tos­hop prác­ti­co del pe­quín medio.

Me voy. Eso dice el jóven que va­rias veces por se­ma­na en­cuen­tra den­tro del re­ti­ro de los muros em­bal­do­sa­dos el medio de li­be­rar­se de un lleno ex­ce­si­vo. Aun­que pro­te­gi­dos e in­vul­ne­ra­bles a las mi­ra­das del ex­te­rior, ra­ra­men­te du­da­mos al pasar el um­bral de mi puer­ta para con­cre­tar aque­llo que al­gu­nos con­si­de­ran el pa­ran­gón del acto per­so­nal. Ya no es cues­tión de ma­ni­fes­tar­se o de mos­trar­se al mundo como una ideo­sin­cra­sia para alar­dear de su sin­gu­la­ri­dad. Pero en una época en la que el "yo" se ol­vi­da cada día un poco más, ¿no es el amor por uno mismo, so­bre­to­do el re­torno a uno mismo, tan ver­da­de­ro como la so­li­da­ri­dad con uno mismo?

Lo que está claro y lo es­ta­rá por mucho tiem­po es que yo soy el ín­ti­mo, soy el yo, el ego, el creí­do. Yo sui ge­ne­ris

Este ar­ticu­lo forma parte de un dos­sier de fin de año dedicado al nar­ci­sis­mo, que obe­de­ce a las ganas tan for­zo­sa­men­te egoís­tas de los edi­to­res de Ca­fé­ba­bel de pu­bli­car fi­nal­men­te aque­llo que nunca les hemos de­ja­do escribir.

Story by

Matthieu Amaré

Je viens du sud de la France. J'aime les traditions. Mon père a été traumatisé par Séville 82 contre les Allemands au foot. J'ai du mal avec les Anglais au rugby. J'adore le jambon-beurre. Je n'ai jamais fait Erasmus. Autant vous dire que c'était mal barré. Et pourtant, je suis rédacteur en chef du meilleur magazine sur l'Europe du monde.

Translated from La salle de bain et moi, et moi, et moi