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Y dice Erasmo: «Partid y multiplicaos»

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¿Qué vida llevan las europarejas? Recorrido por las pequeñas costumbres de los herederos de la mobilidad comunitaria. No dejan de sorprender.

Altstadt, la “ciudad vieja”, el corazón de Düsseldorf, es todo una torre de Babel. Noches del estudiante los jueves en el «McLaughnis» (pub irlandés en Andreas Strasse), Karaoke en «Poco Loro», discotecas con decoración sudamericana en las que la salsa es la reina…, la variedad de nacionalidades y orígenes sorprende a forasteros y nativos. Escuchando tantos idiomas distintos en la calle creería uno que Düsseldorf es una ciudad turística. Pero los extranjeros aquí no están de paso. Estudiantes, trabajadores, gente que viene a probar suerte, jóvenes au pair… Son en su mayoría ciudadanos europeos con derecho a quedarse el tiempo que deseen. Otros hacen lo que sea para renovar su permiso de residencia y no tener que regresar a sus países de origen. Algunos no tendrán más remedio que marcharse de vuelta.

¿«Te quiero» o «te quiero tanto»?

En este microcosmos hay de todo para todos los gustos. Y para todos los corazones. Italianos, españoles, franceses, ingleses, y también turcos, coreanos, jamaicanos: hombres y mujeres de apariencia y estilo de vida en extremo diferentes… Sin embargo, sentados alrededor de una misma mesa terminan casi siempre comunicando, gesticulando y haciéndose entender. Kristina, joven ukraniana, estudiante por el día y camarera por las tardes, comenta sonriente: «Cuando llegué a Düsseldorf, tomé clases de alemán para principiantes con un italiano que se ganaba la vida como animador turístico. Al cabo de tres días, nuestro vocabulario alemán aún era limitado, ¡pero en clase todos gesticulábamos como napolitanos!»

Claro que las diferencias crean a menudo divisiones, pero con la misma frecuencia suscitan curiosidad e interés. «¡A veces, seducir fascina tanto!» confiesa Giovanni, 28 años, quien ha encontrado su media naranja en Düsseldorf. «Te encuentras de pronto mano con mano, buscando las palabras para expresar lo que sientes, temiendo no hacerte entender y al mismo tiempo no queriendo precipitar las cosas cuando en una lengua extranjera sólo sabes decir «te quiero», mientras que lo que quieres es decir «te quiero tanto…».

Desayuno con la eurogeneración

La convivencia juntos es la prueba de fuego para verificar la compatibilidad de una pareja binacional. Es el momento en el que de cada pequeño hábito de cada cual surge un dilema. Pensemos en el simple hecho de que en los países del norte y del este de Europa la gente se descalza casi siempre al entrar en un domicilio: cosa inimaginable en Italia o España. Quizá sea la diferencia de clima. Es normal que en Eslovaquia, donde nieva 4 meses al año, la gente se acostumbre a descalzarse al entrar en casa. Por lo general son las mujeres quienes imponen sus reglas en este asunto, y lo hacen incluso cuando se van a vivir a países con condiciones climáticas distintas de las de su tierra natal.

¡Y no digamos lo que sucede en la mesa!: espaguetis, paella, salchichas bratwurst, gulasch, piroi, fondue, vino, cerveza, sangría, té, café… De todo un poco. ¿Cómo evolucionarán nuestras costumbres culinarias? ¿Deberá servirse la ensalada después del primer plato, durante –como guarnición-, o antes –para facilitar la digestión? ¿Y cómo servirla: sin aliño (como en el este), con vinagre y aceite de oliva (como en el Mediterráneo), o con esa salsa blanca de yogurt que tanto se usa en Alemania? ¿«Desayuno para reyes y cena de pobres» o mejor «capuchino y cruasán» al despertarse, y comida completa durante la cena? «Al final terminamos tomando té con huevos estrellados para desayunar, mientras que nuestro vecino alemán estrena la máquina para espresso que acaba de comprarse … » zanja Giovanni.

Según Irina, joven estudiante rusa de medicina que desde hace dos años convive con un italiano, «se obtiene siempre una mezcla única e interesante al unir dos tradiciones culinarias. Pero cuando regresas a tu país y saboreas sus platos caseros, enseguida piensas que aún no has aprendido a cocinar del todo o que la influencia de las otras cocinas te ha separado del placer de los platos de mamá. »

¿Y los hijos? ¿Siempre extranjeros?

Pero al final son sólo detalles. La gente se quiere, la gente se casa, funda familias... Los hijos llevarán nombres que sonarán raro y serán tomados por «extranjeros» aun habiendo nacido y vivido siempre en el país. Incluso si tienen pasaporte y alguno de los dos padres no es extranjero. La mayor parte del tiempo se sentirán orgullosos de la «diferencia» que tan exóticos e interesantes los hará a ojos de los demás. Hasta tendrán la ventaja de ser bilingües o trilingües. «Basta con que, desde temprano, los padres se dirijan a sus hijos en su lengua materna sin temor de confundirles» recomienda Irina.

Pilar traduce en una gran firma alemana. Es española y se casó con un albanés. El pequeño Álvaro nació en Alemania. «Por lo general, le hablo en castellano. A menudo contesta en alemán. Habla en castellano sobretodo cuando pasamos las vacaciones en casa de mis padres, en Andalucía. ¡Pero tendríais que ver la severidad con la que me corrige cuando me confundo de preposición hablando alemán! ¡Todos estos años de estudio para que me corrija un crío de tres años!»

Para las parejas binacionales como esta última, queda siempre en el aire una pregunta: ¿dónde se siente uno «en casa»? En una sociedad multiétnica y multicultural como en la que vivimos, a pesar de todos los esfuerzos para integrarse uno siegue siendo «el italiano», «la alemana», «el español», «la Rusa»... «Con la diversidad de experiencias nuestras raíces podrán tener más o menos importancia, pero de todos modos es en donde mejor se sienta uno donde se siente en casa» concluye Giovanni. Acaso algún día podamos sentirnos «en casa en Europa».

Translated from E Erasmus disse: “andate e moltiplicatevi”