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Woody Allen, un final ‘made in Europe’

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Cultura

En Vicky Cristina Barcelona, el cineasta neoyorquino ha cambiado Central Park y el jazz, por los edificios de Gaudí y el flamenco. ¿Qué le ha ocurrido al amante de Manhatan? Descubrimos a un nuevo Woody Allen

En Un final made in Hollywood (2002) Allen interpretaba a un decadente cineasta que terminaba su última película con una ceguera que le impedía ver absolutamente nada de lo que había grabado. Los decorados se caían, las luces y las sombras se mezclaban estrepitosamente… La película es un desastre, y resulta ser un fracaso en Estados Unidos pero, irónicamente, se convierte en todo un éxito en Francia.

Se trataba de una premonición. Apenas unos años más tarde, Allen ha dirigido radicalmente su cine hacia Europa. Ya ha rodado tres películas en Inglaterra, y ahora con Vicky Cristina Barcelona le ha tocado el turno a España, país del que se declara enamorado. Especialmente de la ciudad de Oviedo, donde recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2002. Tras el estreno de la cinta en el festival de San Sebastián el pasado mes de septiembre, el neoyorquino confesó: “No me importaría volver a rodar en España. Me encanta este país”. Incluso ya se rumorea que su próxima película podría rodarse precisamente en la capital asturiana.

Sorpresas...

En Vicky Cristina Barcelona se nota que Europa ha cambiado en algo la mirada del neoyorquino. Algunas temáticas como sus diálogos surrealistas o su obsesión por la muerte desaparecen. Será que la vejez le está alejando de estos miedos. Otras persisten, como el sexo, la infidelidad, el vino o el arte. Pero enfoca sus neuras sexuales desde un prisma más maduro. Allen siempre ha narrado sin tapujos sus más obscenas perversiones (¿Recuerdan a Gene Wilder copulando con una oveja en Todo lo que quiso saber sobre sexo pero nunca se atrevió a preguntar (1972)?), pero lo había hecho desde un punto de vista cómico, mientras que en Vicky Cristina Barcelona nos plantea un trío de manera natural entre Scarlett Johansson, Penélope Cruz y Javier Bardem. Como para rechazarlo…

La más asombrosa de las sorpresas es la muy buena actuación de Penélope Cruz, que interpreta a la ex novia desequilibrada con tendencia al suicidio de Javier Bardem. Lo que no es una sorpresa es que Allen se rodee en ocasiones de actores mediocres a los que logra exprimir todo su talento; y parece que el idioma tampoco ha sido una barrera para él. La polémica sobre si Bardem y Cruz improvisaron algunos de los diálogos en español, la cerró el madrileño tajantemente el día del estreno: “Nunca se me ocurriría cambiar una sola frase de un diálogo de Woody Allen. Sus palabras son como pequeñas joyitas”.

Pero la película también ha recibido críticas. “Si no sale él, no resulta tan graciosa”, comentaba un joven español a la salida del cine. Eso es cierto, muy atrás quedó su etapa bananera, cuando se disfrazaba de espermatozoide preocupado por acabar en un pañuelo fruto de una masturbación. En cualquier caso, nadie discute hoy que Allen ha alcanzado un humor más elegante que al que nos tenía habituados.

Woody y la ciudad

"Su carisma ha rejuvenecido mi cine. Yo sigo teniendo los mismos achaques". Así hablaba Woody Allen sobre Barcelona, la tercera protagonista de la película. Una vez más, el director ha conseguido que la ciudad en la que se desarrolla la acción se convierta en un personaje más de la historia. Una ciudad que ha retratado de manera bohemia y romántica, pero también imprevisible y convulsa (como el personaje de Penélope Cruz, que es para él un reflejo de la personalidad de Barcelona). Su fascinación es tal que incluso muchas secuencias desprenden un halo onírico, que confunde gratamente al espectador, que podría dudar si esa ciudad existe realmente o es más propia de un cuento de hadas.

Aunque ha habido también quien ha criticado la incapacidad del norteamericano para retratar la identidad de Cataluña. Vicky (una fantástica Rebeca Hall) es una estudiante que, acompañada de su ociosa amiga Cristina (Scarlett Johansson) acude a Barcelona con la intención de estudiar la identidad catalana, pero en la cinta no aparece ni un diálogo en catalán.

Jubilación en Europa

Si en los 80 y en los 90 este neurótico gafotas consiguió que media Europa se enamorara de Manhatan, haciendo que hordas de turistas esperaran ver allí una isla en blanco y negro llena de cálidos apartamentos, ahora esta última película quizá convierta a Barcelona en la Gran Manzana de Europa. Puede que no sea su película más divertida, ni haya conseguido captar la esencia de Cataluña. Pero ha conseguimos que los europeos nos volvamos a enamorar, otra vez más, de su cómica complicidad y de su especial mirada.