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Vivir a 25: entre realismo e incomprensión

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Default profile picture toni tena corredera

Sorprende que muchos ciudadanos de la Europa occidental desconozcan que diez países se adhirieron a la Unión Europea, y aún son más quienes son incapaces de nombrar alguno de ellos. ¿Qué consecuencias ha tenido la ampliación en estos nuevos Estados cuya adhesión a menudo se ha ignorado o criticado?

Uno de mayo de 2004. Para la mayoría de ciudadanos de la Europa occidental, este día fue como otro cualquiera. Un año más tarde, si se les pregunta qué acontecimiento de especial relevancia tuvo lugar ese día, a duras penas responderá alguien que la Unión Europea se amplió con diez países más. Esta falta de interés es causa de la percepción de que dicho cambio no ha afectado para nada en sus vidas personales. Y probablemente tengan razón. Los temores propagados por los medios de comunicación acerca de oleadas de inmigrantes en busca de trabajo y de competencia desleal con impuestos más bajos han resultado ser del todo infundados. De este modo, para los que viven en la Europa occidental, la ampliación no ha significado ni un enriquecimiento ni una privación en ningún aspecto, ya sea político, cultural o económico.

Pero para otros diez países, la adhesión a la Unión Europea ha significado el inicio de una nueva era en la historia de su existencia. El 1 de mayo de 2004, cedieron parte de su soberanía e identidad nacional a cambio de inclusión económica y política. Pero la pregunta es ¿en qué modo ha afectado la ampliación a los 75 millones de personas que residen en estos diez nuevos Estados miembro?

Aires de cambio

Según Aleksandra Wachacz, estudiante polaca, "la gente (de los nuevos Estados Miembro) temía una subida de precios e impuestos, un aumento de la competencia en el mercado y el descalabro de la agricultura. Sin embargo, un año más tarde, cuando voy por la calle, no noto demasiadas diferencias entre la Polonia de antes de la adhesión y la de después, aunque los precios, en especial los de la alimentación, hayan subido algo". Los temores relacionados con la economía que se percibían por todas partes se han mitigado en gran medida. ¿Ha cambiado la adhesión la opinión de la gente? András Péter, estudiante húngaro, cree que el pasado comunista de su país aún tiene peso en la forma de pensar de la gente. "Todavía hay parte de la sociedad que no entiende la importancia y el significado de la competencia económica. Aún recuerdan con melancolía los 'buenos viejos tiempos del comunismo', y muchos no comprenden las posibilidades que la adhesión les ha ofrecido". Que la mentalidad democrática de la Europa del este aún no es plenamente madura quedó patente en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo, cuando la participación en estos territorios rondó por debajo del 25%. Sin embargo, Tereza Grunvaldova, periodista checa, no se muestra pesimista. "La gente se está acostumbrando cada vez más a una nueva mentalidad. Hay más oportunidades de viajar y trabajar libremente por Europa. Todos estos factores tienen un efecto positivo en el concepto de democracia que hay en mi país".

Mientras que algunos cambios, como los que Tereza nombra, son evidentes, Aleksandra apunta que "poca gente se da cuenta de que los beneficios de pertenecer a la Unión Europea se aprecian a largo plazo". A los ciudadanos de los nuevos Estados miembro no se les ha garantizado los mismos derechos que a los ciudadanos de la Europa de los 15. En la actualidad, no pueden buscar trabajo en todos los Estados miembro, y los agricultores no han recibido todas las ayudas agrarias. Pero Tereza piensa que eso es excesivo: "Ahora mismo, nos encontramos al inicio de nuestro periodo como miembros. Debemos posicionarnos". Tampoco piensa que los valores de la Europa occidental sean invasivos para ella. "No es relevante hablar de la influencia que puedan tener los valores occidentales en mi país, puesto que tenemos los mismos, ¿no?".

¿Sólo preocupa la economía?

Quizás las diferencias entre los diez nuevos incorporados y los antiguos no son tan obvias como parecen. Los grandes enfrentamientos en materia política a lo largo del año pasado no fueron precisamente entre los diez Estados nuevos y la Europa de los 15. Polonia apoyó la guerra en Irak, en contra de las pretensiones de Alemania y Francia de formar un frente común, pero también lo hicieron Holanda y el Reino Unido. Francia se opone a cualquier reforma de la Política Agraria Común, al igual que la mayoría de países de la Europa oriental. Quizás la directiva Bolkestein, que aspira a liberalizar el mercado de servicios de la Unión Europea, llevará a un verdadero enfrentamiento entre el este y el oeste, ya que la mayoría de europeos occidentales contemplan un cambio político y una reforma institucional en términos económicos. Por eso gran parte de la preocupación de los miembros de siempre en cuanto a la ampliación tenía que ver con temas como la mano de obra extranjera. Líderes políticos nacionalistas y movimientos sociales, que han utilizado su malestar para sus propósitos antieuropeístas, han reaccionado con recelo, ya que temen la llegada de mano de obra barata procedente de la Europa del este.

Esto, tal y como señala Aleksandra, "hace que sea difícil que la gente entienda que el objetivo de la adhesión a esta alianza sea reducir la brecha económica y superar dificultades en la industria, así como aumentar la integración cultural. Pero este proceso, al igual que cualquier transformación de tipo económico y nacional, requiere tiempo y esfuerzo por ambas partes. Ya no hay cabida para el entusiasmo ilimitado, sino para el realismo y una visión realista del futuro".

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