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Violencia, fútbol y homofobia: Radicales serbios en el diván

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Argemino Barro

Política

En una ciudad donde más del 66% de los estudiantes se ven obligados a partir al extranjero nada más licenciarse, los discursos vacíos de políticos ineficaces y corruptos detonan el descontento. He aquí Belgrado, capital de un pueblo cuyo corazón está irremediablemente dividido entre Rusia y la Unión Europea, y donde la violencia invade los estadios, las calles y el imaginario de los intelectuales.

Y la política, en lugar de prevenir, actúa como caja de resonancia. Reportaje.

“Estoy deseando terminar la universidad para poder irme de aquí”, confiesa Nevena, estudiante de arqueología, en un bar de Belgrado. “Aquí es imposible encontrar trabajo, y lo único que nos queda es hacer el equipaje”. Y ninguna respuesta de Palacio. “Tenemos una clase política incapaz que no se preocupa del futuro del país”, añade Senka, estudiante de periodismo. “Ellos lo saben todo: aquí la política sólo es un eslogan para el dinero y la sed de popularidad”. Acabo de llegar a Belgrado, una ciudad que, pese a las heridas pegadas a su piel, parece fresca y llena de movimiento. Los jóvenes sedientos de vida nocturna vienen a drogarse incluso desde Eslovenia. Por tanto, los chicos decepcionados e insatisfechos no faltan; y, cuando les da por la política, se hacen oír. En los estadios, por ejemplo.

Cuando la política juega al fútbol

Las pintadas de sus muros tienen un mensaje claro: pelea contra las fuerzas del orden“Aquí el fútbol se confunde con el orgullo nacional, y éste se mezcla a su vez con la religión”, me explica Aca, periodista del diario Blic. “Así que, al final, todo se convierte en política”. Es verdad. Lo descubro dando una vuelta por el estadio del Estrella Roja, uno de los dos equipos principales de Belgrado junto al Partizan. El joven hincha Uroš Mišić, condenado por el tribunal de primera instancia a 10 años de prisión por haber quemado de gravedad a un policía con una antorcha durante un partido, se ha convertido desde 2007 en un héroe de la lucha contra las fuerzas del orden. “Atacando a un policía”, continúa Aca, “atacamos al país, al símbolo de la represión, de la persecución de hinchas”.

Los ultras del Estrella Roja habrían provocado los enfrentamientos que se produjeron en la ciudad de Génova durante el partido entre Italia y Serbia el pasado 12 de octubre. E incluso en este caso, la verdadera motivación no está en el campo futbolístico, sino en el político, más allá de la bandera albanesa a la que han prendido fuego. “Es el presidente de la Liga de Fútbol serbia, Tomislav Karadzic, la verdadera causa de esta ola de violencia”, nos dice Marko, hincha pacifista que conocemos por casualidad en un quiosco de la Plaza de la República. En su camiseta está el presidente tras unos barrotes. “Está corrompido”, añade. “¡Debe marcharse! Antes era el presidente del Partizan, y ahora de la Liga de Fútbol, y compra los partidos para que el Partizan no deje de ganar y permanezca en cabeza”. Así se explicaría la violencia de los hinchas del Estrella Roja contra su equipo nacional. Cuando intento comprender mejor, me doy cuenta de que se trata de un tabú: ningún hincha del club serbio quiere hablar conmigo; y, además, Marko Nikolovski, el portavoz del equipo, retrasa todo el rato nuestra entrevista hasta ser directamente inalcanzable. Pierdo una tarde entera esperando en el bar del estadio, consumo más cerveza de lo previsto y tomo nota.

Los grupos nacionalistas: una alternativa a los partidos políticos

Como alternativa a una política considerada corrupta y torpe, Serbia acoge varias organizaciones nacionalistas cuyas ideologías permiten identificarse a los hinchas más fanáticos. Radojko Ljubicic, líder de 1389, una organización nacionalista creada en 2004 que toma su nombre de la fecha de la mítica batalla entre serbios y otomanos, no se anda por las ramas: “La diferencia entre nosotros y los partidos políticos”, nos dice en un bar del centro, “es que nosotros ponemos nuestro programa por delante. Los partidos políticos sólo hacen promesas que luego no respetan. Al principio hacen discursos por el bien de la nación, y luego aceptan el dinero de Estados Unidos y la Unión Europea y cambian su juego”. Para los nacionalistas, entrar en la Unión Europea es el mal absoluto. “Nadie ha leído jamás la Constitución Europea”, dice. “Nosotros sí. Entrar en la UE significa aceptar el Tratado del Atlántico Norte. En otros términos: si uno de los 27 miembros debe defenderse de Rusia, nosotros debemos ayudarles. Y para nosotros eso es inaceptable, igual que sacrificar nuestro Kosovo”.

Cuando le pido explicaciones sobre el estallido de violencia durante la Marcha del Orgullo Gay del pasado octubre, responde: “No somos violentos. Es verdad, estamos en contra del Orgullo Gay porque la Iglesia Ortodoxa dice que la homosexualidad es mala. Pero, por ejemplo, lo que organizamos el año pasado fue una manifestación pacífica, una 'Marcha Santa' que salió de la catedral, recorrió la ciudad y dio media vuelta”. Según Radojko, el Gobierno tiene interés en tildarlos de violentos porque representan una oposición contra la que lograr consenso. “Ellos permitieron a otra organización con el mismo nombre que la nuestra registrarse oficialmente; esos sí que son violentos y extremistas, y no tienen ningún programa. Es como violar la Constitución”, explica Radojko.

“Y después inventaron la detención preventiva. He aquí la democracia que tenéis en Occidente: yo fui arrestado antes de la manifestación para evitar problemas. Aquel día la policía intervino sin motivo y, si hubo peleas, fue porque los chicos atacaron espontáneamente a las fuerzas del orden”.

Al final, la violencia se difunde entre los jóvenes como abstracción de las organizaciones nacionalistas. “Para mí”, dice Radojko, “ver a dos hombres o a dos mujeres juntos no es bonito, pero el 90% de la gente aquí, en Serbia, comparte mi opinión, porque la homosexualidad va contra nuestra tradición y contra el cristianismo. Los jóvenes no están contentos con este sistema corrompido heredado de Londres y Washington, donde la economía es lo único que importa, y donde muchos jóvenes no encuentran trabajo al acabar sus estudios, son infelices y ven que los políticos no hacen nada por ellos. Ellos sólo ven las injusticias y la corrupción, y, después de dos o tres cervezas, se vuelven agresivos”. Me doy cuenta esa misma noche en una kafana (taberna) del centro. Aquí en Belgrado, en el mes de enero, festejamos el año nuevo ortodoxo, y por la noche la cerveza fluye como un río. Unos chicos me llaman para echar un trago, y cuando descubren que soy italiano, me obligan a grabar un vídeo en el cual yo debo repetir en alemán: “Amo al führer, amo a Hitler, amo el Reich”. Radojko me había avisado: “No somos violentos, todo el mundo sabe que las ideologías de los verdaderamente violentos vienen del Oeste. Los fascistas, los neonazis y los anarquistas no vienen de China o Rusia”. De todas formas tengo miedo, y Aca me saca de aquí.

La realización de este reportaje ha sido posible gracias a la valiosa ayuda de Senka Korac y Aca Todorovic, a los que abrazo calurosamente y doy las gracias por su disponibilidad y profesionalidad.

Esta foto-galería forma parte del programa Orient Express Reporter 2010-2011, una serie de reportajes realizados por cafebabel.com en los Balcanes. Para saber más sobre Orient Express Reporter.

Foto: Portada © Mila Petkovic; Radojko y murales © Aca Todorovic; vídeo: YouTube

Translated from Serbian psycho: giovani senza futuro tra razzismo, omofobia e violenza