Viaje hacia el sur: más que un festival
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Texto: Susanna Arús
Fotografia: Karina Logotheti y Susanna Arús Un Festival de música es sinónimo de diversión, ritmo, tumultos de gente, cansancio, evasión de la ciudad y una larga lista de conceptos.
El pasado fin de semana tuvo lugar en Marmande, un pueblecillo al sur de Francia, el 15º festival Garorock : 3 días, más de 80 artistas y una oportunidad ineludible para una estudiante Erasmus en Francia.
Esos tres días, en Marmande, compartimos experiencia una catalana, dos griegas, una búlgara y un francés. La lengua francesa e inglesa acabaron siendo una misma, y el resultado fue, entre risas y curiosidades, un brindis en múltiples idiomas ¿Si lo importante es comunicarse no ?
El viaje empezó en París, 6 horas y dos trenes, caminata hasta el camping y finalmente la instalación de la tienda de campaña. Todo está listo. El camping resulta ser una extraordinaria explanada de hierba y bosque donde no alcanzas a ver el fin de la marea de tiendas de campaña e inevitablemente te preguntas : ¿pero cuanta gente debe haber aquí ? La organización es excelente y las prestaciones son múltiples y variadas, desde un puesto de dulces, comida para llevar y una carpa donde relajarse tomando un té o café biológico, hasta una zona de conciertos donde se puede seguir la fiesta una vez acabada, a las 6 de la mañana, la del recinto oficial del Festival.
Un gran cuerpo de voluntarios posibilita la buena organización del festival. En cuánto a la seguridad, bueno ese es otro de los pilares importantes. Es viernes, 19h de la tarde, ¡y los conciertos ya han empezado ! Toca ir ya hacia el recinto del festival, hacer cola y someterse a un control que nada tiene que envidiar a los molestos cacheos de los aeropuertos.
El festival nos ofrece tres escenarios distintos, más una zona cerrada usada como club y principalmente para dj’s. Desde las 7 de la tarde hasta las 5 de la mañana hay siempre más de un concierto para escoger : exponentes del rock, pop, hip hop, electro, reggae y trance desfilan ante los espectadores y ofrecen verdaderos shows.
El público, entregado, responde siempre ante los grupos a los que han venido a ver o que conocen por primera vez. En más de una ocasión se escenifican verdaderas performances y los cantantes ofrecen piezas teatrales dignas de estudio. Provocación, excentricidad y sorpresa son palabras que definen grupos como Sexi Sushi, Bonaparte o Shaka Ponk.
Dentro del recinto, aparte de conciertos y bares, se han instalado también múltiples stands de comida. Se puede escoger entre kebabs con patatas fritas, churros, fajitas o un plato de tartaflette. Cualquier opción parece buena para recuperar fuerzas.
Claro está que en festivales así te encuentras con gente de lo más variado. Jóvenes de 15 años con sus tíos o primos mayores, grupos de amigos de 50 años con una larga historia rockera, estudiantes extranjeros y jóvenes del mismo pueblo de Marmande. Se percibe buen ambiente y convivialidad aunque también llama la atención la mezcla de desfase, drogas y el propio cuerpo llevado al límite.
De vuelta a París, los tres días donde el tiempo no corría y tan sólo importaban los conciertos, ya son únicamente un recuerdo más. Con tan sólo el primer paso en la Gare de Montparnasse ya vuelven las prisas para no perder el último metro.