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Venta de armas: París y Berlín en las garras del dragón

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Alemania y Francia instan a Europa a levantar el embargo sobre venta de armas a China, una sanción impuesta poco después de la masacre de Tiananmen. Análisis de un doble error, político y estratégico.

El eje franco-alemán desea olvidar el pasado e ignorar el presente. Hace más de 14 años, Europa impuso a China un embargo sobre la venta de armas a título de sanción tras la masacre de cerca de mil personas por parte del ejército en la plaza de Tiananmen, el 4 de junio de 1989. Hoy, París y Berlín desean levantar este embargo, mientras Pekín sigue violando los derechos humanos y amenazando con invadir Taiwán.

A petición del presidente Chirac, el Consejo Europeo aceptó «volver a examinar la cuestión del embargo» el 12 de diciembre durante la clausura de la cumbre de Bruselas. De visita en Pekín durante la semana anterior, el canciller Schröder ya respaldó la petición francesa al pronunciarse «a favor del levantamiento del embargo». Berlín se ha unido de este modo oficialmente a París, quien desarrollaba campaña desde hacía meses para convencer a sus socios europeos. En junio de 2003, la ministra francesa de defensa Michèle Alliot-Marie, solicitaba ya «suavizar» la prohibición.

¿Por qué levantar este embargo sobre la venta de armas? Según el primer ministro francés Jean-Pierre Raffarin porque resulta «anacrónico». La idea en sí no es francesa. El 30 de octubre, con ocasión de la 6ª cumbre China-UE en Pekín, el presidente Hu Jintao afirmó que el contexto histórico de Tiananmen había sido «superado» y que había llegado la hora de «acabar con las barreras para el fortalecimiento de la cooperación bilateral chino-europea en los ámbitos de la industria de defensa y tecnológica». Olvidada la ética desde tiempo atrás, la tentación era demasiado fuerte. Los gobiernos francés y alemán han cedido naturalmente a sus respectivos lobbys de la industria del armamento que no hacen otra cosa sino ansiar la luz verde para precipitarse sobre el mercado chino del armamento. Sin más preocupación.

Si Jacques Chirac y Gerhard Schröder logran convencer a sus homólogos europeos, cometerán entonces un doble error político y estratégico.

Los derechos humanos en el olvido

Antes que nada político, porque el embargo sobre venta de armas tenía por objeto la mejora de la situación de los derechos humanos en China. «El levantamiento del embargo daría la impresión de que ha habido logros en este terreno», advirtió Thomas Mann, presidente del Tibet Intergroup en el Parlamento Europeo. Para algunos diplomáticos, la ratificación por parte de Pekín del convenio de las Naciones Unidas sobre derechos civiles y políticos adoptado en 1998, bajo reservas (pena capital, «libertad de asociación») podría bastar. ¡Qué absurdo! Recordemos que Hu Jintao, el nuevo número uno chino, remitió a los dirigentes de la masacre tras los acontecimientos de Tiananmen un telegrama de felicitación, y que sobre todo, en marzo del mismo año, reprimió a sangre y fuego una revuelta tibetana. La «nueva» China encarnada en él no se arrepiente de nada. Lo prueban las persistentes violaciones de los Derechos Humanos. El informe 2003 de Amnistía Internacional denuncia la terrible cifra de condenas a muerte (1921, de las cuales 1060 censadas en 2002). ¡Cómo ignorar asimismo los desde entonces regulares arrestos de obreros e internautas por mero uso pacífico del derecho de libre información y asociación! Levantar el embargo sobre venta de armas significaría enterrar definitivamente el diálogo chino-europeo sobre democracia y Derechos Humanos.

Convergencia ilusoria

El deseo de suprimir este embargo da también prueba de un terrible error estratégico de consecuencias imprevisibles. Franceses y alemanes creen erróneamente que China comparte su visión acerca de un «mundo multipolar», en el que el contrapeso al unilateralismo norteamericano garantizaría la paz y el desarrollo mundial. Pekín sabe manipular esta supuesta convergencia de intereses. Sus objetivos no tienen sin embargo nada que ver con una paz equilibrada. Se trata sólo de restablecer la «unidad de China» y de retomar una posición prevalente en el arco asiático-pacífico. Según esta visión, es necesario echar a los EE.UU., único rival a tener en cuenta, de ahí. ¿Dónde se encuentra el interés europeo en todo esto?

Inmersos en sus fantasías, Alemania y Francia se dejan arrastrar por su codicia. Poco les importa vender armas a una China que amenaza más que nunca con invadir la isla de Taiwán. El 20 de noviembre, el primer ministro Wen Jiabao, declaró que su país se encontraba listo para «pagar cualquier precio» que impidiera a Taiwán organizar un referéndum de independencia total. Para dar credibilidad a su amenaza frente al escudo antimisiles norteamericano que protege la isla, Pekín debe acceder a las tecnologías europeas llamadas «sensibles». De ahí su apresuramiento en participar por valor de 200 millones de euros en el proyecto Galileo. Este sistema de vigilancia civil y militar por satélite permitirá a los europeos no depender más del GPS (1), dispositivo americano. Un Potosí tecnológico y estratégico para nuestros «socios» chinos. En resumen, el levantamiento del embargo europeo sobre armas constituye el último obstáculo «anacrónico» para una «cooperación estratégica» floreciente.

A China sólo le falta ya el consenso europeo sobre la cuestión. El juego es sencillo: basta con confiar en el eje franco-alemán para disolver las últimas reticencias. El asunto avanza, puesto que daneses y suecos, últimos representantes de la conciencia europea en la materia, han votado a favor de reexaminar el embargo. Nada se ha ganado por el momento. Pero el dragón espera pacientemente su momento.

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(1) Sistema de posicionamiento global.

Translated from Ventes d’armes : Paris et Berlin dans les griffes du dragon