Una tarjeta azul para arbitrar la Europa de los inmigrantes
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El Comisario Franco Frattini presenta el 23 de octubre su propuesta de “tarjeta azul” a imagen de la verde norteamericana. Permitiría trabajar en un Estado europeo 2 años sin cambiar de país.
“No creo que los inmigrantes en Europa quieran ser una fuente de confort ni mano de obra”, afirma Mohammed Yasser Boubekri, responsable del Colectivo Nacional de Apoyo a la Ciudadanía y la Democracia, en Tetuán, primera gran ciudad marroquí que sale al encuentro justo cuando se deja atrás, ondeando sobre las murallas de origen portugués, la bandera española de Ceuta. Hace referencia al comentario de “un ministro europeo que el año pasado se refirió al confort que aportan los inmigrantes a su país” y al beneplácito de la Eurocámara a la idea de esta tarjeta azul en base a motivaciones de utilidad práctica.
Solución contra las regularizaciones masivas
Esta tarjeta, al estilo de la “tarjeta verde” de los EE UU, puede nacer la “tarjeta azul”, que permitiría trabajar por dos años en un país de la UE. Pasado este tiempo, ya se tendría el derecho de movimiento hacia otro Estado europeo. Se trata de atraer a trabajadores cualificados de fuera de Europa, pues Eurostat calcula que, sólo en el sector de la información y las telecomunicaciones de la UE, unos 300.000 puestos de trabajo vacantes. El objetivo declarado es “frenar la inmigración ilegal”, tal y como anunció en Portugal el comisario de Justicia y Asuntos Internos de la Unión Europea, Franco Frattini.
El miedo a que los inmigrantes se conviertan en una fuente de confort al servicio de los europeos choca con el entusiasmo europeo que impulsa esta “tarjeta” y que viene a contrarrestar la moda de las regularizaciones masivas que la eurocámara rechaza como útiles, tirándole un tanto de las oreja a España. Imita la fórmula practicada por los Estados Unidos, que se resume en una triple jugada maestra: disminuye la inmigración ilegal, actúa como antídoto contra el envejecimiento de la población y colma el déficit de fuerza de trabajo. A ello hay que añadir que, según cifras manejadas por la Comisión, el 55% de los inmigrantes cualificados van a los EE UU, mientras que sólo el 5% llega a Europa.
Estudios recientes hablan sobre la necesidad de aumentar el volumen de esta fuerza de trabajo en Europa y aseguran que la UE necesitará para la próxima década cerca de 20 millones de inmigrantes, cifra que Franco Frattini desmiente categóricamente.
El riesgo de cosificar al inmigrante
Otra idea algo distinta es la que avanza desde Tetuán, Yasser Boubekri: “El camino de los inmigrantes tiene que ser decidido en todo momento por ellos mismos. Deben formar una red de inmigrantes, una representación o una comisión; tener la garantía de que no sólo van a trabajar a Europa, sino que también pueden votar, disfrutar de la democracia”. En todo caso, destaca como beneficio de esta medida “la posibilidad de vivir en un país europeo”. Sin embargo, “¿qué pasará cuando concluya el contrato de trabajo?, ¿qué pasaría si un inmigrante afincado por ejemplo en Francia, encontrara un nuevo empleador en Alemania?, ¿podría cambiar de trabajo y de país?”, inquiere este activista.
De momento, la propuesta es sólo eso. Países como Francia y Reino Unido, que están endureciendo su política de acogida de inmigrantes, no han dado su visto bueno, y los conservadores alemanes en el poder se niegan en rotundo a hablar de Tarjeta azul.
En cuanto a la percepción negativa del inmigrante, Yasser se muestra escéptico: “El concepto de inmigrantes, en sentido despectivo, no desaparecerá”, asegura. “El inmigrante se seguirá sintiendo víctima de un lenguaje que lo reduce a un término, que lo cosifica, puro tema de debate para la opinión pública, pero sin derecho a opinar acerca de sí mismo, sobre su bagaje personal, su identidad, etc”. A su entender, se corre el riesgo de que “los europeos se olviden de qué sienten y qué sufren los inmigrantes, y se limiten a valorarlos como potencial fuerza de trabajo o trabajo forzado, según como se vea la botella."