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Una lección para Europa

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No son conservadores, sólo “neo”: Wolfowitz y sus socios quieren democratizar Oriente Medio. Aqui está el porqué de que Europa deba aceptar el desafío.

¿El siglo XXI? Debe ser otro siglo americano. Cueste (de material militar, se entiende) lo que cueste. Era éste, en sustancia, el mensaje de una pequeña cohorte de políticos retirados e intelectuales pasados de moda, en el año VII de la Pax Americana. ¿Recordáis? Clinton acababa de ser reelegido para un segundo mandato, la nueva economía volvía loca a Wall street y de la guerra justa (Kosovo, Lewinski, etc.) no se hablaba todavía. Corría el anno domini 1997 y los tipos Dick Cheney, Donald Rumsfeld, pero también Paul Wolfowitz, Norman Podhoretz y Jeb Bush ya tachaban al saxofonista de Arkansas de irresponsabilidad benévola: sobre America y sobre el mundo – advertían- planean ya demasiadas amenazas como para hablar de game over. La historia no acaba. Necesitamos una nueva visión, clarividente, para confortar la “global leadership” de los Estados Unidos. Si no será demasiado tarde.

El Real Madrid de la política internacional

Cinco años y tres guerras después, en la Casa Blanca hay otro inquilino. Le da igual el olivo* mundial y de Europa, los ataques quirúrgicos y los "cero muertos". El leitmotiv de su "era" no es la paz sino la guerra (al terrorismo, por favor). Y entre la formación de consejeros y brazos derechos que lo flanquean, está justamente aquel grupeto del 97: los neoconservadores. Neocons para los amigos.

¿Pero quiénes son estos benditos neocons? ¿Son realmente malos? Y, sobre todo, ¿por qué, como explica Capezzone en este número, la vieja Europa les ha excomulgado con tanto odio? La respuesta es simple. Para la inteligencia de nuestra casa el problema no es tanto el querer construir un "nuevo siglo americano". Porque de tantas alternativas parece que no tenemos ninguna. Es más bien el hecho de que la camarilla Cheney-Rumsfeld –que en la iconografía "LeMondista" trama siempre a escondidas del ingenuo Presidente Junior- quiere "exportar la democracia". ¡Aquí está el centro de la discordia! ¿Pero os dais cuenta? ¡Que presuntuosos! "Exportar la democracia". Como si fuera una mercancía, ignorando la diversidad cultural, haciendo mofas de costumbres locales preciosísimas como la lapidación nigeriana, el velo islámico (que después prohibimos "chez nous"), la tortura china o, mejor todavía, la pena de muerte. Viva el multipolarismo.

En realidad los neoconservadores son el equipo a batir. Y no sólo porque tienen, en buena parte, las riendas de la politica exterior americana. También porque expresan en este momento la única verdadera visión global de las relaciones internacionales que no se contenta con el status quo. Están a muchos años luz del realismo a la Kissinger. Para ellos el 11 de septiembre ha demostrado que Washington no puede apoyarse más en siniestras dictaduras que, oprimiendo al propio pueblo, desencadenan indirectamente (Afganistán y Arabia Saudita) un descontento que demasiado a menudo alimenta el terrorismo. Los neocons no son conservadores. En cambio, históricamente vienen de la izquierda liberal americana y algunos de ellos tienen hasta trabajo como líderes democráticos.

La enfermedad del multipolarismo

Para Europa es por tanto obligado aceptar el desafío. Y, sobre todo, pronunciarse (y actuar) sobre la principal prescripción neocon: la democratización de Oriente Medio. Pero la realidad de nuestra política medioriental es otra. Y a menudo rima con cinismo y oportunismo. ¿Jacques Chirac aplaude el respeto de los derechos humanos del régimen de Ben Ali? Estamos seguros: los prisioneros políticos tunecinos no olvidarán. ¿Bruselas promueve el "diálogo crítico" con Irán para adjudicarse el petróleo de los ayatollah? No nos engañemos. El pueblo de los campos de Teheran, rastreado, cargado y hecho a pedazos, no podrá nunca mirarnos con esperanza.

Cierto, los neocons quieren sobre todo defender los intereses nacionales americanos. Pero la promoción de la democracia, a menudo más un pretexto que un noble objetivo por Wolfowitz & co., es un ideal por el cual vale la pena luchar. Al menos para ver si la administración Bush va en serio. O mejor dicho fustigarla, como hace Tony Blair, cuando olvida, "en passant", a Palestina, imponendo la Road Map.

Pero la Europa carolingia, aquella del pacto de estabilidad violado sin una pizca de fair play y del expeditivo "shut up!" remitido por Chirac – siempre él - a los polacos sobre la reforma de la decrépita institución UE, parece no enterarse de nada. Quiere un mundo "multipolar". Cuando, en cambio, guerra y represión se generalizan, dando luego, y siempre más, fastidiosos efectos colaterales tales como el terrorismo, proliferación, inmigración clandestina, pero sobre todo, exfoliación de nuestras sociedades siempre más multiculturales. Tambien las nuestras. Tambien en el inexpugnable Fortín Europeo.

Estrategias alternativas

En este mundo, occidente no puede quedar dividido. En este mundo, Europa, aunque siempre más polarizada, no puede permanecer pasiva. Y es por esto por lo que los conservadores debieran representar, para nosotros, una bella lección de política. Y sobre todo, un desafío cautivador.

Europa debe romper el hielo. Se cree que la integración económica sería de veras un método eficaz de resolución de los conflictos, porque en el peor de los casos, lo prueba su historia; debe intentarlo. ¡Explícalo al mundo! Se creía, justamente, que la guerra no era la mejor opción posible para extirpar el cáncer Saddam del Medio Oriente, debía proponer soluciones alternativas realistas. No como las "inspecciones" tan queridas por el marqués De Villepin y que en el pasado habían fallado. Promoción de los derechos humanos y del derecho internacional, integración económica regional más allá del Estado de la Nación, armas de comunicación masiva. Esto es lo que necesitamos. Para difundir duda o disentimiento donde riñen censura y opresión. Es decir, bajo el balcón de nuestra casa. En el mundo islámico.

Aquí una estrategia de los objetivos y tal vez también un estilo, que el viejo continente puede todavía permitirse y que divergen terriblemente del de los neocon. Una cosa, de hecho, es cierta: en nuestros cromosomas guerras mundiales, calientes o frías, holocaustos y abismos termonucleares son demasiado fuertes para poder olvidar la importancia de la paz. Y esto es positivo.

Bien sûr, sin ceder a fáciles pacifismos, y mirando a la guerra como última ratio, con la condición de crear un ejército europeo ágil y eficaz. Lo que debemos demostrar a neo- y a viejos militaristas es que una estrategia alternativa existe. Y que aquello que ya se ha iniciado, podrá ser el siglo de Europa. Con la condición de que se vuelva federal.

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* Referencia a la coalición del Olivo, de centro izquierda, iniciada por Romano Prodi en Italia, y al movimiento pacifista en general.

Translated from Una lezione per l'Europa