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Una italiana comunista en el Bundestag

Published on

Story by

Joel Lewin

Translation by:

Rosana Esquinas

PolíticaEU-topia: Time to voteEUTOPÍA: Berlín

Na­tu­ral de la Tos­ca­na, Paola Gia­cu­lli era ya a la edad de 15 años ac­ti­vis­ta del Par­ti­do Co­mu­nis­ta ita­liano. Ahora, está en el Bun­des­tag ale­mán, lugar en el que de­ba­te sobre his­to­ria, ca­pi­ta­lis­mo y An­ge­la Mer­kel, en re­pre­sen­ta­ción del par­ti­do ale­mán de ex­tre­ma iz­quier­da, Die Linke. Ade­más, as­pi­ra también al Par­la­men­to Eu­ro­peo. 

Quedé con Paola Gia­cu­lli en "Die Eins Café" justo a la vuel­ta de la es­qui­na del Bun­des­tag. En la pared des­can­san es­cul­tu­ras ex­tra­ñas, un poco frí­vo­las, lo cual con­tras­te con las oscuras y afi­la­das me­si­tas ne­gras, todo muy alemán. Cuan­do llega Paola Gia­cu­lli, aun­que no ha­ya­mos que­da­do nunca, nos re­co­no­ce­mos en­se­gui­da. Esto úl­ti­mo puede de­ber­se a que cada uno haya for­ma­do una ima­gen men­tal bas­tan­te acer­ta­da del otro par­tien­do de los co­rreos que nos hemos man­da­do, o puede que sim­ple­men­te sea un pro­ce­so de eli­mi­na­ción (soy la única per­so­na que hay en la ca­fe­te­ría, así que tengo que ser yo).

Paola Gia­cu­lli es una ita­lia­na co­mu­nis­ta en el Bun­des­tag. Sin em­bar­go, lo que más me in­tere­sa­ba pre­gun­tar es qué hace una ita­lia­na co­mu­nis­ta en el Bun­des­tag cuan­do no está en el Bun­des­tag. La pre­gun­ta puede pa­re­cer seria, pero no lo es. Si­len­cio ab­so­lu­to... des­pués, Gia­cu­lli se ríe y con­tes­ta "es una pre­gun­ta di­fí­cil por­que soy una ac­ti­vis­ta. Oh, Dios". Se ríe, pero no es nin­gu­na broma. La risa pron­to se con­vier­te en en­tu­sias­mo: "Nací con ese tipo de pa­sión. Para mí, es una pa­sión, esa rabia ante cual­quier tipo de in­jus­ti­cia".

PRI­SIO­NE­ROS DE LA HIS­TO­RIA

Die Linke surge de los ves­ti­gios del Par­ti­do Co­mu­nis­ta de Ale­ma­nia del Este el cual go­ber­nó en el pe­rio­do com­pren­di­do entre 1949-1989 en Ale­ma­nia del Este. Die Linke fue el ter­cer par­ti­do de mayor fuer­za po­lí­ti­ca en las elec­cio­nes par­la­men­ta­rias de 2013, con un 8,6% de los votos.  Los res­tos del pa­sa­do que di­vi­dían a Ale­ma­nia pue­den verse por toda la ca­pi­tal. Sin ir más lejos, si me asomo a la ven­ta­na puedo ver el Puen­te Mars­cha­llbrücke, puen­te que los nazis hi­cie­ron es­ta­llar para de­te­ner el avan­ce del Ejér­ci­to Rojo. Tanto es así, que Gia­cu­lli cree que a veces el Bun­des­tag pa­re­ce se­guir en los años 50, en la Gue­rra Fría, dado el "ren­cor his­tó­ri­co" que se res­pi­ra en cier­tas oca­sio­nes. De esto úl­ti­mo, Paola culpa de ma­ne­ra di­rec­ta a la Unión De­mó­cra­ta Cris­tia­na (CDU) de Mer­kel, pues ella misma fue acu­sa­da de ser una cri­mi­nal estalinista. "Mien­tras personas así sigan vivas, esto es lo que hay", dice Gia­cu­lli entre risas. 

Sin em­bar­go, aun­que Die Linke sea más po­pu­lar entre los nos­tál­gi­cos de la Ale­ma­nia Orien­tal, el par­ti­do no se ca­rac­te­ri­za por ser anacró­ni­co. Gia­cu­lli de­fi­ne el par­ti­do en cua­tro pa­la­bras: "trans­pa­ren­cia, in­no­va­ción, cul­tu­ra, fes­ti­va­les", de­fi­ni­ción que coin­ci­de con la de otros re­pre­sen­tan­tes del par­ti­do con los que me cité en Ber­lín. Me reuní con un grupo de miem­bros del par­ti­do a las puer­tas del Mi­nis­te­rio Fe­de­ral de Fa­mi­lia, Ter­ce­ra Edad, Mu­je­res y Ju­ven­tud, mien­tras on­dea­ban por vez pri­me­ra la ban­de­ra ar­coíris fren­te al edi­fi­cio. Días des­pués, vi una ban­de­ra de Die Linke entre tor­sos des­nu­dos y tra­se­ros ha­cien­do twer­king en el Fes­ti­val de Gays y Les­bia­nas de la ciu­dad de Ber­lín. Todos se mez­cla­ban y bai­la­ban, de­fi­nien­do su po­lí­ti­ca a ritmo de mú­si­ca te­chno.

La in­mi­gra­ción es un tema que preo­cu­pa a cual­quie­ra ac­ti­vis­ta eu­ro­peo, ya sea de de­re­chas o iz­quier­das, y Paola Gia­cu­lli no es una exc­pe­ción. En Eu­ro­pa, du­ran­te meses e in­clu­so años, nos hemos can­sa­do de oír dis­cur­sos "an­tiin­mi­gra­ción": Mer­kel y Ca­me­ron nos ha­bla­ron del "be­ne­fi­cio so­cial y tu­rís­ti­co"; Le Pen y su islamofobia; los ataques a Europa del Este por parte del Partido de la Independencia del Reino Unido, etc. Incluso los partidos que se mostraban a favor de la inmigración hablaban en términos tan prácticos que todo se reducía a discutir sobre tasas y beneficios. De manera que las ideas un tanto utópicas de Paola Giaculli dan un toque de vitalidad al debate. 

"No creo en un mundo dividido por fronteras" dice Paola, con una sinceridad que es más esperanzadora que cualquier estadística. Para Giaculli, en lugar de quejarnos sobre la inmigración lo que importa de verdad es saber qué la motiva, qué motiva a las personas a dejar su país. Los inmigrantes vienen a Europa huyendo de guerras, del hambre, de tortura y otras inmundicias. Giaculli cree que todos los europeos deberían tener el mismo pasaporte, es este sentido de la universalidad lo que responde una de mis preguntas menos profundas pero más urgentes. "De todas formas, ¿por qué una excomunista italiana trabaja en el Bundestag?", le pregunto. "Porque creo en un proyecto europeo, así que el lugar en el que trabaje es lo de menos", concluye Giaculli.

Es la HORA DE RE­CU­PE­RAR ESOS MILES DE MI­LLO­NES

¿Qué hay de la lucha con­tra el ca­pi­ta­lis­mo? ¿Qué hay de esa lucha reavi­va­da en el siglo ​XIX a causa de la Gran Re­ce­sión? El in­te­rés so­cia­lis­ta de Gia­cu­lli se cen­tra en La Aso­cia­ción Trans­atlán­ti­ca de Co­mer­cio e In­ver­sión (ATCI). "Asen­tar la ATCI es el mayor desa­fío de la nueva etapa del ca­pi­ta­lis­mo", afir­ma Gia­cu­lli. Para ella, el pacto su­po­ne un ata­que di­rec­to con­tra la de­mo­cra­cia, una ame­na­za para los de­re­chos de los tra­ba­ja­do­res que tanto ha cos­ta­do con­se­guir a lo largo de dé­ca­das y dé­ca­das.

De hecho, la ma­yo­ría de in­jus­ti­cias con­tra las que lucha Gia­cu­lli son aque­llas que están re­la­cio­na­das con el ca­pi­ta­lis­mo. Es una pa­ci­fis­ta muy im­pli­ca­da, por lo que está en con­tra del co­mer­cio de armas: "¿Cómo pue­des crear ins­tru­men­tos para matar? ¡Es te­rri­ble y ade­más no tiene nin­gún sen­ti­do!". Gia­cu­lli cuen­ta de­li­cias sobre un sis­te­ma que paga una mi­se­ria a gente que pro­du­ce ob­jetos que no po­drían com­prar ni en sus me­jo­res sue­ños y cita una crí­ti­ca fácil de Fran­ço­is Ho­llan­de a pro­pó­si­to de las cla­ses altas: "Hay de­ma­sia­da gente con miles de mi­llo­nes. Quie­ro qui­tar­les esos miles de mi­llo­nes".

Aun así, más que cam­biar el mundo, Gia­cu­lli cree que ne­ce­si­ta­mos cam­biar la ma­ne­ra en la que vi­vi­mos. Paola cri­ti­ca el fe­ti­chis­mo y las co­mo­di­da­des que nos hacen que­rer cosas que no ne­ce­si­ta­mos, pues los va­lo­res ca­pi­ta­lis­tas nos cie­gan ante lo que real­men­te im­por­ta. Un guiño a la teo­ría de aliena­ción de Marx, pues el ca­pi­ta­lis­mo crea ideas utó­pi­cas y con­vier­te a la gente en ins­tru­men­tos, en má­qui­nas. "No ne­ce­si­tas mucho para vivir bien", dice Paola. 

Con­for­me la en­tre­vis­ta llega a su fin, Gia­cu­lli em­pie­za a con­tar­me otra his­to­ria, "Mé­xi­co-Ca­me­rún", una his­to­ria sobre el Mundial de Fút­bol. Re­sul­ta que Gia­cu­lli tra­ba­jó du­ran­te dos años en el Mun­dial de 1990 en Ita­lia, para el de­par­ta­men­to de pren­sa in­ter­na­cio­nal. Aun­que fue "bas­tan­te di­ver­ti­do", ella recuerda esta Copa del Mundo como una especie de carnicería capitalista, prácticamente escupe los nombres de Blatter y Havelange, tachándolos de ser una "mafia". "Son una mafia, han echado todo a perder. El capitalismo se lo carga todo, se han cargado nuestra diversión", afirma Giaculli. 

Este artículo forma parte de una edición consagrada a Berlín. Pertenece al proyecto"EU-to­pia : Time To Vote", gestionado por Ca­fé­ba­bel con el apoyo de la fundación Hippocrène, la Comisión Europea, el Ministerio de Asuntos exteriores y la Fundación Evens. 

Story by

Translated from The Political Animal: An Italian Communist in the Bundestag