Una historia religiosa marcada al rojo vivo
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Fernando Navarro SordoChequia es conocida por ser un país casi ateo por completo. Praga no es una excepción, aunque las creencias no hayan hecho mutis por el foro.
63% es el porcentaje de checos que no profesan ninguna religión, según una encuesta del instituto Gallup en 2004. Una proporción de no creyentes muy elevada para el continente europeo.
Para comprender la evolución de la religiosidad en Chequia y en Praga, hay que abrir un libro de Historia. Al principio, casi todos sus ciudadanos eran católicos, la Iglesia apoyaba a la Monarquía y nadie se comía la cabeza. Relacionado con el papado de Avignon, el obispado de Praga pagaba en la Edad Media muchos impuestos en un clima de corrupción generalizada.
En tal contexto, el preste y maestro de conferencias Jan Hus propuso centrar la Iglesia en “el mensaje de la Biblia”. Esfuerzo en vano para este “reformista” justo antes de la aparición de Martín Lutero: Jan Hus murió en la hoguera en Constanza en 1415. Corrían los tiempos de los Habsburgo, el país vivió una “recatolización” forzosa.
Quienes se reconocen en el pensamiento de Hus, los Husitas, ya se han diseminado por las regiones del país.
Praga la Tolerante atraviesa horas sombrías
Praga ha tenido también mucha influencia del judaismo. “Fue Ibrahim Ibn Jacob, un judío español, el primero en llegar a Praga”, relata Charles Wiener, antiguo secretario de la comunidad hebrea de Praga.
A partir de 1492, tras el final de la Reconquista de España por parte de los Reyes Católicos, la ciudad empezó a acoger a los judíos sefarditas que huían de la persecución en España. A pesar de ciertas restricciones en materia de matrimonio, la comunidad judía conoció una época de florecimiento antes de emanciparse del todo durante el siglo XVIII. “Los checos eran más bien filosemitas y los judíos estaban tan integrados en la sociedad que hasta habían constituido un partido político”, subraya Wiemer.
Testigo de esta influencia, la sinagoga de Praga, con ciertas reminiscencias de la Judería cordobesa, se encuentra en el corazón de la ciudad.
Con la II Guerra Mundial, Praga la Tolerante atravesó horas sombrías. Antes de la llegada del comunismo, los nazis diezmaron la comunidad judía. “Aquí la guerra duró más, porque los alemanes entraron en Praga en 1938”, recueda Wiener. “Los que decidieron integrarse en las Brigadas Internacionales no regresaron, así que es de suponer que se salvaron. Hoy, sólo quedan 3.000 judíos en la República Checa, concentrados sobre todo en la capital”, destaca.
Otra vocación
Una vez bajo la vigilancia del Moscú soviético, las comunidades religiosas fueron puestas bajo control público. Se incitó a la población a no creer en dios. Privaciones de libertad y presiones se multiplicaron para los representantes religiosos. Es en ese momento, poco propicio para lo espiritual, cuando el Islam entra en Praga como quien no quiere la cosa.
“Durante la Guerra Fría, estudiantes de países árabes que optaban por el socialismo marxista viajaban mucho a los países del Bloque del Este para formarse. ¡Fue una sorpresa para los comunistas verles rezar varias veces al día!”, explica un miembro de la comunidad musulmana de origen argelino e instalado desde hace tiempo en Praga. Una excepción que no debe escondernos la realidad: bajo el régimen comunista, a los estudiantes de teología se les sugería tomar otra vocación.
Milan Salazka, profesor de teología de 79 años, recuerda: “Nos era imposible ejercer a los teólogos y la religiosidad estaba prohibida para los miembros del partido y todos los que tabajaban con niños”.
Durante 30 años, las iglesias se vaciaron y los intelectuales practicantes abandonaron el país. “Los cristianos fueron neutralizados por el sistema comunista. Los asuntos religiosos dependían del Ministerio de Cultura”, explica.
Los jóvenes divididos sobre la cuestión
La apertura suscitada por la Primavera de Praga en 1968 introdujo una cierta flexibilidad normativa. cristianos y comunistas logran cohabitar.
Con la caída del Muro de Berlín, las comunidades religiosas lograon tomar aire de nuevo. Desde 1991, las iglesias pueden de nuevo celebrar bodas. El hecho religioso recupera su carta de nobleza y su espacio en las familias checas: tanto en las capillas como en la enseñanza. Hasta vuelve a reaparecer una pequeña comunidad musulmana de unos 10.000 miembros.
Vladimir Sanka, de 35 años y convertido al islam, es hoy Presidente de la Fundación Islámica de Praga. Confiesa con orgullo que ya se organizan visitas a la mezquita de Praga. “Desde 2002, es costumbre ver a los escolares acudir cada viernes al rezo traducido al checo. Las reacciones son muy positivas y los estudiantes descubren los lugares concretos que conciernen a nuestra religión”, explica.
En febrero de 2007, Eurostat censaba un 59% de ateos, un 27,7% de católicos y algo más de un 1% de protestantes. Entre los jóvenes, el rechazo a las religiones sigue siendo fuerte, como el de un estudiante con el que nos cruzamos y que afirma: “Mi abuela me obligaba a acompañarla a la iglesia, pero no le vi utilidad ninguna”. Aunque no niegue el derecho a profesar una fe, critica a “una Iglesia que no ha sabido evolucionar con su tiempo y que es contradictoria en muchas cosas. El problema no es dios, ¡sino los religiosos!”.
En el lado opuesto se encuentra Lenka, una estudiante de 21 años, católica y practicante. Se lamenta de que “la moral de la sociedad se haya debilitado y se vea influida por el ateísmo". Ella, que acude a misa cada domingo, considera la religión comno una “cuestión de orden privado”. No se muestra muy confiada con el nuevo papa Benedicto XVI: “Le falta carisma, no creo que se trate de la persona adecuada para los momentos que vivimos”, declara.
Hoy protegidas por el Estado, las minorías religiosas prosiguen su vida con tranquilidad en el anonimato. Para Wiener, “la mayoría de los checos no es atea, sino agnóstica. Se trata de una falta de conocimientos, no de un rechazo de la religión”.
El profesor Salazka es menos pesimista: “La religión está hibernando, la sociedad checa vive aún con los estigmas del pasado, pero un día se despertará”. Si dios quiere.
Translated from Une histoire religieuse marquée au fer rouge