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Una ampliación mezquina, mezquina, mezquina

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La lógica de la ampliación corre el riesgo de transformar Europa en una gran Suiza al servicio de intereses diplomáticos. Mientras que el derecho y la democracia, de los europeos y los “quasi europeos”, pueden esperar

Por las calles de Tirana (ciudad paupérrima, fantástica y espectral de atmófera otomana) no hay alcantarillas. ¿Cómo se puede tener ambiciones y sueños si al caminar hay que estar siempre atento para saber dónde pone uno los pies? Imaginaos hombres de carne y hueso, acostumbrados a protegerse los pies (y los zapatos llenos de polvo y de fango), que empiezan a levantar cabeza. Hacia sus esperanzas, hacia su posible futuro.

La gran evolución de la política europea de los últimos años transforma cada vez más el espacio común europeo en una fortaleza, cuanto más cerrada, más inútil. Europa corre el riesgo de convertirse en una Suiza con fronteras artificiales intransitables que protegen a nuestros mayores, que protegen nuestras tradiciones oficiales, nuestros prejuicios, nuestra mediocridad.

La señal del aislacionismo europeo está en los Balcanes. Croacia, Bosnia, Serbia-Montenegro, Macedonia y Albania se han visto excluidos de la ampliación. Pero, ¿cómo se le puede negar a los Estados de los balcanes una adhesión inmediata a la Unión Europea? ¿Cómo podemos desdeñar a los bosnios después de haber permitido durante años las masacres de Sarajevo, poniendo como excusa la impotencia de Europa, tanto política como militar? ¿Cómo podemos olvidar Albania y considerarla un familiar miserable, ante los enormes progresos que ha realizado el antiguo feudo de una dictadura feroz como la de Hoxa?

Una lógica dual

La ampliación que los referendos comienzan a votar por unaminidad en nombre de la retórica pro europeista transforman el área de los Balcanes en un enclave sin perspectivas de integración a corto o medio plazo. La situación de estos países corre el riesgo de permanecer en vilo aún por mucho tiempo si se considera que los nuevos países miembros y los nuevos aislacionistas (los “francófonos”) harán lo imposible para proteger el “privilegio europeo” el mayor tiempo posible. Pero Europa, ¿puede pasar de ser una oportunidad a convertirse en un privilegio?

Nos encontramos ante una lógica dual en esta ampliación. Por un lado tenemos la lógica diplomática, que considera la ampliación como un instrumento de política exterior, de potencia, de poder y peso geopolítico. Y que es el apogeo de la política exterior.

Por otro lado encontramos la lógica del derecho y de la libertad, que considera la ampliación como el mero cumplimiento del proceso histórico que con la caída del muro de Berlín ha restituido a los hombres y mujeres de la otra Europa su destino, una lógica que tiende a vencer la tentación de Europa de constituir nuevas fronteras. Y que supone el final de la política exterior.

Europeos y quasi europeos

Sin embargo, estas dos lógicas no siempre son opuestas. Los dos puntos de vista se combinan y superponen. La adhesión de todos los países del área central y oriental constituye una doble oportunidad para la diplomacia y el derecho. Pero si los intereses geopolíticos tienen su propio perro guardián, es urgente encontrar el juicio de la otra Europa, la Europa del derecho, de la democracia, del nuevo “tercer estado” de la Europa del este, de Oriente Medio, del Cáucaso.

En un momento en que Europa recalca la lógica de la potencia de sus miembros, no es impotente, pero es mezquina, mezquina, mezquina y culpable. Mezquina y culpable con Bosnia y los bosnios, con Albania y los albaneses. Mezquina y culpable en los enfrentamientos entre los europeos y los “quasi europeos”. Permanentemente oprimidos ante sus sueños de emancipación y libertad.

Translated from Un allargamento meschino, meschino, meschino