Un equipo de fútbol de blancos se niega a jugar con un equipo de negros
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¡Uf! Han tenido miedo, ¿verdad? No se preocupen, esta información no es cierta. Si lo fuera… ¡Qué escándalo! ¡Qué racismo! ¡A la cárcel! ¡A la hoguera del desprecio general! El verdadero título de la noticia es: ‘Un equipo musulmán se niega a jugar con otro de homosexuales’. ¡Qué alivio! Entonces no es tan grave…
"Lo sentimos pero, dado el nombre de vuestro equipo y los principios del nuestro, que es un equipo de musulmanes practicantes, no podemos jugar contra vosotros, nuestras convicciones son mucho más importantes que un simple partido de fútbol, de nuevo, disculpen que os hayamos avisado tan tarde”. La polémica ha saltado en Francia este fin de semana y, más sorprendentemente, el debate. El equipo de fútbol que firma ese mensaje, dirigido al equipo contra la homofobia Paris Foot Gay, es el Créteil Bébel. En lugar de sentirse abrumados por el rotundo rechazo, ser perseguidos por la Ley y obligados a disculparse, los responsables del equipo no dan un paso atrás y defienden su decisión, aduciendo sus principios religiosos como justificación.
Pero imaginemos otro escenario, cambiando simplemente algunas palabras del sonado mensaje e intentemos prever las consecuencias. ¿Qué hubiera pasado si un equipo católico rechazara jugar con otro de musulmanes, o viceversa? Al final y al cabo, en una interpretación estricta, ambos serían pecadores, infieles, a los ojos de la religión del otro y, por tanto, contrarios a sus principios. ¿Y si el caso fuera racial? Un equipo de blancos que rechazara jugar con otro de color de piel diferente… La religión no sería el motivo, pero sí otro tipo de convicciones que estarían justificados por una ideología dudosa y por un relativismo moral y cultural en su exponente máximo (recordemos además que cada movimiento racista se ha sentido, casi sin excepciones, el elegido de Dios). En realidad, a nadie (o a casi nadie) se le ocurriría declarar tales propósitos en público, incluso si hay quienes lo siguen pensando. Por suerte, la sociedad en general y la Ley son tajantes: ningún tipo de discriminación racial o religiosa será permitida. ¡Bravo!
La hermana pobre de la discriminación
¿Y dónde queda la homofobia? Los homosexuales sigue siendo la hermana pobre de las minorías. 'Maricón’ sigue siendo un insulto, y muy utilizado dicho sea de paso, desde las escuelas hasta los campos de fútbol, tolerado frecuentemente por la sociedad, mientras que ‘negro’ o ‘moro’ o ‘judío’ son –salvo tristes excepciones- totalmente rechazados, cuando no castigados con todo el peso de la Ley. Discriminar a un homosexual no parece ser tan grave. Lo hace la Ley (y no solo en países subdesarrollados, miren lo que ocurre con la unión gay en California o la prohibición a los homosexuales de donar sangre en Francia…) y encarcelados y torturados en muchos países del mundo ante la pasividad de la comunidad internacional.
Los principios básicos constitucionales de los países democráticos no pueden ser olvidados: La homofobia no es tolerable, al mismo título que el racismo. Punto. No hay justificación religiosa o de otro tipo que pueda permitirse, en una sociedad plural y sana, discriminar a un individuo por su condición sexual. ¿Qué hay que debatir? La homofobia no es una opinión, es un delito.