Un dedo para insultarlos a todos
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Hay momentos en los que las palabras no bastan. Momentos en los que un simple gesto puede sintetizar un estado de ánimo, ya sea la euforia o la rabia. Esos instantes en los que el raciocinio, o los límites que este impone, se desvanece por completo para desatar un carrusel de lenguaje no verbal. Es en esos momentos cuando levantar un dedo, concretamente el de en medio, puede detonar la bomba.
Les hemos visto enloquecer sobre el césped de una cancha cualquiera, provocando a la hinchada rival o haciendo callar a los más críticos. Les hemos visto guitarra en mano, tratando de manifestar la rebeldía que se les supone. También les hemos visto con una sonrisa postiza incrustada en la mandíbula, respondiendo con cinismo a las críticas de una muchedumbre enfurecida. Otros, simplemente, lo utilizaron como complemento para pasar a la eternidad, a través de una imagen que sin dicha acción no tendría ninguna trascendencia. Es tan fácil como levantar el dedo corazón, cerrar el puño y tensar el brazo. Un gesto sencillo para captar la atención del foco mediático y ofrecerse como un caramelo al juicio de la siempre hambrienta opinión pública.
Los españoles le llama ‘peineta’. Pero la cosa viene de lejos, de mucho antes de que los balones rodaran y las celebrities se drogaran. La primera referencia al estiramiento del dedo medio como acto de desprecio la encontramos en Las nubes, una comedia de Aristófanes del año 423 a. C. Los romanos, un poco más tarde, lo bautizaron como el ‘digitus impudicus’ (‘dedo impúdico’), nombre que se generalizó a partir del siglo I en las culturas del Mediterráneo. Aunque para estos últimos, la acción no era más que el método de moda para desviar el mal de ojo. Un uso bien distinto al actual.
Sea cual sea la historia, lo cierto es que el término en latín resulta poco práctico en el uso contemporáneo. Es probable que si le recriminamos a alguien la carencia de idoneidad de haber hecho uso de su ‘digitus impudicus’, sienta la misma culpabilidad que si le llamamos ‘cerdo’ en arameo. Por eso, puede resultarnos más que interesante saber cómo se denomina esta acción en los distintos rincones del continente europeo. Información útil y necesaria, cuanto menos.
Los franceses, haciendo gala de su agudo sentido de la ironía, llaman al dedo medio ‘le doigt d’honneur’ (‘el dedo de honor’), a pesar de que el gesto tenga bien poco de honorable. Sus vecinos alemanes, en cambio, tiran de escatología y se adentran en el mundo de la materia fecal, de la mano de su ‘stinkefinger’. Es decir, el ‘dedo apestoso’. En Italia y Polonia optan por una forma frustrantemente descriptiva, como es llamar a las cosas por su nombre. Así, el ‘dito medio’ y ‘środkowy palec’ no tendrán otra traducción que ‘el dedo medio’. Los ingleses, en cambio, hacen uso de la metonimia. Para ellos, el insulto gestual y todo lo que implica se puede resumir en una extremidad : ‘the finger’.
Distintas formas de llamar a un dedo. Un dedo para insultarlos a todos.