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Última llamada: mini tratado o mini Europa

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Política

El 21 y 22 de junio se desarrollará en Bruselas el Consejo europeo, la ocasión para la canciller alemana, Ángela Merkel, de relanzar el proyecto constitucional.

2005, fue un año negro. Dos actores de la construcción europea, Francia y los Países Bajos, dijeron “no” al proyecto de Constitución, sumiendo a la Unión Europea en una crisis identitaria sin precedentes. El proceso de integración y las reformas quedaron congelados, y se decretó una “pausa de reflexión”.

Dos años más tarde, Ángela Merkel, a la cabeza de la presidencia semestral de la UE, desea lanzar de nuevo el proyecto constitucional. En vísperas del Consejo europeo en Bruselas, los días 21 y 22 de junio de 2007, las divisiones entre los Estados persisten, pero algunas condiciones existen ya para poder alcanzar un compromiso antes de las elecciones europeas de 2009, fecha límite establecido por la presidencia semestral austriaca del año pasado para resolver el parón institucional.

Como oveja negra y a la vez jefe de filas de todo este embrollo, se encuentra Francia. Recién elegido Presidente de dicho país, Nicolas Sarkozy ha sugerido un tratado simplificado que incluya las reglas de funcionamiento de las instituciones europeas, sin mencionar carta de derechos fundamentales alguna susceptible de ser también material para las negociaciones. Cada uno de los Estados miembro, por su parte, ha respondido a la carta de Angela Merkel solicitando adoptar una postura sobre la cuestión con el fin de preparar la cumbre.

Parecen haberse hecho esfuerzos, pero en la práctica, las cuestiones centrales siguen abiertas: Ángela Merkel, a quien se le suponen grandes cualidades diplomáticas, ¿sabrá acaso reconciliar a los Estados miembro alrededor de un mismo proyecto constitucional? ¿Sabrá Francia negociar un nuevo tratado respetando la decisión inicial de sus ciudadanos? ¿Encontrarán los euroescépticos un terreno de entendimiento con los países que ya han ratificado la Constitución?

De regreso a Europa

La noche de su victoria electoral, Nicolas Sarkozy prometió volver a colocar a Europa en el corazón de la política francesa. “Esta noche, Francia ha vuelto a Europa”, declaró instando a sus “socios comunitarios a escuchar la voz de los pueblos que quieren ser protegidos”.

Sin embargo, cabe preguntarse si gritar por encima de los demás en Estrasburgo bastará para convencer a los franceses. En elextranjero, la voz de Francia también se ha debilitado, aun cuando la propuesta de tratado simplificado formulada por Sarkozy esté teniendo un notable éxito de entrada.

Alemania suele tender más hacia el federalismo, pero está dispuesta a aceptar esta propuesta como base para las negociaciones. El presidente español, José Luís Rodríguez Zapatero, considera que “un tratado simplificado, menos extenso, es factible”, a condición de que mantenga ciertos puntos: reforma del funcionamiento del Consejo europeo, creación de una presidencia estable de la UE y del puesto de ministros de Asuntos Exteriores.

José Ignacio Torreblanca, investigador del Real Instituto Elcano, prefiere ser optimista. “Al principio, me costaba adherirme a las propuestas de Sarkozy, pues “mini tratado” me sonaba a “mini Europa”, expresión de una solución de mínimos. Sin embargo, me di cuenta en seguida de que compartíamos la misma idea sobre la importancia de las instituciones europeas y la de una política común europea de la energía, así como de la economía”.

Convencer a los euroescépticos

Ahora bien, el verdadero desafía de la canciller alemana es otro. Lograr que países tan reticentes como Gran Bretaña, Polonia y la República Checa se avengan a un compromiso y comprendan que “sólo las instituciones y las reformas en el seno de la UE constituyen un medio para sacar a cada país de sus problemas”. Estos Estados euroescépticos piensan que “la Constitución es un problema más que una ventaja. Cuestionan la Constitutción, pero también el tratado de Niza”, dice Torreblanca.

El debate sobre el Tratado constitucional puso al descubierto una oleada de euroescepticismo –que no sólo se maniene hoy, sino que ha ganado terreno en otros países– y la frágil legitmidad de los eurodiputados. El texto no es menos esencial para la cohesión política de los Veintisiete. ¿Podemos dejar descolgados a los países que no quieren avanzar en la construcción europea?

El mayor riesgo es el de desembocar en una Unión a varias velocidades o con varios niveles de adhesión. Sin embargo, es por lo que aboga Torreblanca: a su entender, un compromiso más “flexible” permitiría a cada cual tomar sus distancias en según que puntos para no minar la cohesión entre los restantes Estados miembro.

En una tribuna de la revista alemana Perlentaucher, el filósofo alemán Jürgen Habermas hace un llamamiento a los Gobiernos, “los hacedores de la Constitución, a confesar su impotencia a la hora de poner en marcha la democracia. A ellos les corresponde llevar a cabo un combate a favor o en contra de la Constitución antes de las próximas elecciones de 2009 –a través de los partidos politicos que los componen- y en el marco de una campaña europea. Si el referendo tiene éxito, Europa podrá decir definitivamente adiós al modelo de convoi según el cual el vagón más lento marca el ritmo”.

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