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Ucrania está llamando a Europa

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Europa debe posicionarse: sin decantarse por nadie -pero de modo categórico- a favor de la democracia y en contra de la división del país. Así nos habla el Dr. Klaus Segbers.

El Dr. Klaus Segbers es miembro del Instituto de la Europa Oriental de de la Universidad Libre de Berlín (Osteuropa Institut der Freien Universität Berlin).

En Kiev, las manifestaciones reposan sobre una planificación colosal: más de 1 500 tiendas en el centro de la ciudad, avituallamiento organizado por miles de manifestantes, provisión de banderas y bufandas naranjas. ¿Quién a poya a la oposición en su protesta?

Existe una fuerte dimensión interna en este conflicto que queda invisible desde el exterior y que se mantiene con independencia de la dimensión internacional del mismo. Yuschenko y Yukanovich disponen de fuertes apoyos dentro del país. Se trata en especial de estructuras económicas, no políticas: oligarcas y grupos industriales. Estos grupos buscan colocar a “sus” candidatos. Hay que tener en cuenta que en Kiev existe una burocracia estatal relativamente fuerte, una especie de tercer contendiente que trata de proteger su canongía. Un gran número de protagonistas del panorama político interior se ha implicado en el debate sobre la presidencia.

¿En qué medida apoya el extranjero las manifestaciones?

El gobierno de la federación rusa ha adoptado enseguida una postura muy determinada en las elecciones en Ucrania. El gobierno norteamericano y la Unión Europea le han hecho frente. Todos los grupos nacionales e internacionales envían dinero y suministran asistencia técnica. Rusia envía lo que se denomina “tecnología de campaña electoral”, contribuyendo a la organización de dichas campañas, y Occidente envía por su parte a personas encargadas de ayudar en la campaña. Sobre el terreno ha habido consejeros para asesorar a los candidatos acerca de la escenificación de sus manifestaciones. Algunos consejeros provenían del National Democratic Institute presidido por Madeleine Albright. Pero también en Rusia algunos institutos cercanos al Kremlin se interesan por Ucrania.

¿Porqué los estadounidenses se han volcado tanto en Ucrania?

Una vez más, Washington conserva el reflejo de tratar de quedar por encima de la ex -potencia soviética en cuanto se le presenta la ocasión. Sucedió lo mismo en Georgia el año pasado, y tras el 11 de septiembre en la zona de Asia central con Uzbekistán y Kazajstán. No queda claro cómo conciliar este comportamiento con la estrecha cooperación hace dos años en la lucha contra el terrorismo. No obstante, me parece evidente que no hay un solo actor en cada lado, sino varios. Persiguen sus propios intereses y estrategias que no pueden reducirse en un “nosotros” enteramente americano o ruso. En modo alguno debemos pensar que se quiera comprometer a Putin por parte de los EE UU o que existan estrategias parecidas o programas para ello. La política ya no funciona así.

¿Puede aceptar Putin que Yuschenko sea presidente sin sentirse agraviado?

Hubiera sido prudente no intervenir en repetidas ocasiones en la campaña electoral y no aplaudir el día en que se proclamaron los resultados. Tampoco fue sensato enviar a Ucrania oriental a toda prisa al alcalde de Moscú para apoyar el movimiento separatista local. ¡Aun así, la Historia ha demostrado que Moscú tiene una gran capacidad de asimilación! A pesar de su relativamente fuerte determinación, aún es posible una retirada: para ello, Putin debería aceptar la decisión de la Corte Suprema que recusa los resultados electorales y autorizar la celebración de nuevas elecciones. El cambio de poder sería, pues, legítimo y conforme al deseo del pueblo ucraniano. Sería una solución con la que Putin podría salir airoso.

¿Porqué la retirada de Putin es tan difícil?

Desde el punto de vista ruso, Ucrania vive inmersa en una evolución que se gesta desde hace 14 años. Durante las negociaciones sobre la reunificación alemana, en 1990, no se habló de que los países de la Europa central y oriental, los países bálticos y los del este meridional llegaran a convertirse uno a uno en miembros de la OTAN y de la UE. Luego, los gobiernos de estos países empezaron a expresar su intención de adherirse a estas dos organizaciones, las cuales les han seguido el paso. A ojos de Rusia, se trata, como es natural, de una transformación radical del paisaje europeo. Si gobierna Yuschenko, se esperará de él que siga este sendero. Esto preocupa realmente a Rusia.

Puede o debe la UE ejercer presión para resolver la situación en Ucrania de un modo pacífico?

Ucrania está sometida hoy por hoy a una lucha interna de poderes políticos: ¿cuál de los dos poderes económicos enfrentados logrará asumir, durante los cuatro próximos años, el poder formal simbolizado por la presidencia? A este respecto, la UE, y en especial la OTAN, no deben tomar posiciones. Estamos ante un asunto interno de Ucrania. El papel de la UE consistirá en ocuparse de este asunto con prudencia pero de modo categórico. Ucrania forma parte de Europa y no de los Estados Unidos, y por lo tanto es a Europa a quien se reclama hoy por hoy para ayudar a resolver estos problemas. La firmeza debe consistir en criticar abiertamente unas elecciones fraudulentas. Si la UE quiere actuar sin decantarse por nadie, debe evitar expresarse a favor o en contra de cualquiera de los candidatos. Tampoco debe reforzar desde el exterior las tendencias a la división de Ucrania. Del mismo modo, debe cuidar mucho que no se lancen falsas señales en dirección de Rusia que le puedan dar la impresión de que se quiera seducir a Ucrania o atraerla hacia un modelo de tipo occidental. Todo esto sin olvidar que nos hallamos ante una cuestión de orden europeo en la que tenemos que implicarnos y en la que no debemos abandonar a otros.

Después de Georgia y, sin duda, Ucrania, el próximo en tomar el camino de la democratización será Bielorrusia?

No veo que se den las condiciones para ello en Bielorrusia, pero la preocupación de que suceda algo así en este país está presente en Moscú. De todos modos, el temor principal de Rusia no es ya que esta evolución impregne a Ucrania o Bielorrusia, sino a la propia Rusia. En efecto, Occidente podría verse tentado de presentar a un Yuschenko ruso en 2006. En el proceso de transformación de Europa oriental constatamos desde hace ocho años un escenario que se repite: creación de mitos mediáticos muy carsimáticos. Uno de los componentes de esta mitología es la aparición de la dicotomía entre el Bien y el Mal en los medios de comunicación. Djindjic en Serbia, Saakasvili en Georgia y ahora Yuschenko en Ucrania representando el “buen camino” y aportando siempre una mediatización evidente. En cambio, Bielorrusia y Rusia no parecen por ahora haber sido alcanzadas por este movimiento. Esto no quita que Moscú tenga sus temores: la política no siempre está sujeta a consideraciones racionales.

Translated from „In der Ukraine ist Europa gefragt“