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Turquía en la trashumancia: de Europa a los BRIC

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SociedadPolítica

Turquía ha sido desde sus orígenes una encrucijada entre las diferentes culturas occidentales y orientales, convirtiéndose así en un punto estratégico en el mapa. Una miscelánea de turcos étnicos, curdos, circasianos, bosnios, georgianos, gitanos, árabes y una minoría zaza constituye su población, cuya mitad se encuentra en la actualidad por debajo de los treinta años.

Pese a que hace más de dos décadas que empezó su andadura para formar parte de la Unión Europea, en el Viejo Continente se muestran reticentes a abrirle las puertas. ¿Se estará acabando la paciencia turca?

A través de pequeños gestos Turquía fue introduciéndose en Europa, aunque siempre desde la sombra: primero luchó junto a los aliados en la SegundaGuerra Mundial para así convertirse en un miembro de la Carta de las Naciones Unidas, después participó junto a la ONU en el conflicto de Corea y finalmente logró sumarse a la OTAN. El siguiente paso, el más ansiado, era la pertenencia a la Unión Europea, trámite que presentó por primera vez en 1987 pero que no se comenzó a negociar hasta finales de 2005. Su propuesta ha dividido a los europeos y algunos de ellos han augurado que, si Turquía entra finalmente, Europa perderá su identidad. Incluso algunas voces la definen, en una versión exagerada, como el caballo de Troya.

Turquía interesa como socio económico puesto que es uno de los grandes paraderos de inversión extranjera, así como un creciente destino turístico que en el último año recibió cerca de treintamillones de personas. Sus recientes datos económicos son positivos e incluso envidiables: el pasado año su economía mejoró un 8,5% frente al 1,7% de la Unión Europea y su deuda pública en la última década ha descendido del 73% al 39 % del PIB. Pese a ello, muchos no se sienten cómodos con Turquía como vecina. De hecho, sus principales opositores, Francia y Alemania, esgrimen todo tipo de razones. El que fue presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, llegó a afirmar que “el rol de Turquía está fuera de la Unión Europea” pero, sin embargo, era partidario de un estatuto de asociación privilegiada. La canciller alemana, Angela Merkel, también apoyó esta idea: “Nos oponemos a la presencia de Ankara como miembro completo, pero tampoco queremos perder a Turquía, pues se trata de un país importante”.

Este estado es un caso especial dentro de la comunidad internacional: definido como una república parlamentaria, democrática, laica, social y de derecho, cuenta con una población de 75millones de habitantes, lo que lo convertiría en el segundo país más poblado de la UE —por detrás de Alemania— y la principal potencia en cuanto a la superficie del territorio. Esto podría desestabilizar las políticas de la Unión Europea a causa del reparto de escaños en la Eurocámara. No obstante, es su relación con los derechos humanos el tema más delicado y por el que le exigen que admita su responsabilidad en el genocidio armenio. A esto, se suma un informe realizado por Bruselas en el que se aseguraba que su entrada costaría al resto de socios cerca de 28.000millones de dólares al año en ayudas.

El Partido de la Justicia y el Desarrollo, que lleva en el Gobierno de Turquía desde 2002, es una formación de inspiración confesional, similar a los democristianos europeos. Ha servido de ejemplo a aquellos países que experimentaron la primavera árabe.

Aquellos países que aceptan Turquía argumentan que su adhesión evitaría un temido choque de civilizaciones, además de ser conscientes de que con ello su influencia en Oriente Próximo aumentaría y, asimismo, se asegurarían mejores rutas de suministro energético. Sin embargo, los requisitos exigidos a Turquía son mucho más inflexibles que los que se les piden a otros estados. El mayor punto de fricción es la desconfianza hacia el islam por parte de Europa, pues algunos sectores conservadores consideran que esta religión es incompatible con la democracia. No obstante, parece que existen otros motivos implícitos, puesto que Bosnia y Herzegovina, cuya población es mayoritariamente musulmana, no está teniendo tantos reparos con su aceptación en la UE. De hecho, ya está aprobada su preadhesión —o lo que quiera que esto signifique—.

Entre el orgullo y la obstinación

Según una reciente encuesta de la Fundación Tavak, en la última década la confianza de los turcos a que la adhesión de su país se llegue a producir ha pasado de un 85% a un 17%. El principal motivo es que los turcos se sienten rechazados por el Viejo Continente: teniendo en cuenta que el 50% de su población tiene menos de treinta años, es evidente que la juventud del país no tiene una buena imagen acerca de la UE. Es más, el mismo estudio arroja otras cifras de interés: el 46% de los turcos se decanta por una relación más estrecha con Rusia y sus vecinos, el 28% prefiere colaborar con los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y un 21% optaría por estrechar lazos con la Organización de Cooperación Económica, que abarca varios países de Asia Central.

Mientras que Europa envejece, la mitad de los habitantes de Turquía está por debajo de la treintena.

Ilya U. Topper, corresponsal de la agencia EFE en Estambul, asegura que “aquí no existe la percepción, como puede darse en otros países, de Europa como paraíso inalcanzable. Nadie que yo conozca sueña con ir a trabajar allí”. Y añade: “Los BRIC suenan bien porque se observan como un club de países con los que llevarse de igual a igual, sin tener que sufrir ese complejo de inferioridad que imponen Bruselas o Washington”. Elif Görgü, una joven turca que trabaja en Venezuela, comenta que lo que busca la UE es el chino de Europa: sueldos bajos y mano de obra muy barata”, y apuntala: “Yo siempre he estado en contra, es una unión imperialista donde prevalecen los intereses de las fuerzas económicas y para que los países grandes se aprovechen de los pequeños”.

En este contexto, llama la atención que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (sus siglas en turco, AKP), en el poder desde 2002 y con una política favorable a la UE, cosechara en las últimas elecciones una mayoría absoluta con el 50% de los votos y una participación del 82%. El ministro turco de Economía, ZaferÇağlayan, asegura que la Unión Europea “acabará suplicando su incorporación” pero que, finalmente, “seremos nosotros quienes decidamos si queremos o no entrar”. Tacha a la Unión de “no ser honesta durante los últimos cincuenta años” al rechazar su adhesión “cuando cumple con diferencia los criterios”. Çağlayan va más lejos: “Vamos a seguir molestando a los europeos. Hay personas que desean convertir la Unión Europea en un club de cristianos y quieren dejar a Turquía fuera”.

Fotos: portada, onur hurgel/Flickr; texto, CharlesFred/Flickr y gecetreni/Flickr. Vídeo: euronewses/YouTube.