Turcos, jóvenes y enamorados del francés
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Belén Burgos HernándezEn la caótica y genuina Estambul cada vez más personas optan por aprender nuevas lenguas. Algunas lo hacen en busca de nuevas oportunidades y otras por puro placer. Entre esas lenguas, el francés parece ocupar un lugar privilegiado entre la dorada juventud turca que busca oportunidades de presente y de futuro.
"¡... En fin, que las cosas no vayan demasiado bien! ¡Cuando todo va bien, pierdo dinero!", se escucha decir a varios profesores de francés que charlan en una mesa. Están hablando en broma, pero sentimos que hay un trasfondo de verdad. Entre atentados y purgas, son muchos los estambulíes que miran al francés y por ende a Francia en busca de seguridad. Cuanto peor se ponen las cosas, más ganas tienen de salir del país. ¿Llegará a convertirse la francofonía en un negocio?
Falta de seguridad social y económica
En 2016, el número de habitantes que abandonaron Estambul, 440.889 personas, fue mayor que el número de personas que entraron, 369.582. De ahí que ese año haya dejado huella tanto en las mentes de los ciudadanos como en la gobernanza del país. Entre el 1 de enero del 2016 y el 1 de enero del 2017, Estambul fue sacudida por seis atentados, en los que perdieron la vida un total de 112 personas. A esto se le sumó un intento de golpe de Estado. A día de hoy, son muchas las razones por las que los ciudadanos anhelan un poco de seguridad y estabilidad.
Entre el inicio de la operación "Rama de olivo" en Siria, por un lado, impulsada por Turquía con el propósito de expulsar a los separatistas kurdos del norte de Siria, y, por otro, la deriva autoritaria del Gobierno (purgas en la administración pública, detenciones en masa de periodistas y opositores) que se ha acentuado desde el 15 de julio del 2016, los estambulíes -y los turcos en general- siguen buscando formas de ser más libres. Frente a la crisis económica que sacude el país y la continua caída en picado del valor de la lira turca, la solución preferida por los habitantes de la capital –aquellos que pueden permitírselo– parece ser el aprendizaje de una nueva lengua.
Una imagen alimentada por los clichés
Elegante, revolucionaria, sofisticada y respetada, la imagen que se tiene de los franceses ha contribuido a hacer de su lengua una herramienta de marketing. Personas famosas en Turquía ayudan a reforzar esa imagen, por ejemplo Okan Bayülgen, actor y presentador de radio y televisión que participó en las manifestaciones para salvar el Parque Taksim Gezi en 2013, pero luego cambió de rumbo y se desvinculó del movimiento social y antigubernamental surgido. Marc*, director de una academia de francés y refuerzo escolar, recuerda: "Un día, el hijo de un cantante muy conocido vino a vernos. Él también canta, pero no es tan conocido como su padre. Su representante le había dicho que le vendría muy bien aprender francés porque eso le daría una imagen elegante e intelectual".
Autoritarismo y control de la educación
De una imagen intelectual y revolucionaria a un medio de oposición, solo hay un paso. Desde el intento de golpe de Estado en julio del 2016, el Gobierno mantiene una lucha encarnizada contra el movimiento de Gülen, una comunidad cuyo líder es el teólogo y predicador del Islam Fetullah Gülen, bestia negra de Erdogan y exiliado en Estados Unidos. Presente en numerosos niveles de la sociedad, el Gülem constituye un verdadero estado paralelo (llamado FETÖ por el gobierno turco y considerado como una organización terrorista) que se implica también en el sistema educativo. La oposición política también ha financiado en Turquía establecimientos escolares privados. Se trata de "colegios del movimiento Gülen" que, por ser gratuitos, favorecen a las familias menos favorecidas y les permiten tener acceso a la educación. Existen en todo el mundo y están conectados entre ellas mediante una red internacional, de la que algunos dirán que los soldados de su causa se forman allí. A título comparativo, el instituto francés Pierre Loti cuesta unos 6000€ anuales y un colegio privado bilingüe francés-turco unos 10 000€, mientras que la institución estadounidense Robert's College ronda los 20 000€.
Tras el intento de golpe de Estado, los colegios financiadoss por el líder opositor turco se prohíben y otros establecimientos que no forman parte del Movimiento, pero que se han metido en el mismo saco, se cierran o se reestructuran por parte del Gobierno turco. Entre cierres sin más de colegios privados, despidos, reestructuración y modificación del programa escolar, la enseñanza ha quedado gravemente tocada. Los libros del filósofo Spinoza y del escritor Albert Camus han sido declarados por el ejecutico como herramientas de propaganda y se han censurado. Directores de colegios y universidades públicas se han visto sustituidos por partidarios del Gobierno, mientras que todo funcionario público tiene que ser objeto de una investigación que puede durar hasta seis meses.
Nunca es demasiado pronto...
Todos estos factores han empujado a las familias más adineradas a matricular a sus hijos en colegios privados e internacionales incluso cuando todavía hay que bañarlos o están aprendiendo a contar con los dedos. "Tenemos padres que nos llaman para que les encontremos un profesor para su hijo de 3 o 4 años. El alumno más joven que hemos tenido es un bebé de 18 meses". Una edad precoz pero lógica según Marc*, que lo explica por la voluntad de los padres de enviar a sus hijos a Pierre Loti, el instituto francés de Estambul que acoge casi 1300 alumnos cada año, escapatoria ideal a la crisis de identidad turca actual, de la que la educación no se libra. "Consideramos que el sistema educativo francés es más abierto, más liberal que otros sistemas educativos, y todavía más si lo comparas con los colegios públicos turcos e incluso privados", explica Tugba, la madre de Derya, un niño de dos años y medio en lista de espera en Pierre Loti. "Para Hasan (su marido) y para mí, una educación en la cultura francesa es más importante que un aprendizaje de la lengua sin más. Este matiz es esencial ya que desarrolla una curiosidad y una apertura a campos como el arte, la filosofía, o incluso las ciencias, fundamentales en el desarrollo cognitivo del niño", precisa la mujer. Y Marc* matiza: "En realidad, esos padres piensan ante todo que si sus hijos hablan francés, podrán mandarles a las mejores universidades".
… ni demasiado tarde
El recorrido educativo durante la enseñanza secundaria y el bachillerato influye mucho –mejor dicho, es determinante– en las opciones universitarias para los jóvenes turcos. Son las notas finales las que permitirán a los futuros estudiantes el acceso a las universidades más o menos prestigiosas. Las más apreciadas suelen ser bilingües, anglo-turcas o franco-turcas, de ahí la importancia de haber tenido también acceso a una educación bilingüe. "El francés se considera como una lengua de prestigio asociada a una universidad que conserva una buenísima reputación", nos cuenta Astrid, profesora de francés como lengua extranjera en la universidad de Galatasaray, una de las más prestigiosas de Estambul. "No estoy segura de que sea la lengua francesa lo que se elige". El sistema de concurso por puntos elige por ellos. Según sus resultados en el concurso, los estudiantes pueden elegir tal o cual universidad", puntualiza. "A menudo, en esa clasificación, Galatasaray está detrás de la universidad Boğaziçi. Muchos de los estudiantes no eligen el francés (prefieren el prestigio de la institución antes que el idioma, ndlr ). Sin embargo, la mayoría se quedan motivados por su aprendizaje y se entregan en las clases" prosigue la profesora.
Una gran ventaja profesional
Primera elección o no, los colegios en lengua extranjera son siempre los que aparecen en los primeros puestos de las listas, asegurando así al estudiante un futuro menos incierto. Esto ocurre en Turquía y en todas partes. "Quiero ser investigador en África del Norte o en Oriente Medio. Esa es la razón por la que la que el francés es tan importante para mí", explica Baki en su aula unos días antes de marcharse para una estancia lingüística en París. Y su compañero de clase añade: "Hay muchas empresas francesas en Estambul, como Decathlon o Carrefour. Hablar francés nos permite tener oportunidades de trabajar allí y así ser un expatriado. Si no lo conseguimos, el francés es un plus. Algunos bancos y empresas ofrecen un salario más alto a los empleados que hablan dos o tres idiomas. ¿Así que por qué no?".
Ilgin, que acaba de terminar sus estudios de teatro en Montpellier confirma que la esperanza de Baki tiene base. Haber estudiado en Francia le ha permitido regresar a Turquía en una mejor posición. "Si hoy me preguntan si me quiero ir, claro que quiero. Allí puedo vivir mi sueño. Pero siempre hay problemas de papeles y de dinero. Francia es un poco cara", se lamenta la chica. Tiene 29 años y trabaja en una escuela primaria franco-turca, después de haber renunciado a su sueño de ser actriz, demasiado costoso en Francia. "En Turquía no hay presupuestos para el teatro. Es difícil crear talleres como hacía en Francia, eso no interesa. Necesitaba dinero y encontré fácilmente un curro. Estuve dos años como profesora de teatro en un colegio público, ahora llevo cuatro en un colegio privado. La experiencia de trabajar con niños me gusta, su imaginación es desbordante. Una suerte en un país en el que la tasa de desempleo era del 11% en 2017. Cuando la seguridad o la situación política se pone fea, tengo miedo y quiero irme. Luego, una vez que el miedo pasa, quiero quedarme. Adoro Turquía. Si un día me voy, será porque tenga ganas de irme y no por miedo a quedarme".
Con colegios privados y universidades prestigiosas, la lengua de Molière y la francofonía están más cerca de ser un medio que un fin en sí mismo para sus aprendices. Una herramienta multifunción que se transformó, con el tiempo, en un verdadero negocio educativo. Una manera de quedarse con mejores condiciones en Estambul o de abandonar mejor Turquía.
Translated from Turquie : le français sauvera-t-il les Turcs ?