“The Italian Job”: crónicas de una generación perdida
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Cristina Martínez IstillarteNo es una palabra que se olvide fácilmente: choosy (quisquilloso). Sobre todo si se dirige a los jóvenes de un país con una tasa de desempleo de entre las más altas de Europa. Tras unas tres semanas del incidente diplomático de la ministra Fornero, llega el análisis de un joven italiano sobre las disfunciones del sistema laboral de la nación y sobre ser uno de los bamboccioni (ninis).
Eso sí, por necesidad, a falta de un sustento por parte del Estado, condenados a ser embajadores del estereotipo que quiere a los italianos pegados a las faldas de sus madres. Crónicas de una generación perdida —a su pesar—, ya también inadecuada para servir kebabs.
En Italia está de moda ser quisquilloso. Hoy es el turno de la ministra Fornero, quien, después de haber retirado de la aduana este infame término atemorizada por la idea de una nueva fustigación por parte del pueblo de la red, ha pedido cerrar la puerta de una conferencia a los periodistas porque “de otra manera estaré obligada a pensar cada palabra que digo”. Ignora, quizás, que una elección más responsable de las palabras sería algo deseable en un ministro.
La última es la familia
En Italia, la familia se ha convertido en el chivo expiatorio de los errores políticos y sociales cometidos a partir de la posguerra, en el receptáculo de expectativas quebradas, esperanzas vanas e ilusión de gloria. A pesar de esto, permanece como único apoyo con el que los jóvenes pueden contar para hacer frente a una política que ya les ha tachado, según las palabras del técnico Monti, de “perdidos”, quien además se ha lavado las manos declarándose incapaz de resolver los problemas, pero en condiciones de limitar los daños hechos a esta generación. Acercamiento interesante y muy evasivo.
Esto ocurre porque en Italia siempre han faltado los amortiguadores que en otras naciones, como Alemania y Finlandia, permiten a los jóvenes debutar en el mundo de los adultos y ganarse la vida a los 18 años. Bonos bebé, sueldos pagados (parece obvio pero no lo es), tasas universitarias reducidas o nulas, facilidades para comenzar e incentivos para el empleo. En el norte de Europa esto está provisto por el Estado, no por asistencialismo, sino para pagar de nuevo las tasas y el sacrificio de los ciudadanos. A los jóvenes les bastaría solo con no ser considerados bambaccioni hasta los 35 o 40 años a los ojos del resto del continente.
No pocas veces me han preguntado por qué no pedía el subsidio de desempleo al Estado. “¿Qué desempleo?”, respondía yo. Y la persona que tenía enfrente de mí era bielorrusa, no sueca. Como decir, fuera de los estereotipos y de los clichés, que el sostén del desempleo es un privilegio de un norte de Europa cada vez más inalcanzable. En Italia, ¿ante quién se deben presentar los jóvenes? ¿Ante el viceministro que los llama perdedores? ¿Ante el primer ministro que les ha condenado a un limbo casi sin salida? ¿Ante el exministro que define a los trabajadores precarios como “la peor parte de Italia”? A falta de un sustento estatal, volvemos a presentarnos ante la familia, manteniendo ese círculo vicioso que los obliga a permanecer ligados al hogar y a esa imagen del italiano enfermizamente apegado a las faldas de la madre. Y si hasta ahora la propia actitud de ahorro del Bel Paese está salvando también este último pilar del derrumbamiento, ¿qué sucederá si el restablecimiento que los ministros auguran para el 2014 (año en el probablemente ellos ya habrán dejado el cargo) empieza tras cinco años como prevé la tétrica Frau Merkel?
Hasta el kebab es demasiado quisquilloso
Sería demasiado fácil recordar cómo, desde el pico del año 2000, el gasto público italiano solo se ha duplicado mientras el débito casi se ha decuplicado. O que según una investigación de Bankitalia, el 25% de los licenciados se han adaptado perfectamente a desarrollar una ocupación con baja o ninguna cualificación más que los coetáneos alemanes (en Alemania el dato asciende al 18%). Si además añadiésemos, también conforme a Bankitalia, los tristemente famosos ninis en la cuenta del desempleo, nuestro porcentaje de desempleados sería del 12,4%: la sexta más alta de toda la eurozona. Y con los salarios medios más bajos de la civilizadísima Europa de Marshall, Portugal aparte. Nuestro país ostenta un récord muy poco envidiable en la eurozona, alcanzando el pódium del desempleo juvenil —tercer puesto junto con Portugal— con el 35,1%. De los datos del Rapporto Giovani, logrado por un campeón de 9.000 de esa franja de los 18 y 29 años, sobresale que estos se apoderan incesantemente de la búsqueda de empleo y que aunque el 45% no está satisfecho, está, aún así, motivado por las exigencias. Al diablo con ser quisquilloso.
Échale un vistazo a la galería Un porqué contra la crisis: creatividad de bajo coste por jóvenes europeos.
Pero la impresión que se tiene es esa de una clase política que pretende responsabilizar al elemento débil de la sociedad para no admitir su culpa. Como Berlusconi, que pide disculpas a los italianos desde su palco preferido no por haber sido incompetente, sino por no haber conseguido llevar a fin la gran reforma liberal porque la crisis se lo impidió. Como esa Europa que condena las salidas cazurras de Viktor Orbán, pero que no impide el arresto de Kostas Vaxevanis. Con estas premisas, jóvenes cada vez más quisquillosos se volverán demasiado melindrosos para trabajar en Italia y se irán a buscar un futuro al extranjero en virtud de un triste recurso histórico. No es una casualidad que sitios que difunden noticias sobre cómo emigrar sin problemas (Italiansinfuga y Goodbye Mamma son los más populares) sean literalmente presas de asaltos de nuestros nacionales. No me defino precisamente como un cerebro a la fuga, pero pienso seriamente en la expatriación, quizás he esperado demasiado a que las cosas cambiasen y a los 32 años ya no se tienen ganas de concederse el lujo de esperar más.
Quizás ni siquiera en Alemania o en los Estados Unidos encontraré eso que busco pero, al menos, ya no seré más, como ayer, el protagonista de un teatro absurdo, en un kebab donde buscan personal y donde han rechazado mi candidatura “porque la contribución la pagan solo hasta los 22 años, después no les conviene asumirla”. Además de la sharía, podrá la burocracia italiana…
Imagen: portada, © lintmachine/Flickr. Vídeo: rai/YouTube.
Translated from The Italian Job: cronache di una generazione perduta