Terry Reintke, el otro lado del Parlamento Europeo
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Fue la primera persona que pronunció "MeToo" en el Parlamento Europeo. Es la eurodiputada más joven de la legislatura 2014-2018. Ha sido portavoz de la Federación de Jóvenes Verdes Europeos y es una firme defensora del Convenio de Estambul contra la violencia de género. Encuentro en Estrasburgo con una mujer sin miedo que tiene mucho de influencer.
Esta vez, Terry Reintke (Gelsenkirchen, Alemania, 1987) no ha venido al trabajo en bicicleta. La ha dejado en su casa de Bruselas y ha cogido un tren rumbo a Estrasburgo. Aquí le espera, como cada mes, su asiento de eurodiputada en la cámara alta del Parlamento Europeo junto al Grupo de los Verdes/Alianza Libre Europea (en total, 52 escaños en el hemiciclo). Pero en esta ocasión, los pasillos de este enorme edificio acristalado con vistas a un afluente del Rin, desprenden energía, ruido, nuevas caras y música rap. Algo inusual que para una treintañera acostumbrada a colegas que le doblan la edad, es todo un acontecimiento.
"Es alucinante ver a tanta gente joven por todos lados, incluso sentados en el suelo. El Parlamento se convierte en algo tangible. Para sentirlo más cercano es importante verlo desde dentro y descubrir sus sonidos, sus olores, el aspecto de la gente... La Casa del Pueblo, eso es lo que debería ser. Aunque es verdad que ese objetivo a veces se pierde", cuenta. Pero Terry, que desde hace unos años enarbola la bandera de la inclusión y la justicia social, sabe que en un evento tan multitudinario como éste, El European Youth Event, que se celebra cada dos años y que atrae a miles de jóvenes, todos los aquí presentes no representan a la perfección la idiosincrasia del Viejo Continente. "Es cierto. Lo decía justamente un participante en un debate. Venir es mucho más fácil para alemanes y franceses porque les queda más cerca, y para países -o personas- con mayores ingresos ya que muchos de estos jóvenes se han tenido que costear el viaje. Tenemos que trabajar para que todo el mundo, de todos los contextos posibles, tenga su oportunidad".
El momento de la verdad
Terry rompe con muchos estereotipos. Es alemana pero llega tarde a nuestro encuentro. La cita tiene lugar en un pasillo del Parlamento alejado del ruido en el que hemos puesto dos sillas rojas que ella misma ha ayudado a colocar. Va vestida de forma casual e incluso durante la entrevista se descalza, algo que deja trascender una imagen de comodidad en un entorno que a veces genera nerviosismo. Pero sobre todo, su gran diferencia es ser mujer y haber sido elegida eurodiputada en 2014 cuando solo tenía 27 años (ahora tiene 31), un dato que la convierte en la más joven de esta legislatura que acabará con las elecciones del próximo mayo de 2019. Según un informe publicado por la Unidad de Igualdad del Parlamento actualmente, el 37.4% de los 751 escaños lo ocupan mujeres. En concreto, 281 frente a 470 ocupados por hombres. Un porcentaje que ha avanzado mucho del 1,3% femenino que había en 1952, pero que en pleno 2018 sigue provocando estupor. Igual que, en ocasiones, la presencia de Terry. "Pese a que casi todo el mundo aquí es muy abierto y tolerante, también hay a quien no le gusta mi presencia. Cuando eres mujer y además joven te miran diferente, hablan de ti, te dicen que no tienes suficiente experiencia. Al principio la gente da por hecho que eres becaria o asistente, no eurodiputada. Es muy común que te hablen con condescendencia".
Si para Terry el Parlamento es (o debería ser) el modelo en el que la sociedad europea se mira y se identifica, era un tanto sospechoso que en 2017, en pleno movimiento internacional de denuncia contra los abusos sexuales hacia las mujeres, el #MeToo, usado por primera vez por la activista estadounidense Tarana Burke y propagado por la actriz Alyssa Milano a raíz de las acusaciones contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein en 2017, no se hubiera colado también entre estas altas paredes.
"Si no nos importa una mierda que esos casos también se produzcan aquí, entonces daremos la impresión de que el abuso sexual es un delito sin importancia y no es verdad", explica. En plena tormenta, ante el silencio de sus colegas, y consciente de que el sexismo y la violencia sexual están siempre relacionados con una cuestión de abuso de poder, Terry rompía el misterio. “Yo también he sufrido acoso sexual”, pronunciaba ante un hemiciclo mudo. Aunque en su caso no en la oficina sino en la vía pública ese mismo verano.
"Un mes después de que empezara la campaña MeToo, -cuenta- comenzamos a enterarnos en la prensa inglesa de varios casos producidos en el Parlamento. Eso me sirvió de impulso para decir alto y claro que necesitábamos denunciarlo. Era muy fuerte. Honestamente, al principio nos dimos de frente con una oposición que decía que afectaría negativamente a la imagen de esta institución y que daría alas a los euroescépticos". Continúa: "A veces, como política no quieres mostrar una imagen vulnerable de ti misma pero sentí que debía hablar de mi propia experiencia porque esto es algo que puede ocurrirle a cualquiera y que de hecho ya está ocurriendo".
Su acción no pasó desapercibida e hizo tambalear el statu quo de una institución que al parecer había estado ocultando las quejas de sus trabajadoras hacia sus superiores por acoso e incluso, en dos casos, violación. Enseguida los medios comenzaron a hablar de ello, se crearon varias peticiones en línea y se informó al Presidente Antonio Tajani. Más de 10.000 personas le pedían el pasado 8 de marzo cambios en la cultura del silencio y en las leyes del Parlamento. Se había alcanzado el punto de no retorno. Terry se unía a un equipo dispuesto a todo para acabar con la impunidad. Junto a ella muchas otras "Silence Breakers" procedentes en su mayoría de la industria cinematográfica, como la actriz Ashley Judd, Alyssa Milano o Asia Argento. Su coraje para denunciar una situación extendida pero silenciada daba la vuelta al mundo y la revista estadounidense TIME, las elegía “Persona del Año” 2017. "Si las estrellas de cine no saben dónde refugiarse, qué esperanza nos queda a las demás?", escribía el suplemento.
"En primer lugar pedimos que se realice una auditoría externa. Queremos que se analice la situación desde fuera. En segundo lugar, necesitamos personas ajenas al Parlamento (psicólogos, abogados, expertos) que se unan al comité que lleva temas de abuso, no solo sexual. En tercer lugar, pedimos clases obligatorias para que todos los eurodiputados aprendan lo que significa el poder", detalla Terry con una voz pausada pero rotunda al preguntarle por las medidas concretas que demanda el Comité de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género, del que ella es miembro.
El tema que más tiempo les ocupa en este momento es el Convenio de Estambul, uno de los tratados del Consejo de Europa más importantes sobre prevención y lucha contra la violencia hacia las mujeres. Un acuerdo que en teoría firmaron muchos países pero que sigue sin emplearse de forma práctica, resurgiendo como un fantasma con casos tan sonados como el de La Manada al no condenar a los agresores por violación, sino por abuso.
"Algunos políticos se están encargando de difundir mentiras para bloquear su ratificación. Parece que solo se preocupan de la violencia contra las mujeres cuando el agresor es musulmán, refugiado o directamente alguien que viene de fuera y que puede ser instrumentalizado políticamente. Hay que parar una de vez estas campañas políticas tan asquerosas", defendía en una de sus intervenciones.
Pero la lucha por la igualdad de género no es la única misión de esta joven alemana nacida en 1987 en Gelsenkirchen, una ciudad de tradición minera y muy golpeada por el desempleo, ubicada en el estado de Renania del Norte-Westfalia, al noroeste del país. Para Terry, que estudió Ciencias Políticas en Berlín y Edimburgo, la sociedad europea tiene aún muchas causas pendientes con la comunidad LGTBI+; con los derechos reproductivos en Polonia; con el desarrollo regional de los Balcanes, con la creación de empleo; el cambio climático; la lucha contra las prácticas no remuneradas, la crisis de refugiados; el ascenso de los extremismos; el Brexit y un sinfín de asuntos más que ella y su equipo de cinco personas vigilan día y noche. A ellos y a quienes osen echarlos por la borda. Un ejemplo es el Primer Ministro húngaro Víktor Orbán.
No hace mucho publicaba en su cuenta oficial de Twitter "nunca dejes que los mercados te digan a quién debes votar, deja que sean los argumentos políticos los que te convenzan". ¿Qué ocurre entonces con las 11.327 organizaciones de presión,o lobbies, registradas en las instituciones europeas? "Es verdad que me siento con todas las partes y trato de escuchar todos los argumentos antes de tomar una decisión política, pero me siento representante de los jóvenes europeos, los trabajadores, el colectivo LGTBI+ o las mujeres. De ahí que mi predisposición sea mayor para ellos que para grandes multinacionales estadounidenses como Monsanto que solo persiguen sus propios intereses", cuenta.
¿Por qué las mujeres suelen ser representadas siempre por otra mujer? le pregunto. "La mayoría de puestos de poder siguen estando ocupados por hombres. Y muy a menudo, piensan que esto no va con ellos. Creen que cambiar su punto de vista no les permitirá volver a ser reelegidos. En la comparecencia de Zuckerberg (el fundador de Facebook) ante el Parlamento, apenas había mujeres haciendo preguntas. ¿Por qué? Porque el 75% de los líderes de grupo son hombres. Eso dificulta que las mujeres expresen sus opiniones sobre ciertos temas", explica.
"Para las periodistas es muy difícil conseguir las historias más interesantes e influyentes, sobre todo en política. Es muy duro invertir el sistema, sobre todo porque a algunas personas no les interesa que esto cambie".
¿Qué nos impide llegar a puestos de mayor responsabilidad y poder? "En la teoría, todos somos iguales pero aún existen círculos informales de poder que hacen que promocionar sea más fácil para aquellos que están cerca de quienes ocupan el poder. Y por normal general, los hombres favorecen a otros hombres más jóvenes", aclara. Busquemos un ejemplo concreto. “La mayoría de los medios de comunicación alemanes solo tienen un corresponsal en Bruselas, un puesto muy importante. Cuando organizamos encuentros con ellos, nos damos cuenta de que el 90% son hombres. Y, según mi experiencia, los hombres hablan con los eurodiputados y las pocas periodistas que hay se dirigen a las eurodiputadas. Al final, los periodistas, que son mayoría, escriben y hablan de lo que otros hombres hacen. Lo que provoca que la opinión de las eurodiputadas salgan menos en la prensa, y por tanto, se las conozca menos. En las próximas elecciones al Parlamento Europeo lo tendrán más difícil", explica.
¿Cómo romper ese "techo de cristal"? "Con más periodistas mujeres, por ejemplo. Pero si echas un ojo a las escuelas de periodismo, ves que el problema no está ahí sino en los consejos editoriales donde gran parte de los redactores jefe son hombres. Para las periodistas es muy difícil conseguir las historias más interesantes e influyentes, sobre todo en política. Es muy duro invertir el sistema, sobre todo porque a algunas personas no les interesa que esto cambie".
Europe in real life
Terry parece tener los pies en el suelo. Y nunca mejor dicho, porque sigue descalza. Antes de despedirnos, le pregunto por qué, si ella parece tan coherente con los problemas reales, los políticos dan la impresión de vivir en otro planeta. "Hay ciertos grupos de personas, y no solo políticos, que cada vez están más desconectados de la sociedad. Una acción sencilla es usar el transporte público para ver cómo es la sociedad de verdad", dice. "Hace poco, durante una visita oficial a Montenegro, decidí ir a una reunión en bus desde las afueras de Podgorica. Al llegar todos me miraron raro, muy sorprendidos". Y añade: "A veces creo que la imagen general que se tienen de los políticos no es real".