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Teatro en la cárcel: una manera de evadirse

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Como quien toma una bocanada de aire fresco, los reclusos de la prisión de Ittre (Bélgica) disfrutan de un acto de libertad a través del teatro una vez por semana. Se abre el telón: aparece un taller de teatro en una cárcel belga.

"Existes, aunque no tengas libertad." Pablo Balo, que pasó varios años en la prisión de alta seguridad de Ittre (Bélgica), defiende que la cárcel debe servir para que los reclusos se conviertan en mejores personas.

Ahora, ya libre, cuenta que durante su tiempo como preso procuraba implicarse en las actividades del centro precisamente con el objetivo de mejorar. "Yo no era un preso como los demás: iba a un montón de talleres", cuenta por teléfono. Recuerda con entusiasmo "el café filosófico", el yoga, la pintura, el trabajo de las emociones...

Pero, entre todos esos talleres, había uno que le resultaba particularmente estimulante. "Esperaba los miércoles con impaciencia porque ese día hacíamos teatro", recuerda. "¡Era feliz! Sinceramente, nunca me he sentido tan feliz como cuando hacía teatro".

Existir mientras se espera

En la prisión de Ittre, muchos de los presos cumplen condenas largas, que superan los 15 años de detención. Su vida cotidiana se reduce a esperar a ser liberados, rodeados de otros detenidos con antecedentes a menudo similares. Todos van vestidos de la misma manera, comparten las mismas comidas, los mismos "recreos". "En cierta forma, algunos detenidos parecen sufrir una pérdida de identidad. Algunos viven en celdas completamente vacías, mientras que otros intentan decorarlas un poco a pesar de todo", observa Despina Psimarnou, consejera moral en la prisión de Forest, un barrio de Bruselas.

De origen griego, sonriente y dinámica, hace quince años que organiza talleres de teatro en centros penitenciarios: una manera de ofrecer a los detenidos una oportunidad de evadirse por unos instantes. "Busco aplicar un enfoque de aprendizaje permanente. Los talleres se centran en la evolución de las personas", explica. "Procuro trabajar mucho con las emociones porque he notado que es algo que los reclusos han aprendido a ocultar en el día a día de la prisión. Mis talleres son dinámicos. Nos reímos, lo hacemos con alegría, salimos del mundo del encierro por algunas horas."

"Nunca me he sentido tan feliz como cuando hacía teatro."

Antonio tiene 25 años y ha pasado parte de su juventud en las prisiones belgas. Sentado en un café de Mons, al oeste del país, se queja de los problemas de hacinamiento que vivió en prisión, un asunto del que los medios belgas se han hecho eco en los últimos meses. Antonio cuenta que en la prisión de Forest (un barrio de Bruselas) en la que estuvo "hasta clausuraron secciones enteras por falta de higiene. Encontraron ratas. Y había demasiada gente".

En marzo de 2016, le trasladaron a la prisión de Ittre. Sin dudarlo, decidió inscribirse en los talleres de teatro de Despina, a los que asistió durante unos meses antes de ser liberado. Pensó que sería una buena ocasión para olvidarse por un rato de la vida en la cárcel. "El teatro te hace bien. Sobre todo porque te saca de la rutina cotidiana. Creamos personajes, de alguna manera nos 'escapamos'. Por momentos, hasta olvidamos dónde estamos".

Maurice Feschet
© Milena Bochet

Una manera de dejarse llevar bajo control

Un largo calentamiento basado en el ritmo, el movimiento del cuerpo y la voz da inicio a los talleres de teatro de la prisión de Ittre una vez por semana. Se anima a los participantes a gritar, a dejarse llevar. "Los estimulo para que se involucren a fondo, para que exageren sus emociones a través de técnicas corporales", explica Despina.

Estos ejercicios de calentamiento eran los más "difíciles" para algunos participantes, como en el caso de Pablo. "En un momento dado, había que caminar de una pared a la otra de la sala y cada vez que lo hacíamos teníamos que modificar nuestra manera de andar. Eso era lo más difícil para mí", cuenta por teléfono. El resto del taller consiste en una serie de sketches que los participantes improvisan a lo largo de tres horas. Los temas son variados pero generalmente no tienen relación con la vida en la cárcel: pueden ambientarse en la escuela, en un avión, con la policía, etc.

Pablo descubrió estos talleres gracias al boca a boca y asistió a las clases durante un año, de 2012 a 2013. Recuerda que durante su primera sesión, la timidez lo invadió por completo. "Había 8 o 9 personas", nos cuenta. "Yo era nuevo, me acuerdo que llegué y todos nos mirábamos a los ojos". Sin embargo insiste en que está "lejos de ser una persona tímida" y estaba decidido a superarlo. "Me di cuenta de que Despina no llevaba zapatos. Decidí descalzarme yo también en la clase siguiente y me sentí mejor."

"Estos talleres cambian la mirada que tenemos del otro y de nosotros mismos, pero no cambian todo."

Para que los presos puedan desinhibirse más fácilmente, se eligen temas relacionados con los animales. Por eso, la última obra que se presentó en público fue una adaptación del texto Mémoire de singe et paroles d'homme ("Memoria de mono y palabras de hombre") del neurólogo y psiquiatra Boris Cyrulnik. La obra pone en escena a un fox terrier al que han encerrado solo en una sala totalmente vacía durante un largo período, para ver cómo evoluciona.

El encierro del animal termina teniendo consecuencias en su comportamiento. "En un momento dado, el animal empieza a desconfiar de todo", explica Despina. "Es una manera de cuestionar cómo cambia el comportamiento de los detenidos al adaptarse al entorno carcelario."

El grupo cambia constantemente debido a las entradas y salidas de la prisión, lo que hace que sea muy difícil organizar una representación en público. "La elaboración de una representación lleva unos dos años", explica Despina. Durante las sesiones, anota las ideas que surgen de las improvisaciones para construir una obra que represente el espíritu del grupo. "La historia era realmente muy graciosa, no tenía un sentido determinado", recuerda Pablo con emoción. "Habíamos reunido diferentes historias: una trataba sobre la prisión, otra sobre los viajes, e incluso habíamos experimentado con poemas al alimón (un tipo de juego de palabras) como, por ejemplo, 'veo todo azul'. También usamos un texto de Benoît Poelvoorde acerca de una paloma en una ciudad." Pablo aún recuerda versos de este poema.


Paloma, pájaro de gris traje, en el infierno de las ciudades, mi mirada esquivas, realmente eres la más ágil.

C’est arrivé près de chez vous; de Rémy Belvaux, André Bonzel y Benoît Poelvoorde (1992)

Maurice Feschet
© Milena Bochet

Unidos, pero no amigos

El personal de la prisión de Ittre incentiva la organización de este tipo de talleres. "Muestra que la prisión está activa, es importante a nivel político", comenta Despina, que a la vez lamenta la falta de implicación del personal para su puesta en marcha. "Todo depende de la sensibilidad del personal de la prisión", lamenta.

Como una verdadera compañía de artistas, los participantes comparten un auténtico espíritu de equipo dentro del grupo... Pero esto se limita al estricto marco del taller de teatro. Al volver a las celdas, la prisión y sus códigos vuelven a reinar. "Estábamos todos unidos, pero no éramos amigos. En los centros penitenciarios hay una regla: no podemos tener amigos", explica Pablo, categórico. "Estos talleres cambian nuestra mirada del otro y de nosotros mismos, pero no cambian todo. No hay amistad en la cárcel", insiste Despina.

Libres para afirmarse

Gracias a su larga experiencia, Despina ha observado evoluciones notables en el comportamiento de algunos participantes, sobre todo de los más introvertidos: "se abren, desarrollan una voz, logran hacer reír a los demás e incluso sorprenderlos", explica en un informe. "Poco a poco, empiezan a tomar iniciativas, hacen propuestas".

Tomar la decisión de asistir a los talleres es ya un gran paso. Antonio decidió no ir "al patio", y prefirió reservarse ese momento para el teatro. Una elección difícil de asumir frente a los demás detenidos. "No querían apuntarse porque uno de los participantes estaba detenido por abuso sexual", explica incómodo. "No entendían por qué iba a talleres con estas personas. Se generó mucha confusión". Hoy Antonio afirma que estos talleres le ayudaron a salir adelante dentro de la cárcel e incluso después: "Desarrollas más confianza en ti mismo. Al volver la vista atrás, te das cuenta de que ayuda".

La experiencia del teatro fue como una verdadera liberación para Pablo, que pertenece a una generación más mayor. "Estos talleres me ofrecieron la capacidad de imaginar, di rienda suelta a mi creatividad. En el teatro no hay límites, y eso ayuda a liberarse" , cuenta entusiasmado. "Estaba lleno de emociones que no lograba controlar, pero durante las clases de teatro sacaba a escena la emoción que había sentido antes y, como un milagro, terminaba liberándome".

"Estos talleres me han permitido desarrollar la imaginación"

Hoy en día, estos dos antiguos detenidos conservan un vínculo fuerte con el teatro. Pablo sigue en contacto con Despina y le ha pedido consejos para seguir tomando clases de teatro. También ha encontrado trabajo gracias a un amigo. Antonio sigue una formación de escaparatista y participa regularmente como extra para películas. De hecho, podremos verlo pronto junto al conocido actor francés Vincent Lagaf' en Marguerite, primer film del director belga Mik Colignon, que vive también en Mons.


Todas las fotos han sido tomadas por ©Milena Bochet durante el rodaje de la película colectiva Ce qui me manque quand je ne peux plus voir loin, filmada en la prisión de Forest en 2017.

Story by

Amélie Tagu

French journalist drinking belgium beers.

Translated from En Prison, le théâtre pour s’évader