Taxímetro berlinés y doble callejero
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Fernando Navarro SordoTaxis tirados por caballos, bicicletas-taxi o el taxi clásico: en Berlín el dilema es escoger. Aunque en la patria de los Mercedes opto por uno grande y beige con asientos de cuero. 4ª entrega de nuestra serie Europa a vista de Taxi.
Berlín, estación central, once y media de la mañana. Me acerco a Sabi Ginal, un taxista de origen turco rondando la cuarentena y que desembarcó en la capital alemana en los setenta. Trabaja al volante de su coche desde 1992. Dejamos atrás la estación intermodal más grande de Europa y nos adentramos en las calles tranquilas de Berlín..
Una ciudad de descampados
Desde los setenta, esta ciudad ha cambiado mucho. Por entonces, se daba cita siempre delante del Reichstag con sus amigos para jugar al fútbol. “Ese solar de ahí era un erial enorme”, explica con acento berlinés Sabi Ginal. Tras la caída del muro, todo este espacio cercano a la frontera con el Este ha sido edificado por completo. Ya no se puede jugar al fútbol en él.
Desembocamos en la Puerta de Brandenburgo, símbolo de la unidad alemana. Aquí casi todos los días se monta un espectáculo: desde selectos desfiles de modelo hasta fiestas populares. Cuando en noviembre de 1989 cayó el muro que devidía la ciudad, el país y el mundo en dos, se reunieron en esta plaza centenares de personas –entre ellas Sabi Ginal-. “Yo estaba cojo, pues por la tarde me había lesionado durante otro partido de fútbol”. Entonces, abrieron las fronteras y “ante nosotros, los del oeste, se abrió aquel Berlín Este misterioso. Las calles se encontraban en muy mal estado y por ellas sólo circulaban auquellos coches Trabant fabricados por el régimen del Este: siempre les adelantábamos", recuerda entre carcajadas, “todo daba mucho pudor."
“¡Uno del Este a la vista!”
Continuamos hacia Gendarmenmarkt -en la parte oriental de esta capital reunificada- por un barrio de aspecto idílico con cafés, arboledas y músicos callejeros por todas partes. Un poco más allá se encuentra el Hotel Hilton, que ya existía en tiempos de la RDA, explica Sabi Ginal. “Sí, pero entonces tenía un aspecto muy distinto. La totalidad de Berlín este se sumergía en la oscuridad, no había casi ninguna iluminación de calle. Al poco de la reunificación, nos daba miedo cuando alguien nos pedía que le lleváramos a algún barrio del Este. Sentimientos que hoy ya han desaparecido”, puntualiza. Desde la caída del muro las calles y los edificios no dejan de reformarse. “Ahora apetece mucho más pasear por aquí; y las diferencias entre los ciudadanos del Este y del Oeste ya no existen”, aclara sonriendo.
Los rastros de la anterior división van desapareciendo en Berlín. En Potsdamer Platz, entonces un desierto dividido en dos por el muro, han levantado gigantescos edificios modernos de reconocidos arquitectos, como el italiano Renzo Piano. Hasta han vuelto a construir un campo de fútbol. ¿No le dan lástima todos estos cambios? “Tiene pros y contras, pero hoy Berlín es la capital de Alemania y es ha sido una decisión correcta”, y remata, “Berlín está muy bonito”.
Llegamos a Schlossplatz (Plaza del Castillo). Enfrente se hiergue el esqueleto del Palacio de la República, antiguo símbolo del poder de la RDA. Tras arduas discusiones, aún no se ha decidido qué construir en su lugar cuando lo terminen de desmontar. Sólo la Torre de Comunicaciones (Fernsehturm) se mantiene intacta con sus 300 metros de altura.
“Las largas noches de Kreuzberg”
Es difícil decidir sobre el barrio con más encanto de Berlín. Sabi Ginal viven en Schöneberg, contrariamente a la mayoría de sus compatriotas, que residen en Kreuzberg. En este último distrito las calles rebosan de bares y restaurantes de comida turca: “Las noches no acaban nunca. Se anima poco a poco, pero luego, ya, ya...”. Él prefiere Schöneberg. Es un barrio muy céntrico y siempre ha vivido ahí. En Schöneberg no hay tantos bares, pero “al menos se puede tomar café”.
Hemos llegado ni más ni menos que a Alexanderplatz. Por su Historia, Berlín dispone hoy de dos grandes centros neurálgicos –Alexanderplatz y KuDamm-, y de dos teatros de ópera, y dos bandas municipales y el doble de calles con el mismo nombre, me explica Sabi Ginal. “Si por ejemplo un pasajero me pide que le lleve a Eisenacherstrasse, le tengo que preguntar que a cuál, la del este o la del oeste”. La mayoría de los taxistas, de todos modos, lo que quieren es llevar a sus clientes a los grandes almacenes La Fayette en la céntrica Friedrichstrasse o al KadeWe de KuDamm, y durante el periodo de vacaciones hacer trayectos al aeropuerto. Sabi Ginal ríe: “Me encanta llevar a gente al aeropuerto de Schönefeld. Es un trayecto largo. Vale la pena”. En 2011 se abrirá el nuevo aeropuerto de Schönefeld. A 40 minutos del centro. ¿Qué pasará con el legendario aeropuerto de Tempelhof, casi metido en la ciudad? Ginal contrae los hombros. No está aún decidido, pero quizá levanten sobre el solar un hospital privado. “Así los ricos podrán aterrizar con su jet privado”, ironza. Parece que en el Berlín del mañana desaparecerá todo rastro de antigua frontera.
Son las 12.15h, y mi taxista me deja en Oranienstrasse. Mientras Sabi Ginal anda ya con otro cliente, me acomodo en una terraza y pido un café bajo el sol del Kreuzberg de las noches salvajes.
(Fotos: ©Judith Laub
Trabant in Kreuzberg: ©Schwellenreiter/flickr)
Translated from Mit dem Taxi durch Berlin