Tamayo Valdés: Crónica de una muerte cubana
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Aunque en 2006 las prisiones cubanas albergaban 50 presos políticos menos que en 2005, aún hay 283. Cuba es la mayor cárcel política de Occidente.
El 10 de enero de 2007 moría de una insuficiencia cardíaca, a los 50 años de edad, Miguel Tamayo Valdés, cubano fundador de la organización ilegal Hermanos Fraternales por la Dignidad, y primero en fallecer de los 75 disidentes juzgados y condenados en 2003 hasta a 28 años de cárcel. Dichas encarcelaciones provocaron, a instancias del ex presidente español, José María Aznar, y el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, que la UE aplicara sanciones a Cuba.
El 9 de junio de 2004, un año después de entrar en prisión, Tamayo Valdés fue excarceldo “por problemas de salud”, según la versión oficial. “Para que no se le muriera en la cárcel al gobierno cubano”, en palabras de Elizardo Sánchez, líder de la Comisión cubana para los Derechos Humanos y la Reconciliación Nacional, que denuncia estos últimos días, que “la represión continúa, cambiando de estrategia y sustituiyendo las largas condenas de cárcel por acciones más puntuales, como detenciones de corta duración, allanamientos, confiscación de publicaciones y medios de trabajo, actos de repudio o intimidación policial”.
“¡Gusano, agente del imperialismo norteamericano!”
Este tipo de represión es el que Tamayo Valdés padeció durante los últimos meses de su vida, aparte de su afección cardíaca mal tratada. Antes de entrar en prisión, este mecánico de televisores nacido en Párraga, uno de los barrios más humildes de La Habana, ya había sufrido 2 infartos. En cartas dirigidas a su mujer desde su celda afirmaba: “Los medicamentos que me enviaste no me los han entregado. No me toman la presión arterial. Vivimos ocho reos en un cubículo de seis por tres metros de ancho, junto a un baño y un lavadero. [...] Sólo he recibido asistencia religiosa una vez. Existe un solo teléfono para 600 reclusos”. Entre maltrato psicológico, como por ejemplo “no disponer mas que de una hora de paseo en el patio al día”, su enfermedad se fue agravando sin que le aplicaran tratamiento correcto.
Fuera de la carcel, recibía actos de repudio público durante los que vecinos de su barrio le espetaban insultos como “gusano y mercenario del gobierno de los EE UU” y amenazas para que se marchara del vecindario. Sólo en el mes de octubre de 2006, los agentes de la policía cubana le detuvieron seis veces, retirándole los documentos personales y el dinero del que disponía, según un comunicado de la Asamblea para la Promoción de la Sociedad Civil de Cuba (APSC), liderada por la economista democristiana Martha Beatriz Roque, otra de los disidentes del Grupo de los 75 encarcelados en 2003. Fueron precisamente los meses en los que estuvo frecuentando las embajadas de Holanda y la de los Estados Unidos para obtener sendos visados con los que salir del país y tratar su afección cardíaca. Los obtuvo. Toda su familia, excepto su mujer, vivía ya en el exilio. No obstante, las autoridades cubanas no le dieron permiso para salir a tiempo y murió en enero en un sórdido hospital para reclusos. El único tratamiento médico que tenía en la isla era “la toma de 25 pastillas diarias”, según la APSC.
Nuevas muertes anunciadas
Tanto Elizardo Sánchez como Osvaldo Payá, promotor del Proyecto Varela a favor de la democratización en Cuba y premio Sajarov del Parlamento Europeo, han apelado a la comunidad internacional “a no dejarse llevar por la inercia” y a no bajar la guardia ante “los intentos de un continuismo totalitario” tras la muerte de Fidel Castro. “Tamayo Valdés ha sido el primero en morir, pero hay otros muy mal que van a seguirlo” afirmó la esposa del disidente Héctor Maseda, que cumple una condena de 20 años en prisión.