Para nuestra generación, parece que Bruselas haya vivido siempre a la sombra de sus instituciones. Sin embargo, la capital de Europa brilla por su diversidad, un lugar donde se cruzan todas las realidades de Europa: la de los españoles confrontados a la quimera de una esperanza efímera, la los italianos que llegan hasta allí para labrarse una carrera política. Bruselas se ha convertido en la ciudad de los deseos sobre la que se deslizan patinadores y sobre la que planea la extrema derecha.