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Suramérica, la aspirante

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Default profile picture isaac bigio

Para América del Sur la Unión Europea es vista como un modelo a imitar, su segundo socio comercial tras EE UU, y como un contrapeso geopolítico frente a la hegemonía de Washington.

En diciembre de 2004 lo presidentes de los doce Estados de América del Sur fundaron la Comunidad Suramericana de Naciones (CSN). Sus organizadores abiertamente mencionaban que buscaban seguir el modelo de la Unión Europea de conformar un bloque económico y político que apunte a tener su propio parlamento, tráfico inmigratorio y moneda comunes.

Por otro lado, la UE no tiene fronteras físicas con África o Asia sino con ex países socialistas de Europa. Sin embargo, sí tiene una frontera común con Suramérica: en particular con Brasil y Surinam. La Guayana francesa es considerada parte de la UE y de la eurozona.

Las ventajas suramericanas animan a imitar a la UE

A diferencia de la Europa plurilingüe, en Suramérica más del 90% de la población habla el castellano o el portugués, que son lenguas parecidas entre sí. Desde el punto de vista religioso, cultural e histórico esta región, que nunca ha tenido una guerra total entre todos sus integrantes, es más homogénea que Europa.

A esto hay que añadir que la UE es el segundo importador e inversor externo en América Latina con España a la cabeza en su penetración comercial. Muchas compañías europeas se han beneficiado de los programas de privatizaciones y concesiones energéticas y mineralógicas. Tras la caída del bloque soviético, la UE y Madrid han buscado llenar un vacío. Desde 1991, cada año los mandatarios de España y Portugal se reúnen con los presidentes de sus ex colonias americanas. Estas cumbres fueron en su inicio impulsadas por el rey español y Fidel Castro, y con esta jugada diplomática Cuba logra evitar el aislamiento al que le somete Washington, mientras España crea un puente hacia sus ex dependencias al igual que Francia, Portugal y Gran Bretaña. En cierta medida, estas cumbres han pasado a tener una relación de competencia con la Organización de Estados Americanos (OEA), un ente patrocinado por EE UU y que ha expulsado a Cuba.

Sudamérica teme que tras el colapso soviético se agrande mucho el peso de su hermano mayor. De allí que Venezuela fomente relaciones especiales con Cuba, Irán o España, y que Brasil busque generar acuerdos sur-sur y con la UE. Tanto la UE como Latinoamérica tienden a mantener críticas comunes en relación a evitar el bloqueo a Cuba o al suscribir el protocolo de Kyoto.

Divisiones en un continente de aparente homogeneidad

Sin embargo, el talón de Aquiles sudamericano es su propia debilidad económica. Mientras Europa tiene economías industrializadas y avanzadas, que otrora han liderado al mundo, Suramérica está poco desarrollada y es muy dependiente. Todos sus Estados han sido ex colonias cuyas principales exportaciones son materias primas, con más relaciones comerciales con el norte que entre ellas mismas.

Es una región que además se encuentra bajo dos presiones para formar bloques económicos. Los EE UU plantean ir hacia un Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que vaya de Alaska a Tierra del Fuego. Los países andinos se sienten muy tentados de llegar a acuerdos bilaterales con Washington, pues creen que ello les ayudaría a poder colocar sus exportaciones en el masivo mercado norteamericano.

Por si fuera poco, las repúblicas centroamericanas no quieren formar parte de un bloque suramericano pues ellas, en vez de querer hacer una UE latinoamericana, tienen por objetivo vencer las resistencias de lobbies estadounidenses para hacer tratados de libre comercio.

Frente a esto, Venezuela, Brasil, Uruguay y Argentina no se entusiasman por un acuerdo de libre comercio con EEUU. Por una parte ven que en esa relación su industria nacional tiende a perder frente a la competencia de las multinacionales norteamericanas y, por otra parte, cuestionan el proteccionismo de EE UU.

Cuentas pendientes

No sería bueno obviar que las relaciones entre la UE y América Latina encuentran dos puntos de posibles conflictos: el territorial y el comercial.

Por ejemplo, las islas Malvinas (territorio denominado Falklands por los británicos) son reclamadas por el proyecto de constitución europea como parte de la UE. Allí hace 20 años se enfrentaron argentinos y británicos. El grueso de Suramérica, a excepción del Chile de Pinochet, se solidarizó con Argentina y sigue apoyando su relamo territorial. En el plano comercial, Suramérica cuestiona la Política Agraria Común, la misma que recibe el 40% del presupuesto de la UE y que logra mantener subsidiados productos agropecuarios que Brasil, Argentina, Chile y otros exportadores suramericanos bien pudiesen proporcionar a precios bajos.

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