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Srebrenica olvidada
Published on November 3, 2009
Política
Una ensordecedora banda de música toca a lo largo de la vereda de un camino rural que lleva hacia la frontera bosnia. No me resisto a la tentación: piso el freno y bajo del coche para disfrutar del folclore serbio, antes de aventurarme a buscar Srebrenica, la ciudad fantasma
Una familia está festejando la partida del hijo al servicio militar, músicos y parientes vienen a mi encuentro y, sin dilación, me invitan a la mesa para festejar con ellos. Me siento y la carne y el vino me rodean enseguida. El tío, sentado a mi lado, me pone en frente un billete: bebe sin pausa y me rellena el vaso; el padre del joven continúa pidiéndome una foto junto al hijo
Un poco más allá, la anciana abuela se retuerce y tira al suelo una botella de cerveza, haciéndola añicos. Los fragmentos no serán recogidos antes de que se acaben los festejos: es su forma de desear buena suerte al nieto.
“¿Hacia dónde vas?”, me preguntan. “Hacia el sur – respondo con vaguedad – a visitar a los monjes ortodoxos”, pero mi interés está en otro sitio, en Bosnia. Casi quince años después del fin del conflicto de los Balcanes hay aún muchas tensiones abiertas entre los dos países, pero en esta zona nadie tiene ganas de hablar del pasado, ni de la guerra.
Entrar en Bosnia no es tan fácil como pensaba, mapas de carreteras y guías turísticas no me sirven de ayuda. Después de haber abandonado la carretera principal, asciendo por las montañas y finalmente alcanzo la frontera; para atenderme, al borde de la carretera hay dos pequeños cuchitriles donde dos aburridos agentes de aduana me dejan pasar sin hacer demasiadas preguntas.
Apenas cruzo la frontera me doy cuenta de que algo ha cambiado: el paisaje a mi alrededor es muy distinto del serbio, aquí la mayor parte de las casas tienen aún patentes las heridas de la guerra. Agujeros y señales de balas están por todos lados, es casi imposible encontrar un edificio con las paredes intactas. Muchas de las habitaciones son poco más que graneros de montaña. Quien ha tenido la oportunidad de reconstruir su casa, lo ha hecho al lado de aquella casa vieja, destruida por los golpes mortales de la artillería serbo-bosnia.
Paso nerviosamente las páginas de mi guía. Es una versión reciente y muy actualizada, estoy más que seguro de encontrar la información para llegar a Srebrenica, mi primera meta.
Esta ciudad bosnia se hizo tristemente famosa en julio de 1995, cuando
el enclave musulmán se convirtió en objeto de una brutal operación de
limpieza étnica. Las milicias del comandante Mladic, todavía buscado
por crímenes contra la Humanidad, entraron en la ciudad, oficialmente
protegida por la ONU, para reunir y masacrar a todos los hombres
musulmanes adultos.
Las estimaciones oficiales hablan de cerca de 7.800 hombres asesinados en menos de diez días. Las milicias
de Mladic consiguieron llevar a término su descabellada operación
también gracias a la falta de intervención del contingente militar de
la ONU: 450 soldados holandeses que deberían haber garantizado la
seguridad de la comunidad musulmana.
A pesar de la importancia del lugar, Srebrenica parece no existir, en la guía no encuentro información útil para llegar a la ciudad. Escasas menciones aparecen en la introdución de Bosnia, pero no hay nadad escrito sobre las causas de la masacre, ni siquiera sobre las gravísimas omisiones con las cuales se ha manchado el contingente ONU.
Para encontrar restos tangibles de la masacre de Srebrenica hay que dejar la ciudad para recorrer la carretera principal hacia el sur. Es en este camino que finalmente encontramos algo, casi sin quererlo, en el memorial conmemorativo de la masacre: un gigantesco complejo aún sin terminar, donde los cuerpos de unas 5.000 personas, no todas identificadas, están enterrados bajo una simple lápida blanca, unos al lado de otros.
A casi quince años de distancia de la masacre muchas cosas han cambiado. La ciudad que me encuentro delante es un pueblo de montaña, poco más grande que los que me he encontrado hasta aquel momento. Nadie parece querer recordar aquel triste episodio, todos tienen prisa por que todo vaya de nuevo bien en la ciudad. La mezquita y la madraza se han reconstruido recientemente, pero los albañiles están aún trabajando para terminar lo más rápido posible los últimos detalles.
Descubro que los financiadores de la reconstrucción de los dos edificios no son ni la UE, ni la ONU, sino un ente no gubernamental iraní de nombre Birds. O al menos eso es lo que dice la placa conmemorativa colocada en la pared de la madraza. Desde un punto de acceso a Internet de Srebrenica escribo diversos emails a la embajada iraní para pedir mayor información sobre la actividad de reconstrucción del país, pero sin respuesta.
Al llegar a Sarajevo me dirijo a la embajada iraní, a la búsqueda de información sobre todo lo que he visto, pero aquí me encuentro frente a una puerta cerrada, la embajada del país de oriente medio parece desierta. Cuando el agente de guardia se acerca y me confirma que las oficinas diplomáticas hoy están cerradas, el sentido de olvido me invade: todos, víctimas y verdugos, parecen tener ganas de olvidar demasiado deprisa lo que sucedió.
Translated from Srebrenica dimenticata
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