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#Spanish revolution, o cuando la política salió a las calles

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Sevilla

Foto: Toni Juliá La salida del metro de Sol en Madrid da la bienvenida a un nuevo lugar: Plaza Sol.ución. Un lugar para soñar y para hacer posible otro mundo. Un lugar donde miles de personas se manifiestan y donde,desde el pasado domingo, primero decenas y luego cientos acampan en lo que se ha convertido en el epicentro de la #spanishrevolution. Están hartos e indignados.

Piden una sociedad más igualitaria y un sistema político que no esté subordinado a los poderes económicos porque España, como gritan en sus consignas, “parece democracia, y no lo es”.

El movimiento 15M (15 de mayo) o Toma la plaza o Acampada Sol cambia cada día de nombre y de estructura pero se agarra con uñas y dientes al centro de Madrid. Precisamente porque no tiene ni nombre ni estructura. Se trata simplemente, aunque muchos vean complejas redes conspirativas detrás, de un movimiento ciudadano apartidista de descontento social contra el demencial rumbo que ha tomado el sistema político que les da la espalda y que les hace pasar penurias con la excusa de una crisis económica que ellos no han causado.

Aunque algunos analistas y medios la están comparando con la Primavera Árabe, ellos tienen claro que su referente es la pacífica revolución de Islandia. Jóvenes, estudiantes, becarios, parados, precarios…pero también familias, abuelos, madres con bebés o personas con empleo estable, porque esta situación afecta a todos. La Puerta del Sol se ha convertido en un ágora heterogénea donde toda clase de personas debaten sobre la situación pero no en torno a unas cervezas en la barra de un bar, sino proponiendo soluciones. “He rejuvenecido 30 años”, dice un hombre de pelo blanco durante la multitudinaria asamblea de las 20 horas.

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Una futurista salida del metro se encuentra totalmente empapelada con la voz de los manifestantes. A tu disposición hay folios y rotuladores para colocar tu vela en el santuario de las demandas sociales. “No somos antisistema, el sistema es antinosotros”, reza una pancarta situada bajo un enorme anuncio de champú que cubre la fachada de uno de los edificios de la plaza y que los carteles de esta particular y pacífica revolución han ocultado. Por eso nadie habla de anarquía ni de dinamitar las bases del Estado, sino de pasar de una democracia burocrática que le da la máxima importancia a la economía capitalista salvaje que privatiza los beneficios y socializa las pérdidas a una democracia participativa en la que todos unidos formen parte de la solución a través de un cambio en las leyes que regulan la participación política.

De la resignación a la indignación

La crisis económica ha situado a España al borde del rescate por parte de Europa, ya hay casi 5 millones de parados en el país, el desempleo juvenil alcanza el 40%, los bancos que han provocado la hecatombe dejan en la calle a familias que no pueden pagar las hipotecas, se han recortado las ayudas y las pensiones y se ha aumentado la edad de jubilación, entre muchas medidas de un gobierno supuestamente socialista que se ha rendido al devenir de los mercados. Una clase política que ya no representa los intereses del pueblo.

Al grito de “Esta crisis no la pagamos” y bajo el lema de “No somos mercancía en manos de los banqueros”, por fin la indignación salió a la calle. El pasado domingo la plataforma Democracia Real YA congregó a miles de personas en una manifestación que recorría parte del centro de Madrid. El grueso lo componía una generación estigmatizada, a la que se le ha bautizado como ni-ni (ni estudia-ni trabaja) o del botellón (beber en la calle) pero que en realidad está sobrecualificada, comprometida, y que aguanta en empleos precarios y condiciones indignas para salir adelante.

Después de la manifestación, de forma espontánea, una treintena de ellos decidieron acampar en Sol. Se sucedieron las primeras asambleas y al día siguiente ya eran doscientos. Mala imagen para una plaza donde cada día pasan cientos de turistas y en una ciudad empapelada por la propaganda de las elecciones municipales y autonómicas que se celebraron el pasado domingo. Aprovechando la quietud de la noche, la policía desalojó a los que pacíficamente se concentraban por sus derechos.Los vídeos de la brutal represión policial se movían por las redes sociales a la velocidad de la luz con un mensaje :“Hoy a las ocho Asamblea en Sol”. La semilla está sembrada.

sol4.jpg#acampadasol se convirtió en trendtopic mundial en twitter pero el activismo no se quedó en Internet. Esta vez fueron miles las personas que se concentraron en torno a la estatua de Carlos III a caballo y Sol se llenó de ciudadanos indignados de vivir en un país donde se puede acampar dos semanas para ver un concierto de Justin Bieber pero no dos noches para exigir derechos fundamentales.

De repente, una voz desde unos precarios altavoces pidió a toda la plaza que se sentara: “Compañeros, compañeras, va a comenzar la Asamblea”. Sin siglas ni partidos ni sindicatos ni colectivos, el pueblo exigiendo una democracia de verdad. Un grupo heterogéneo con reivindicaciones heterogéneas pero unidos por la indignación, el hartazgo y la vergüenza ante la corrupción.

“No somos mercancía en manos de los banqueros”

Dos cómicos de unos 35 años vestidos de frac y esgrimiendo sendos puros parodian la postura de los poderes económico. “Vais a acabar pasando todos por el aro”, ríen con un hula hop en la mano.Un hombre reparte la lista negra los políticos imputados por corrupción en las próximas elecciones y otro distribuye una con los sueldos de algunos políticos. Una chica reparte propaganda electoral del partido antitaurino. “No, aquí no”, este es un movimiento apartidista que sólo pide un voto responsable para acabar con la dictadura del bipardismo que impera en España. Tampoco se puede beber alcohol en la plaza, “hoy priorizamos la revolución”.

La estatua de Carlos III es el centro logístico. En su interior está decorada con plantas “para hacer el lugar más amable”, dice Alicia, y alrededor de ella se han situado las distintas comisiones de comunicación, alimentación, acción social, limpieza, infraestructura, organización interna y extensión. Sol parece una microciudad autogestionada, organizada por voluntarios y donde todo el mundo aporta lo que puede. En una farola, un cartón indica las necesidades más apremiantes: comida, mantas, estanterías… Ciudad Sol dispone ya hasta de servicio de guardería, de una zona de lectura y en el pequeño trozo de tierra que rodean las dos fuentes de la plaza se están empezando a cultivar hortalizas.

Un poco más alejada está la de información, donde reparten panfletos sobre quiénes son y por qué están allí, recogen firmas, dan información sobre qué hacer en caso de detenciones policiales.

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Pero, ¿información sobre qué? Los medios de comunicación y los políticos se encuentran perdidos ante este movimiento social, sin cabeza ni líder y que pide algo tan básico como devolver a la política su significado puro de lo público, lo que a todos concierne. Conforme van pasando los días se trabajan las propuestas. “Somos un movimiento que se renueva constantemente, haremos lo que vaya pidiendo la ciudadanía a través de las comisiones y que se consensúa en las asambleas”, dice Lucía, del comité de Comunicación.

Este movimiento abarca gente implicada en luchas distintas y legítimas pero principalmente recoge el clamor popular de las decenas de miles de personas que están saliendo a la calle por todas partes para decir basta a la dictadura de los mercados, basta a un sistema democrático que no representa a la población y basta al aplastamiento de los derechos laborales y sociales como solución de una crisis económica provocada por los especuladores. Unos mínimos democráticos que no dependen de ideologías de derecha o de izquierda sino que resulta intolerable que no se cumplan.

Desobediencia civil legítima

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“Resistiremos pero nunca utilizaremos la violencia, somos un movimiento de desobediencia civil pacífica”, explica Laura, una de las portavoces de la comisión de Comunicación. Laura tiene 17 años y no da su apellido para remarcar el anonimato de los manifestantes. “Solo somos un grupo de españoles manifestándonos juntos pero de manera individual. Para nada hay ningún partido político detrás, precisamente somos un grupo de ciudadanos anónimos, ni siquiera tenemos un nombre como colectivo, exigimos nuestros derechos a nivel de ciudadanos”. Siguiendo la desobediencia civil legítima de Henry David Thoreau, el movimiento ha desoído las prohibiciones de la Junta Electoral de concentrarse el día de reflexión previo a las elecciones. “No se trata de una manifestación partidista sino de una jornada de reflexión pacífica y colectiva, no pueden prohibirnos juntarnos en el mismo sitio”. El que habla es Jose, de la comisión de respeto, que se encarga de velar porque el movimiento sea pacífico y respetuoso y anima a la gente a no caer en provocaciones y a respetar la pluralidad de pensamiento. Para representar esta individualidad, que los límites de la identidad no se construyen en contraposición a los de el otro sino en ser únicos dentro de la pertenencia a algo superior, la jornada de reflexión comenzó con un grito silencioso en una plaza que abarrotada con 30.000 personas (según la Policía, por lo que cabe pensar que la cifra podría ascender hasta 50.000).

“No estamos en Facebook, estamos en la calle”

Mientras, en Internet se sucede una protesta paralela a través de vídeos reivindicativos, como ese en el que recuerda a la Policía que ellos también son ciudadanos, que también les atañe lo que está sucediendo en Sol y que su papel es proteger a los ciudadanos. Las redes sociales también arden. Los nuevos movimientos sociales han demostrado que los medios de comunicación tradicionales no son suficientes para informarse de los acontecimientos actuales porque también ellos se encuentran al servicio de los mismos poderes económicos que los políticos.

Madrid resiste, pero no es la única. Los ciudadanos han acampado también en las princiales ciudades. Además, la #spanishrevolution atraviesa fronteras y se está conviertiendo en un movimiento global, en una #worldrevolution con ciudadades como Berlín, Roma, Buenos Aires o Sidney, entre otras. Incluso el único español que vive en Siberia se manifiesta en solitario apoyando este movimiento.

Bienvenidos al ágora

La verdadera importancia del movimiento 15M no son sus propuestas concretas de reforma, ni el despertar de una sociedad adormilada por el conformismo, sino haber cambiado la mentalidad ciudadana y haber sacado el debate de lo público al espacio público. Estos días, en las esquinas del centro de Madrid cientos de personas se reúnen en distintas asambleas devolviéndole a la política su significado más puro. Sol se han convertido en un auténtico ágora de reflexión comunitaria.

Las impresionantes vistas aéreas de las concentraciones en Madrid que recogen los medios de comunicación de todo el mundo muestran la importancia numérica del movimiento, pero la verdadera #spanishrevolution se gesta en cada esquina. Hay grupos de trabajo sobre Política, Economía, Feminismo, Medio Ambiente, Inmigración, que consensúan las propuestas que luego llevarán a la Asamblea General que se reúne dos veces al día en la plaza.

En una de las calles adyacentes a la plaza, medio centenar de personas se reúnen resguardándose del implacable sol de mediodía a debatir sobre educación. Conforme va avanzando la tarde el grupo es más numeroso y llegan a concentrarse cerca de 300. Se pone sobre la mesa el modelo de escuelas democráticas que sitúan a los niños y niñas como protagonistas de su propio proceso educativo. Todos se sientan en el suelo y aplauden en el lenguaje de los sordos (agitando las manos en alto) para no interrumpir las exposiciones y ralentizar así la discusión. “Bien, vamos a votar la propuesta”, señala por el megáfono el moderador de este grupo de trabajo. Desde el suelo, un joven más curtido en estas formas democráticas le corrige: “En las asambleas no se vota, se consensúa”. Es normal, esta es la primera experiencia asamblearia para muchos de los que estos días han recuperado las riendas del debate sobre lo que a todos concierne, y no en la barra de un bar sino en el espacio público.

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La delegación de la gestión de los asuntos públicos en los profesionales de la política había vaciado este concepto de su sentido verdadero. De esta manera, otros eran los responsables de sus fracasos y por eso les perdonábamos el que se aprovecharan de sus éxitos. El sistema político nos había infantilizado convirtiéndonos en analfabetos políticos, reduciendo la participación a la votación cada cuatro años y expropiándonos de la responsabilidad ciudadana. Ciudadanos sin ciudad, sin espacio público, sin política.

Lo que se está gestando en Sol es finalmente lo mismo que lo que se está debatiendo en la comisión de educación: volver a situar al ciudadano como protagonista de su propio proceso político. No se presupone ninguna especialización ni profesionalización. No hay que entregar ninguna credencial para dejar oír tu voz y que otros la escuchen con respeto porque como animales sociales todos somos capaces de politizar.

Desde la comisión de extensión de la acampada trata de que movimiento llegue a todo Madrid. “Tenemos que apagar la tele, que vivimos aislados, salir de casa y hablar con la gente de las cosas que nos preocupan y de cómo podemos ayudarnos y solucionarlas”, dice un hombre de unos 30 años a un anciano que asiente con un destello de emoción en la mirada. Devolver la voz a las plazas. Que el debate no se quede en ésta sino que se produzca en cada barrio, en cada plaza, de manera continua.

Aunque tarde o temprano se levante el campamento de Sol, el germen ya está sembrado, y no sólo en Madrid sino en otras ciudades de España y del mundo. Es la recuperación del sentido común, del sentido de lo común. Como rezan las pancartas de Sol, “esto no puede parar”. Por el momento hoy mismo, día de votaciones, se ha decidido en Asamblea que hasta el 29 de mayo seguirán en pie, tiempo suficiente para extender el movimiento a los barrios. La calle es nuestra. La política es nuestra.

Texto: Paula Vilella y Cristina E. Lozano

Fotos: Toni Juliá