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[spa] LÍBANO, PalestiNA e IsraEl, un CINE BAJO tensIÓn

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Concha Hierro

Los encuentros Henri Lan­glo­is celebraban su 36ª edición entre el 29 de noviembre y el 8 de diciembre en Poi­tiers. Cada año el festival internacional de escuelas de cine propone un viaje cinematográfico a una parte del mundo. Este año los organizadores han llevado a cabo un desafío audaz: homenajear a los realizadores libaneses, palestions e israelíes desde un mismo enfoque.

Martes 3 de diciembre,  la sala de cine TAP Castille está llena a rebosar. En la calle, los realizadores invitados por ese Viaje al este del Mediterráneo están también en primera fila. Son palestinos, libaneses e israelíes. Ren­contres Henri Lan­glois han conseguido reunir a representantes de tres pueblos en conflicto desde hace más de sesenta años. Una proeza que se logró por anticipado. La luz se apaga, los cortometrajes libaneses comienzan. 

La omnipresencia del pasado y la censura del presente 

En la sala, dos jóvenes realizadoras presentan su película y su escuela. El primer film es de ficción, La máquina de crecer,  de Perla Kher­la­kian. Criada en una familia muy estricta y tradicional, Ro­bert, de 12 años, no puede esperar más. Quiere crecer lo más rápido posible. Enviado a un internado, va a crear su máquina para crecer. A través de su película, la realizadora dirige su mirada hacia un asunto social, el de las relaciones entre padres e hijos. « Es raro encontrar una película que no habla de la guerra en Líbano », señala. Perla considera que su país siempre ha mirado al pasado y hacia la guerra que ha marcado durante tanto tiempo el espíritu de los libaneses. « En el cine no hemos dejado atrás el tema. El público libanés está harto de películas sobre la guerra. »

Tráiler de 'Herencia' de Hiam Abbas

Los problemas políticos continúan en Líbano y se reflejan de lleno en el cine. Sahar Mous­sal­hem ha presentado en Poitiers su película, Tournesol, que denuncia la censura impuesta por el gobierno. En un mundo colorista, la gente vive feliz. Una pequeña niña descubrirá que su abuela, empleada de correos, manipula su felicidad sustituyendo las malas noticias por otras buenas. Aunque es una película muy dulce, sin embargo el discurso de Sahar es firme: « cuando se esconde la verdad, no podemos ser verdaderamente felices. Los que tienen el poder en Líbano manipulan a la gente sin que se den cuenta. Esto ocurre en todos los países del mundo, pero allí la censura está institucionalizada ». 

Los procedimientos para hacer una película son largos. Implican autorizaciones y el gobierno tiene el derecho de mirar previamente el argumento. « Principalmente es para evitar conflictos », explica Perla. La censura de Hez­bol­lah prohíbe principalmente la difusión de películas israelíes en Líbano. « No podemos ver películas de Israel y Palestina. ¡Esta la primera vez que podemos hacerlo gracias a los encuentros Henri Lan­glois! », cuenta Sahar entusiasmada.

Cen­sura, ficción y casas que echan humo

Para Mo­ham­med Al Fateh, este es un gran estreno. Es la primera vez que este joven realizador palestino de Jerusalén este sale de Palestina. La puesta en paralelo de Palestina e Israel ha suscitado bastantes debates en términos intelectuales. « Sobretodo entre los universitarios y las fuerzas políticas. Para mí, el discurso sobre la paz es mentira. Israel planifica todo y los palestinos no hacen concesiones. ¿A qué paz puede conducir eso? ». Se podría decir que el cine palestino reaviva las tensiones con Israel. « Nosotros principalmente grabamos documentales. La ficción permite más libertad pero el mensaje es menos fuerte ». Prueba de ese cine comprometido es que ninguna escuela en territorio palestino cultiva la ficción. Mohammed ha venido a Poi­tiers para presentar dos películas que ha realizado. Una carta desde Jerusalén es un momento de vida contado por una nña cuya familia debe destruir su casa, bajo la amenaza de las autoridades. Space The Al­leys cuenta las dificultades de los jóvenes a la hora de practicar su deporte (parkour) en Jerusalén. 

El cine palestino está en pañales. « Se cuentan el número de salas de cine con los dedos de una mano », detalla Mohammed. Las proyecciones se hacen principalmente en el seno de la universidad. Al final, el cine sigue siendo algo íntimo. « He estado en la cárcel y mi casa está sujeta a una orden de demolición. Cuando hablo de esos jóvenes, hablo de mí », explica, antes de añadir que espera el día en que el cine de su país sea profesional como el cine libanés que ha descubierto en el festival. 

« MI ÚNICO PAÍS ES EL CINE »

La delegación israelí era mayoritaria en el festival, debido al problema con el visado que tuvieron algunos palestinos. El cine es más profesional en ese país. La financiación allí es mucho más importante. Sin embargo, el pesado pasado del Estado judío y los conflictos con sus vecinos siguen avergonzando al mundo de la gran pantalla. Nadav Lapid es un habitual en el festival de Poitiers. Fue seleccionado dos veces cuando todavía era estudiante. Su cine retrata una sociedad israelí que va mal. « La violencia política está enraizada en el alma colectiva de la nación israelí », explica. Por ejemplo: la juventud de Tel-Aviv, que él describe como depresiva, perdida en « una ciudad que quiere contradecir las cargas de la historia ». 

 Partant lui aussi de ce constat d'une société israélienne mal dans sa peau ????  Hiam Abbas, una palestina de Israel vino a presentar su película, Herencia, al fes­ti­val.  Para ella, el conflicto está ligado a la educación más que a la religión. « El territorio está dividido en grandes prisiones. Estamos en un ambiente lleno de negatividad. No creo que el cine vaya a cambiar algo. Pero permite soñar, compartir y la consideración humana. Por eso hago esto. Mi único país es el cine ».

Todas las declaraciones fueron recogidas por Fla­vien Hu­gault en Poi­tiers.

Translated from Liban, Palestine et Israël, un cinéma sous tension