Sobre la ruta serbia III: entre la desilusión y la nostalgia
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Francisco Chica GarcíaCon el sentimiento de no ser más que una generación de transición, la juventud serbia se desinteresa de la política. Sin embargo, en los cafés y restaurantes, el debate se anima. El principal punto de descontento: Kosovo.
Belgrado… sin mucha idea de lo que me espera ver y fotografiar. Pero al final, es mucho mejor salir a ciegas. Tomamos contacto con algunos interlocutores serbios gracias a la magia de la web: estudiantes, organizadores de fiestas, asociaciones.
Resignación tras el silencio de la dictadura
Aeropuerto de Belgrado, las 10 de la mañana, más o menos, y me encuentro la primera sorpresa: en todos los carteles publicitarios, los rostros de los dos candidatos principales, Boris Tadic (partido democrático) y Tomsilav Nikolic (partido radical serbio). Finalmente llegamos a un albergue juvenil atendido por Donovan, joven blanco americano convertido al Islam. Prosiguen los encuentros. No es de noche aún, más bien pleno día. Posiciones contradictorias. “Nosotros no vemos el problema, hace años que estamos en transición, para nada. Es demasiado tarde para nuestra generación”. Es esta falta de entusiasmo, esta pérdida de confianza en sí mismos contra la que intentan luchar numerosas asociaciones y organizaciones de estudiantes, construidas precisamente en contra del silencio impuesto bajo el poder de Milosevic.
“Debemos trabajar sin descanso para cambiar las cosas, para tomar el control”, dice uno de los militantes. ¿Europa? Allí al menos, las posiciones son diferentes. Algunos la ven como una cáscara vacía al servicio de los intereses de los Estados Unidos y de la OTAN. Otros proclaman que es la única oportunidad para Serbia de salir de su torpeza.
Kosovo: un terreno sensible
Kosovo sigue siendo el tema más sensible. Cuna de la nación serbia que no se puede abandonar para unos; territorio perdido y, de hecho, compuesto ahora por un 90% de albaneses al que es necesario renunciar para avanzar para otros. Extraña lucha. Algunas declaraciones me sorprenden, incluso me exasperan. Algunas entrevistas, sin embargo, llevadas abiertamente y con todo respeto, entran en una lógica de justificación. Representamos a Francia, y con este lema a una parte de Occidente. Nosotros sufrimos la consecuencia del resentimiento, el rencor contra nuestros políticos del pasado, y nuestra ausencia del ahora.
Entre los vestigios de los edificios bombardeados en 1999 y los encuentros, la bruma deja paso a imágenes más dulces. Cerca del centro, una pista de patinaje. Y uno se lanza a bailar sobre el Danubio y a olvidar todos los nudos gordianos que atraviesan los Balcanes. Llegamos a un restaurante y los comensales se levantan y bailan al son de la música. Esta mezcla de folk de los Balcanes y ritmos modernos enciende los corazones. Es tarde, y los clientes están ahora sentados alrededor de una mesa. Un par de griegos, de serbios y de croatas. El tono aumenta conforme el sonido de las trompetas se eleva, se discute sobre los Balcanes y las viejas glorias. Cada uno prueba su rakia (bebida alcohólica parecida al brandy) familiar, escena ortodoxa en Belgrado. No se entienden demasiado pero las miradas son suficiente.
Los autores pertenecen al colectivo de fotógrafos Butterfly y Staubprojekt.
Translated from Sur la route serbe (III) : entre désillusion et nostalgie