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SlutWalk: La marcha de las putas desembarca en Europa

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Cristina Cartes

Sociedad

La Marcha de las putas (nacida como slutwalk en inglés), surgida hace tres meses en Canadá, llega ahora a Europa para recorrerla de punta a punta con el objetivo de reclamar que llevar ropa sexy no convierte a ninguna mujer en puta. El 11 de junio tomó las calles de Londres; el 25, las de Lisboa.

Hombres luciendo camisetas cortas y sujetadores, mujeres de mediana edad con sus hijas, un colorido grupo de transexuales que se alzan sobre tacones de vértigo y que deslumbran con sus pendientes, madres lesbianas y mujeres con burka recorrieron las calles de Londres el pasado 11 de junio. Lo hicieron desde el famoso Hyde Park hasta Trafalgar Square para unirse a una causa. Hay quienes ven en estas personas a las representantes de la cuarta ola feminista.

Estas protestas, surgidas en el continente americano, se extendieron pronto a Europa, alcanzando hace poco Asia (las próximas marchas de las putas tendrán lugar en Lisboa y en Nueva Delhi el 25 de junio). La llama la prendió un policía de Toronto, Michael Sanguinetti, que declaró que “las mujeres deben evitar vestirse como putas para no ser violadas”. Las reacciones a esta frase no se hicieron esperar. La primera marcha tuvo lugar en esa misma ciudad el 3 de abril con un mensaje claro: una agresión sexual es un acto violento cometido por el agresor y nunca ocasionado por la víctima. La vestimenta de las mujeres o su comportamiento no deben jamás ser utilizados como una excusa que justifique la violencia ejercida contra ellas. “A las mujeres se las viola lleven la ropa que lleven”, protestaba uno de los asistentes a la marcha en Londres, mientras que otros preferían manifestarse por escrito: “Niñas, la ropa no crea pedofilia”.

El detonante

Para algunos, el fenómeno de la Marcha de las putas es una reacción desproporcionada a un abuso del lenguaje. El hecho de que Rosa Parks rechazara sentarse en la parte trasera del autobús para ceder su plaza a un pasajero blanco el 1 de diciembre de 1955 constituyó en su día, seguramente, un incidente sin importancia. Pero si hoy aún recordamos este episodio es, evidentemente, porque tuvo unas consecuencias que el movimiento por los derechos cívicos en Estados Unidos jamás pudo prever. Durante la emisión del programa Moral Maze en Radio 4 (Francia), una de las personas que intervino en el programa afirmó que si Sanguinetti hubiera sido una mujer, jamás se habría creado esta polémica. Por esa regla de tres, si Rosa Parks hubiera perdido el autobús, el movimiento por los derechos civiles no hubiera ancanzado jamás la magnitud que adquirió.

Un suceso anodino solo adquiere la fuerza necesaria como para convertirse el inicio de movimientos revolucionarios sociales cuando la sociedad está preparada para reconocer su poder simbólico. Lo que prende la llama y mueve a la masa a protestar no son los pequeños sucesos, sino la madurez que les hace ver en ellos un detonante. El pasado 18 de junio, el ministro británico de Justicia, Ken Clarke, marcó en una entrevista radiofónica la distinción entre “violaciones graves” y “otro tipo” de violaciones. Acababa entonces de presentar un nuevo proyecto del gobierno que prevé suavizar las penas a los violadores que se declaren culpables al inicio del proceso. En Gran Bretaña, la pena mínima para una violación “no tan grave” es de cuatro años, aunque sólo el 6% de las denuncias por violación terminan en una condena.

Una cuestión de designación

El mensaje se puede decir más alto, pero no más claro. Durante la larga tradición feminista, la llamada al movimiento y a la acción han sido siempre determinantes para la emancipación de las mujeres. En Gran Bretaña, una cierta autosatisfacción moral se apoderó de los medios desde el momento en el que la Marcha de las Putas de Londres apareció en portada. En una cultura hipersexualizada que hace apología de la seducción y de la sexualidad de los adolescentes, las mujeres tienen serios problemas para deshacerse de esa imagen de “puta” que tanto se explota. Los debates mediáticos son el escenario en el que expresan su miedo de ser estigmatizadas y percibidas únicamente como objetos sexuales.

"Usando la palabra puta sentimos que le quitamos poder"

Una de las organizadoras de la manifestación explicó la razón por la que se escogió la palabra “puta” como estandarte de la marcha: “Hemos optado por este término porque es el mismo que utilizó el policía. A medida que la utilizamos nos parece que le estamos quitando cierto poder. Ya no puede tocarnos”, declaró Caitlin Hayward-Tapp. La utilización intrínseca de esta palabra no tiene nada que ver con que la mujer sea considerada un objeto sexual o que tolere unos valores morales más débiles. Es la expresión de un traumatismo que no cesa de interferir en su construcción subjetiva”. Cuando se aborda la cuestión de la sexualidad femenina, hay muchos preceptos normativos que ocupan el centro del escenario y que regulan los aspectos de un todo que aún no está totalmente articulado. Delicada y dolorosa, la reapropiación lingüística de un término peyorativo permite que toda la comunidad la vea como aceptable y que utilice ese término a pesar de los atropellos que ha sufrido con su uso. Ya pasó con palabras como “gay”, “negro” o “queer”. Ahora le ha llegado el término a “puta”.

Durante la emisión del programa de David Aaronovitch, uno de los invitados recalcó que el simple hecho, para una mujer, de llevar una prenda provocativa demuestra su disponibilidad sexual. Entonces, el problema no reside en una cuestión de vestimenta, sino en la idea de que la mujer tiene una vida sexual y que quiere expresarla. Durante mucho tiempo, la sexualidad femenina se ha considerado objeto de la mirada masculina, hasta el punto en el que se ha hecho indecente, para los dos sexos, el reconocer que las mujeres tienen derecho a afirmarse como seres sexuados. ¿Por qué tener miedo? ¿Tienen que reprimir las mujeres su deseo de pasar a la acción? La respuesta a esta pregunta varía según la situación. Si seguimos la lógica del deseo masculino, lo inaccesible es siempre más atractivo. Si elegimos admitir lo imposible, es decir, que el deseo femenino existe, la solución podría ser otra.

Fotos: main (cc) bulliver , Flickr y official site; Rosa Parks en el autobús con el reportero Nicholas C. Chriss (cc) Wikimedia; Barbie (cc) Anton Bielousov, Flickr y  tumblr oficial; Video (cc) SlutwalkLondon

Translated from Lisbon, London: the problem with SlutWalks or Who's afraid of feminine sexuality?