Sida: ¿son criminales los seropositivos?
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Argemino Barro10 años de prisión incomunicada para Mark Devereaux en Escocia; lo mismo en Guyana para Alain Prosper, cinco años de encierro, de los cuales uno y medio estará incomunicado en Francia. Ambos tienen algo en común: haber transmitido conscientemente el virus del sida.
En Europa, la justicia aborda con severidad casos por el estilo, pero corre el riesgo de colocar un nuevo estigma en los seropositivos...
“Definitivamente, se trata de una persona diabólica. Es muy manipulador”, dice uno de los acusadores de Mark Devereaux, un hombre seropositivo que ha tenido relaciones sexuales sin protección con varias mujeres pese a portar el virus desde hace 9 años. Una de esas cuatro mujeres fue contagiada, al igual que Angélique, una francesa víctima también de otro seropositivo condenado a 5 años de prisión. Casos así hay todos los días: 600 procesos en 40 países, con penas que oscilan entre unos meses y la perpetua (según la BBC). Procesos sensibles, donde la justicia hace lo que puede con los textos en vigor.
¿Cómo juzgamos a una persona seropositiva en Europa ?
En Alemania, las penas van de 6 meses a 10 años por una infección probada. Cuando Nadja Benaissa, la cantante del grupo alemán No Angels, fue denunciada por haber transmitido el virus, el tribunal de instancia de Darmstadt la juzgó culpable en agosto de 2010: “culpable de golpes y heridas graves” y de “tentativa de golpes y heridas graves”. Fue condenada a 2 años de prisión con 300 horas de trabajo social en la lucha contra el sida.
Nada que ver con el caso de Mark Devereaux en Escocia, donde una interpretación alargada de la infracción por conducta arriesgada permitió criminalizar la transmisión del sida y condenar a 10 años de prisión incomunicada. Una década es la pena máxima en Suiza si el acusado sabe que está enfermo. Estaría acusado de “lesiones corporales graves y de propagación de una enfermedad humana”. Pero el matiz helvético permite eludir la condena a un seropositivo ignorante de su infección , y se estima que en Reino Unido una cuarta parte de las personas infectadas no sabe su condición. En Inglaterra y Gales, el juicio de Mark Devereaux habría sido imposible, según Catherine Murphy, de la asociación caritativa Terrence Higgins Trust, dada la ausencia de dicha interpretación: la conducta arriesgada. En Francia, así como en Suiza, los seropositivos no son perseguidos por tentativa de homicidio o de envenenamiento, sino por la “administración de sustancias dañinas”. Lógico, dado que un tratamiento adecuado permite, si se aplica a tiempo, vivir una vida larga y digna… Y por tanto evitar morir de sida.
¡Seamos "in", judicialicemos nuestras vidas!
El resumen legislativo es poco atractivo, pero inevitable; hoy en día la personas que se infectan tendrían un recurso que no había hace 10 años: iniciar un proceso contra el responsable de su desgracia. Una tendencia amenazadora para los seropositivos, según el Consejo Nacional de Sida, órgano consultivo independiente creado en Francia hace 20 años. Las políticas de prevención de comportamientos arriesgados no ganan por dos razones: la estigmatización de los seropositivos por procesos pesados y llenos de emoción parecen hacernos olvidar que contagiar el sida es cosa de dos (a no ser que sea violación), pero aunque la ley permite castigar y neutralizar algunas infracciones, nada será tan fiable como un condón para prevenir el contagio. También podemos preguntarnos si la prisión es el mejor lugar para arrepentirse, dado que “la cárcel es un lugar de prácticas arriesgadas, sea por el uso de drogas o las relaciones sexuales”.
Lady Sida
Un ejemplo que rebasa las normas en Italia desvela la dificultad de juzgar algunos casos, y lo absurdo de buscar un chivo expiatorio en los seropositivos. En Rávena, la mujer prostituida Giuseppina Barbieri fue apodada Lady Sida tras haber sido hospitalizada a causa de dicha enfermedad en 1998. Y sí: durante dos años “trabajaba” con hombres de toda la ciudad; se estima que habría contagiado a 5.000 individuos. Condenada a un año de prisión incomunicada junto a Fernando Pognani, el hombre que la había obligado a prostituirse, ella tuvo que sufrir el oprobio público y recibir insultos e incluso amenazas de muerte de muchas mujeres cuyos maridos habían sido infectados. Pero ¿quién ha pensado en detener a los maridos que (además de beneficiarse de la esclavitud sexual) se divertían fornicando sin protección con sus mujeres?
Foto : (cc)mr.beaver/flickr ; condom are sexy : (cc)reflexblue/Flickr ; preservativo : (cc)tonrulkens/flickr
Translated from Sida : les séropositifs sont-ils des criminels ?