“Si logramos estar presentes donde se toman las decisiones, nuestro futuro será mejor”
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Café babel entrevista a Juan de Dios Ramírez Heredia, gitano cuyo compromiso incombustible con su pueblo le ha llevado a ser diputado español y europarlamentario durante los últimos 25 años.
Sorprende escuchar a Juan de Dios Ramírez Heredia la primera vez. Sus dotes de tribuno y seductor de inteligencias, que debe probablemente a su experiencia como abogado, periodista y maestro de escuela, le han convertido en un mito. Cuando habla no deja jamás de dirigirse a su pueblo, el gitano, necesitado como él sabe bien, de referencias públicas que lo animen a compartir las esferas de poder y libertad de la sociedad en la que se inserta. Ha sido el representante español en el Observatorio Europeo contra el Racismo y la Xenofobia. En 1986 fundó la Unión Romaní, federación de asociaciones gitanas españolas, que también preside.
¿Qué rasgo cultural e identitario considera usted principal de las comunidades romaníes?
Ser gitano es sentirse gitano, ser partícipe de un sistema de valores que impregna todo el cuerpo y que condiciona la percepción exterior en base a una cultura milenaria.
¿Hay minorías dentro de esta minoría?
Yo diría que no, aunque soy consciente de que la realidad gitana ha cambiado de forma contundente para los gitanos que podríamos llamar occidentales. La incorporación a Europa de los diez países centroeuropeos ha cambiado radicalmente el paisaje gitano de la vieja Europa comunitaria. Hoy, el gran peso de influencia de la comunidad gitana está en esos países recién incorporados.
¿Siguen los gitanos en Europa teniendo que convivir con las ratas, tal y como usted denunció durante su mítico primer discurso en el parlamento español en 1978?
Desgraciadamente sí. Los índices de pobreza de nuestro pueblo siguen siendo alarmantes. En todas partes ocupamos el último lugar en el ranking del bienestar colectivo. El analfabetismo es un azote que nos martiriza por igual a casi todos los gitanos europeos. El fin del régimen que sufrieron los gitanos que vivieron en los países del este de Europa no ha representado para ellos un despegue económico que les sitúe a la altura del resto de sus conciudadanos. La presencia en nuestras calles de tantos gitanos venidos del Este, mendigando o limpiando parabrisas, es un síntoma de esa terrible pobreza.
Los sistemas educativos juegan un papel importante en la integración social, ¿considera usted que los sistemas educativos europeos ignoran la especificidad de la idiosincrasia romaní?
Me cuesta dar una respuesta generalizadora. Sé que en algunos países los niños gitanos reciben la primera enseñanza de forma bilingüe. Pero el problema tiene una doble dirección. Por una parte, lograr crear unos cauces educativos para que los niños y los jóvenes gitanos puedan recibir una enseñanza que, en lo básico, sea igual que la del resto de los ciudadanos, pero que contemple la especificidad cultural de nuestro pueblo. Pero al mismo tiempo, esa educación intercultural debe ser dirigida al mundo de los gadyè, es decir, de los no gitanos. Es necesario que los niños no gitanos también aprendan desde la escuela que hay otros niños, nuestros gitanos, que tienen una cultura propia que debe ser respetada y defendida.
¿Cree que se ha avanzado en la integración de los gitanos en España en los últimos 25 años?
La situación ha cambiado considerablemente. A pesar de eso, existen unos retos a los que seguimos enfrentándonos cada día: la escolarización de los niños gitanos; el desarrollo individual y colectivo de las mujeres gitanas; la creación de una completa red de asociaciones gitanas; la aparición de un grupo de personas que ejerzan de punto de referencia para el resto de los gitanos; la erradicación del chabolismo; y la recuperación y difusión de nuestras costumbres, tradiciones y lengua. De forma simultánea se deberían establecer estrategias que atacaran con eficacia la pobreza, el analfabetismo y la marginación. Por otra parte, los poderes públicos no deben ignorar que los gitanos somos poseedores de una cultura singular que ha enriquecido a la cultura común de todos los españoles. Tanto antes como ahora, los gitanos somos la imagen alegre y hedonística de España en el exterior. Y, lamentablemente, no sólo no se ha producido ese reconocimiento, sino que ni siquiera se nos han pagado royalties por la manipulación de que hemos sido objeto.
¿Cree que puede suceder lo mismo en los nuevos Estados miembro de la UE?
Espero que sí, y confío plenamente en la capacidad y el trabajo de los líderes gitanos de esos países. De todas formas, nadie da nada gratis. No debemos esperar que sean los gobiernos quienes, por iniciativa propia, se decidan a otorgarnos la atención que merecemos. La libertad, como la conquista de los derechos, no es algo que se consiga sin pagar un precio.
¿Estamos los Europeos empeñados en ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio cuando denunciamos el racismo norteamericano o el de Costa de Marfil o Zimbabwe?
Pues sí. Y la hipocresía que más me duele es aquella que se practica con nosotros cuando nos prometen lo mejor y luego todo queda en nada. Nos rebelamos contra los partidos que nos demuestran tanto cariño y atención en las épocas electorales y luego se olvidan de nosotros.
¿Qué futuro ve para las comunidades romaníes de Europa?
Si tenemos vocación de supervivencia y logramos estar presentes allí donde se toman las decisiones políticas, nuestro futuro será mejor. Lo que no tiene sentido es que siendo tantos no haya en el Parlamento Europeo al menos media docena de gitanos o gitanas diputados, y que en algunos países, como en el mío -donde vivimos más de 600.000 gitanos- no haya ni un solo diputado o senador. Sin duda alguna el futuro de nuestro pueblo dependerá, en gran medida, de la posición de fuerza que seamos capaces de ejercer allí donde se toman las decisiones políticas. De lo contrario, sólo nos quedará, como hemos hecho a lo largo de la historia, el recurso de la resistencia para no desaparecer. Porque eso sí, se lo digo con toda firmeza: estos dirigentes políticos pasarán. Estos gobiernos pasarán. Pero nosotros ahora y siempre seguiremos siendo gitanos.