Si el federalismo muere, muere Europa.
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iker rouco & marta agostiLa Constitución no basta. La Unión Europea necesita un impulso federalista para afrontar los desafíos del mañana.
Mientras los jefes de Estado firman en Roma el Tratado Constitucional, Europa vuelve a ser cuestionada. Los críticos, respecto al nuevo Tratado, crecen tanto en la izquierda como en la derecha y alimentan un debate hasta ahora sofocado por el escenario de las convenciones y por los adeptos a estas.
Una “Constitución” polémica
En Francia, Laurent Fabius, máximo exponente de la facción mas liberal del socialismo francés, ha abierto una fractura interna en su propio partido, pronunciándose contra una Europa que no codifica los derechos sociales y añadiendo su propio “no” a la “Constitución” y a los “no” ya previstos de los republicanos de Chevènement y de las extremas derechas. En España, exponentes de relieve del Partido Popular se han pronunciado abiertamente contra una Europa que no integre los valores cristianos entre sus propios fundamentos. En Italia, Fausto Bertinotti, cuyo partido es miembro de la Izquierda Unida Europea, ha dicho claramente que aquella de Giscard no es la Europa “de la Paz y de los pueblos, democrática y solidaria, de la ciudadanía universal, de los derechos sociales y de la igualdad”. El debate también se ha suscitado desde la posición del secretario de los radicales, Daniele Capezzone, que considera esta constitución, no solo alejada, sino contraria “al mito y a la esperanza” de tantos que, como Altiero Spinelli, estuvieron entre los inspiradores del movimiento federalista, en particular con el Manifiesto de Ventotene.
Al otro lado de la barricada se encuentran, tibios, los defensores de la Europa de siempre. A veces su reclamo tiene tonos retóricos. Bernard Kouchner (socialista francés, vicepresidente de la Convención Amato), por ejemplo, ha defendido su apego a Europa y a la Constitución firmada en Roma. Giuliano Amato, de un modo más modesto, sigue considerando este texto como “un paso hacia adelante”. Tony Blair, a pesar de que no considera Europa como una prioridad, ha confirmado la importancia para la Unión de dotarse de una Constitución. Sin embargo, hay quien estaría dispuesto a hacer pagar un alto precio a quien democráticamente decidiese estar en desacuerdo: Mario Monti, ex-comisario europeo para la competencia, ha llegado a proponer la exclusión de la Unión para aquellos países que, aun siendo a través de un referéndum, no ratifiquen el nuevo tratado.
¿Pero por qué ahora y no antes?
Aquello que más duele es que existe una asincronía evidente entre el momento del debate institucional sobre el futuro de Europa, desarrollado durante la convención, y el tiempo de la toma de posiciones de los principales actores políticos. Se nos pregunta francamente por qué tantas cuestiones salen a la luz a “toro pasado”. Se podría imputar esta arritmia a la conducción muy personalista de los trabajos de la convención por parte de Valèry Giscard d’Estaing o a la no representatividad y al poco carácter democrático de ese órgano, más que a la miopía de las clases políticas nacionales. Pero ninguno de estos accidentes puede constituir una coartada convincente para limitar un debate finalmente lleno de contrastes y de posibilidades políticas innovadoras.
Sobre la próxima guerra, sobre la próxima emergencia medio-ambiental, sobre el próximo ataque terrorista, sobre las próximas tasas a pagar y también sobre la cuestión de la inmigración, la Europa del nuevo tratado no será diferente de la precedente: no habrá ninguna posibilidad de tomar decisiones equivocadas. Por que no se conseguirá adoptar ninguna decisión. El viejo, como el presuntamente nuevo, son incapaces de resolver el problema de la Unión que es pues, el problema central de cada sistema político: aquel de la eficacia del proceso en la toma de decisiones.
Arritmias fatales
Para responder a los grandes desafíos -que pertenecen cada vez más a Europa y cada vez menos a los Estados Nación- los europeos no necesitaban la Convención, no necesitan de un Estado institucional y aún menos de las arritmias de sus dirigentes políticos. Los europeos –y no sólo Europa- necesitan un sistema en el cual sea posible comparar, debatir y decidir. Un sistema en el cual un parlamento elegido directamente por todos los ciudadanos con un importante poder decisorio, haga de contrapeso a un consejo que representa a los Estados. Necesitan, no de la actual Comisión, pero sí de un verdadero y propio gobierno europeo dotado de verdaderos instrumentos de dirección política, cuyo presidente sea responsable de algún modo ante sus ciudadanos. Necesitan de partidos trasnacionales que impidan las arritmias institucionales y sincronicen el debate público en todo el continente.
La Europa que necesita Europa no esta prevista en ninguno de los artículos del nuevo tratado y simplemente sería imposible con el actual statu quo. Es la Europa federal soñada por algunos de los contrarios a la “Constitución” y hacia la cual dicen tender muchos europeos oficiales. Es la única Europa que les puede poner de acuerdo y para ponerles de acuerdo tenemos que invitar a todos a discutir para recuperar el tiempo perdido y para impedir las arritmias que podrían revelarse fatales. Por que si muere el federalismo, muere Europa.
Translated from Se muore il federalismo, muore l’Europa