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Si algún día vais a Jerusalén... - Núria Serra

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Nomur

Si algún día vais a Jerusalén, una vez hayáis ya entrado en el Santo Sepulcro, visto el Muro de las Lamentaciones, paseado por los mercados, paseado por la explanada de las mezquitas y bebido un te con menta en la Puerta de Damasco (baab al-hamudi), pedid a un habitante originario de la ciudad que os cuenta su historia reciente.

La ciudad que ayer me parecía tan luminosa, mágica, llena de vida, ha cambiado de color ante mis ojos, después de haberla desvelado de sus mentiras.

Nuestro guía, durante el paseo de esta noche (la noche es un momento privilegiado en esta ciudad, ese momento en que, por fin, vuelves a respirar aire fresco y las calles se vacían del trajín de los comerciantes, es un buen momento para las confesiones, para la charla, para las evocaciones lejanas), nos ha llevado delante de su casa en el barrio de Suq al ‘askattin (mercado de las especies), la cosa dónde vivió hasta 1967, en que la casa le fue expropiada por la fuerza. Actualmente, vive allí una familia judía, que ha puesto banderas israelíes en las ventanas y ha desplazado la puerta dos metros hacia la derecha (es evidente la piedra nueva que la rodea, y la que tapa el antiguo agujero de entrada), como pasa a menudo con las casas expropiadas por los israelíes. El guía nos cuenta que es para que cuando vuelven los verdaderos propietarios de las casas (casi todos viven actualmente en campos de refugiados en Cisjordania, él tiene suerte, es refugiado pero dos calles más allá de su casa, en el hotel dónde trabaja), no puedan reconocer sus casas, pero él afirma “nunca olvidaré la casa y la calle dónde viví, aunque lo tiren todo al suelo lo voy a reconocer”. En los campos de refugiados palestinos incluso los niños pequeños saben dónde guardan sus padres las llaves y los títulos de propiedad de las casas y los campos que les robaron desde el inicio de la ocupación en 1948. El 80 por ciento de las casa que actualmente ocupan los israelíes en Jerusalén fueron tomadas por la fuerza a los palestinos (y 8 de las sinagogas de Jerusalén son mezquitas de más de 1000 años cerradas para el culto islámico). Como mínimo, no las han convertido en discotecas, nos dice Ashraf, como han hecho con tantas otras mezquitas en Palestina. El guía nos cuenta con tristeza, y con mucha emoción, como antes de la ocupación convivían por todo Jerusalén familias de todo tipo de confesión, nos dice “en el piso de arriba podía vivir un cristiano, en el de abajo un musulmán, y entre ellos dos un judío, y no teníamos ningún problema. Desde el año 1967 se han dividido las comunidades en barrios, el barrio judío, el barrio musulmán, el barrio cristiano, el barrio armenio… y las políticas racistas se ponen en práctica para intentar que los palestinos, presionados por unas condiciones de vida durísimas, terminen por marcharse. En una de las entradas de la ciudad el guía nos pide que nos paremos y nos pide que miremos hacia la piedra nueva que preside la puerta, nos cuenta que antes de la ocupación había allí un versículo del Corán, pero que se quiso borrar toda marca del pasado musulmán de la ciudad. Muchos recordaréis los sucesos de hace unos meses, de las obras que amenazaban los fundamentos de la mezquita de al-Aqsa, tercer lugar sagrado del Islam. Este es sólo un ejemplo más mediático de un proceso que hace 40 años que dura, y que no se termina nunca. No podría describiros cada piedra de la que Ashraf nos ha revelado el sentido, como tampoco podría describiros el color de la luna sobre los tejados de la ciudad, desde donde se ve el monte de los olivos. Es preciso que vengáis a conocerlo por vosotros mismos algún día. Agreadezco de corazón este paseo en mi última noche en Jerusalén, podría haberme ido sin haber entendido nada de lo que realmente ha vivido esta ciudad y de la lucha feroz que sigue viviendo, bajo apariencia de convivencia y cordialidad. Las piedras lo ven todo, pero los turistas las pisan y sólo consiguen ver aquello que quieren mostrarles. Si algún día vais a Jerusalén, después de rezas, después de visitar, después de extasiaros ante la belleza de la ciudad, no olvidéis rendir homenaje a la memoria de todos aquellos que han sido expulsados de allí, no olvidéis que hace años que Jerusalén ha dejado de ser ciudad de paz y de plegaria. Mañana empieza mi viaje por Cisjordania, intentaré seguir contando todo lo que veo por allí.

Un abrazo, pienso en todos vosotros desde aquí

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