Shirley: visions of reality
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“Shirley: visions of reality” es un bello canto al inconformismo. Es mucho más que una película, es un diálogo entre el cine, la pintura y la literatura que nos ofrece una experiencia estética única.
Partiendo de 13 cuadros de Edwar Hopper, el director, Gustav Deustch, nos cuenta la historia de EEUU entre los años 30 y 60 a través de la actriz Shirley y su compromiso con la sociedad y la vida.
Ficha técnica
Título: Shirley: visions of reality
Música: Christian Fennesz, David Sylvian
Duración: 93'
País: Austria
Director: Gustav Deutsch
Guión: Gustav Deutsch
Fotografía: Jerzy Palacz
Año: 2010
Reparto: Stephanie Cumming, Christoph Bach, Florentin Groll, Elfriede Irrall, Tom Hanslmaier
Productora: KGP Kranzelbinder Grabiele Production
“Shirley: visions of reality” nos ofrece una original y muy hermosa forma de narrar una historia, la historia de los acontecimientos que convulsionaron la vida de los EEUU entre la década de los 30 y la de los 60. Para ello, el director, Gustav Deutsch, utiliza dos recursos; por un lado, sitúa las escenas de su película en 13 cuadros del pintor estadounidense Edward Hopper y, por otro, utiliza una historia personal, la de Shirley, una actriz del “Group Theatre” que vive su compromiso social y político en el marco de esos acontecimientos: los años de la Depresión, la Segunda Guerra Mundial, la caza de brujas de McCarthy o los conflictos raciales y las luchas por los derechos civiles.
Hopper supo como nadie retratar la soledad, el silencio y la imposibilidad de comunicación. Todos esos elementos están presentes en esta película que supera al cine para convertirse en un diálogo entre el cine, la pintura y la literatura. “Hopper no retrata la realidad sino que la pone en escena. La puesta en escena y el ensamblaje de la realidad es también la naturaleza del cine”, asegura Gustav Deutsch.
Deutsch consigue en esta película dotar a los cuadros de Hopper de tres dimensiones y de vida, respetando el maravilloso juego de luces y colores de los originales. Todo un reto para un director de cine cuya formación original es la arquitectura: “las dimensiones con las que Hopper trabajaba son increíbles”, asegura, “todo es anamórfico, ningún mueble está ubicado en el ángulo correcto, ningún espacio es ortogonal”. Sin embargo, el resultado no podría ser mejor: toda una experiencia estética que transmite paz, serenidad y desarrolla en el espectador un sentido de lo bello único.