Sevilla: paseo de Europa concentrada
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Chinos, armenios, gitanos y payos: el paseo de Europa, al sur de la ciudad de Sevilla, es un guiño a la multiculturalidad. Una maraña de calles con nombres de referencia europea en las que, como en el viejo continente, no es oro todo lo que reluce
A mediados de julio, a las seis de tarde, cuando muchos sevillanos apuran los últimos minutos de siesta, son pocos los que atreven a desafiar a la ola de calor africano que asola la ciudad. El paseo de Europa, en el barrio de Los Bermejales, es un páramo en el que el ruido de las chicharras sustituye al habitual griterío de los escolares que invaden el amplio bulevar de albero y hormigón que discurre flanqueado entre las Avenidas de Alemania y Francia, y las calles Estrasburgo y Berlín durante el curso escolar.
Extrañas filias para un barrio habitado fundamentalmente por familias jóvenes que, allá por la década de los noventa, encontraron en estas calles un modo práctico y asequible de vivir en una zona tranquila, pero dentro de la ciudad.
El bazar chino de Yao
El pequeño comercio se extiende por la aceras del paseo de Europa, dándole vida y un trasiego de vecinos a todas horas: una frutería, una carnicería, una panadería, la franquicia del supermercado que todo barrio tiene y como no, el bazar chino, que desde hace un par de años se reproduce rápidamente por Sevilla y que está poniendo en pie de guerra al comercio más tradicional de la ciudad. Para su propietario, Yao, que dice que lleva “uuuuhhh, mucho, mucho tiempo” en el barrio, los vecinos de estas calles son “amables y buenos clientes”, sin entrar en más detalle.
Pilar, que me vende un cruasán con su gran sonrisa de estudiante de secundaria en vacaciones, se encoge de hombros cuando le preguntamos por qué al construir el barrio decidieron bautizar sus calles con nombres de ciudades europeas: Bolonia, Londres, Grecia, París. Entre tanto guiño a una Europa “en la que no pienso mucho”, nos comenta, encontramos el Café Armenia, un auténtico islote caucásico regentado por una familia que suple la nostalgia de la patria con bonitas fotos de su país que el cliente disfruta entre tapa y tapa de riñones al jerez y alguna cerveza fría.
Payos y gitanos: juntos pero no revueltos
Solo hay que cruzar un par de calles aledañas al paseo para descubrir un poco más de la historia de este curioso lugar. Son las casas de protección oficial, de una o dos plantas a lo sumo, en las que el Ayuntamiento realojó, allá por 1985, a las familias gitanas que llevaban décadas ocupando con chabolas estos terrenos pertenecientes a la barriada Elcano, levantada en su origen, a mediados del siglo XX, para los trabajadores de los astilleros.
Sin embargo, el fenómeno del chabolismo persistió una vez urbanizada la zona y hasta 2004, cuando una polémica actuación de las autoridades locales dispersó a las últimas familias, las chabolas convivieron con los residenciales de lujo, con jardín privado y piscina.
El día a día de los gitanos en las casas de protección oficial y los payos de residencial no es conflictivo, pero tampoco idílico. Para María, vecina de la calle Estrasburgo, la convivencia y la integración es algo “de lo que se habla mucho pero la realidad es que son ellos –las familias gitanas- los que no se integran”. María habla sin tapujos del problema de la convivencia, como lo hacen la mayoría de sus vecinos, que han librado una larga batalla con el Ayuntamiento para evitar la construcción de una mezquita en el barrio, que posee un escaso índice de población musulmana. “Falta seguridad, policía, más dotaciones”, prosigue María, con espíritu práctico y reivindicativo.
Esperando al metro
Por el momento, el mejor modo de acceder a Sevilla desde aquí es en vehículo privado. Hace unos meses llegó el carril-bici y en unos años lo hará el metro, que mejorará considerablemente las precarias comunicaciones con el centro urbano, al que se solo se llega en un autobús lento y con demasiadas paradas, pero que ofrece una panorámica inmejorable de los edificios construidos para la Exposición Iberoamericana de 1929. Curiosamente, el proyecto de la mezquita de la discordia, que el Ayuntamiento desistió de levantar en el barrio, ocupa ahora unos terrenos públicos muy cerca de la llamada Avenida de Europa, en la zona que ocupó otra Exposición, la Universal de 1992. El azar dibuja a veces extraños paralelismos.